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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

¿Quién fue realmente Rafael Guastavino?

El arquitecto valenciano que cambió el sistema de construcción en los Estados Unidos a finales del siglo XIX

¿Quién fue realmente Rafael Guastavino?
Pablo Delgado el

Las biografías son historias de la vida de una persona, narradas por otras personas, es decir, desde su nacimiento hasta su muerte nos relatan sus hechos vividos, mencionando sus logros y fracasos o también si se involucró en eventos importantes en los que pudo destacar. Estas narraciones, sirven además para conocer la historia personal, también como inspiración para otros, como un posible modelo a seguir en el desarrollo de la vida personal o profesional.

Hay biografías que pasan desapercibidas de personajes sin importancia, pero hay otras que son todo un descubrimiento, toda una hazaña literaria que puede marcar un antes y un después en el lector que se adentra en la vida de ese personaje concreto. Hay historias trepidantes, dramáticas, divertidas, didácticas, misteriosas, como es la biografía del arquitecto español y desconocido -en principio- Rafael Guastavino (Valencia 1842 – Asheville 1908). Desconocido en la actualidad, algo que ya se están encargando de que así no sea, ofreciendo textos geniales como el que ha realizado el escritor madrileño Andrés Barba (1975) con Vida de Guastavino y Guastavino (Anagrama).

Biblioteca Pública de Boston.

Una magnífica biografía, muy original, en la que la palabra culta de Andrés Barba, que sin necesidad de ser un tomo típico de 500 páginas, en menos de 100 páginas consigue construir un relato biográfico diferente, evocador y espléndido del arquitecto Guastavino, e incluso también de su hijo Guastavino. «Impresionante, arrollador de carácter, lo convincente, seductor, rápido, expansivo, audaz, apasionado, hasta gracioso, que podía llegar a ser Guastavino».

Guastavino lo tiene todo como personaje: había sido olvidado por la historia, pero tenía una obra arquitectónica impresionante y que estaba ahí, presente, por descubrir de verdad, por pararse ante ella y estudiarla. Además, tuvo una vida personal apasionante llena de amoríos, viajes e incluso cometió alguna pequeña estafa. Guastavino dejó España -entre otros motivos- por extender cartas de pagaré por valor de cuarenta mil dólares sin ninguna intención de devolverlos, también llegó a cambiarle el nombre a su hijo de nueve años, y embarcarse rumbo a Nueva York sin hablar una palabra de inglés solo porque había recibido una mención honorífica que en realidad no era honorífica de un proyecto.

Piensa en el gran incendio que sufrió Chicago diez años atrás, en 1871, antes de emigrar y que constituye la razón más importante por la que decidió embarcarse en cruzar el Atlántico hacia un país sin arquitectura, con muy poca historia a sus espaldas y en el que estaba mucho por hacer todavía. Dónde lo único que hay «es un puñado de edificios y estructuras reducidos a su condición más elemental, unos cimientos, un techo, cuatro o cinco ventanas (…) Más que un espacio real, la ciudad parece el atrezzo de la ópera más grande del mundo».

Great Hall de Ellis Island.

Durante el primer siglo de su historia, Estados Unidos fue una nación de fronteras elásticas, en continua expansión hacia el oeste, descrita por muchos como una sucesión de aventuras, valor, fortaleza, epifanías y, por encima de cualquier otra cosa, riquezas. Como la vida de Guastavino, que fue un auténtico vividor lleno de luces y sombras, «Guastavino comprende que vivir es la cuestión fundamental, que es necesario hacer, hacer, hacer, que la carrera no la gana el talento sino los que aún poseen recursos cuando los demás los han perdido, que la propiedad es religión, cosas tan elementales como el agua y que, pese a todo, la gente comprende tarde y algunas personas nunca».

La participación de Guastavino en las obras consistía en el diseño y elaboración de las bóvedas. Se pueden apreciar en numerosos edificios emblemáticos de la ciudad de Nueva York (Grand Central Terminal, el Great Hall de Ellis Island, zonas del Metro, zonas del puente de Queensboro, catedral de San Juan el Divino, Carnegie Hall, Museo Americano de Historia Natural —en Central Park Oeste—, Templo Emanu El, iglesia de San Bartholomé —en la Quinta Avenida—, City Hall, Hospital Monte Sinaí, etc, y otras ciudades como la Biblioteca Pública de Boston, Museo Nacional de Historia Natural y Edificio de la Corte Suprema de Estados Unidos —ambos en Washington—.

Union Station de Pittsburgh.

Un gran personaje pionero de la arquitectura ignífuga y de sus impresionantes cúpulas. Las cúpulas de Guastavino y sus espacios abovedados, son amables, construidos con materiales que transmiten una energía singular, venida de otro tiempo. «Adopta ese sistema embrionario de construcción tabicada empleado desde hace siete siglos para cubrir naves de iglesias, hacer forjados y escaleras, y que no es, al fin, más que un sistema de bóveda de fábrica y dice: pongamos, tras la primera capa de ladrillo, en vez de yeso, cemento Portland para hacerlo más resistente y también ignífugo, y añadamos unas cinchas de hierro aquí y allá y patentemos luego este sistema que hemos perfeccionado. Esa sencilla ocurrencia cambia su vida».

Al final de su vida había construido con el sistema que él mismo ideó 360 edificios en Nueva York, un centenar en Boston, además de edificios en Baltimore, Washington DC o Filadelfia.  «Guastavino parece tener dos vidas: una memorable que empieza en Nueva York y otra rústica, que nadie recuerda, en Huesca (…) Ese Guastavino protegido en Huesca de la inestabilidad de Barcelona, de la declaración de la República federal de 1873 y la restauración monárquica del 74, parece a ratos una figura galdosiana, un burgués distante que hace eso que tan bien saben hacer los Güell, los Muntadas, los Oliver, los Blajot: esperar y dejar que se maten los idiotas».

En definitiva, la obra de Andrés Barba es contundente, con un lenguaje preciso, por exquisito, un personaje espléndido, plagado de claroscuros, y unos vaivenes en el desarrollo de los acontecimientos, harán vivir cada instante con una plenitud literaria excepcional. No siendo unas memorias al uso sino má bien una reconstrucción onírica, un tapiz que va hilándole a partir de hechos concretos ocurridos que van hacia delante y hacia atrás y que, escrito con una prosa llena de matices como es la de Andrés Barba, sus palabras dibujan una mapa arquitectónico, de lugares, de tropiezos en los que la memoria se entremezcla con la literatura y el gran poder que tienen las palabras.

Vida de Guastavino y Guastavino // Andrés Barba // Anagrama // 2020 // 16,90 euros

 

 

 

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