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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

El oficio de historietista

Astiberri reedita «El invierno del dibujante» con motivo del décimo aniversario de su publicación

El oficio de historietista
Pablo Delgado el

En la España de 1957 ser historietista, no estaba considerado como un arte sino como un oficio como otro cualquiera. Se trataba de entregar páginas para las editoriales y al final de semana cobrar por ellas y punto. Los dibujantes y creadores de personajes no estaban considerados como actualmente los podemos considerar como artistas, con un valor creativo específico y característico.

En dicha época trabajaban a destajo, siguiendo unas pautas rutinarias e inamovibles, como las de renunciar a sus originales y a sus derechos de autor a cambio de ese salario, y no porque ellos quisieran realmente. Simplemente, eran conscientes que aquel trabajo que realizaban luego era utilizado y reutilizado infinidad de veces por parte de las editoriales sin llevarse nada a cambio, pero de lo que se trataba era de trabajar. La respuesta que tenían las editoriales era que ya habían cobrado por esas páginas y que por lo tanto, estaban en su derecho de reimprimirlas las veces que hicieran falta. Una clara laguna en los derechos de autor y de propiedad intelectual, pero que en aquella época el historietista lo que buscaba principalmente era salir hacía delante para llevar dinero a casa.

Pero en dicho año ocurrió en España algo que empezó a cambiar esa relación entre dibujante y editorial, sembrando algo de esperanza en el gremio. Nos lo contó hace más de 10 años el inigualable Paco Roca con su genial obra El invierno del dibujante (Astiberri). Ahora reeditada y ampliada por su décimo aniversario de su publicación. La historia que nos contó -y cuenta Roca- es la de aquellos cinco extraordinarios historietistas, famosos por sus personajes, hartos de renunciar a lo que era suyo, inquietos, creyeron que el mundo del tebeo podía y debía reconocer su talento y sus derechos. Fueron Carlos Conti, Guillermo Cifré, Josep Escobar, Eugenio Giner y José Peñarroya, creadores de los míticos personajes como Carioca, Tribulete, Carpanta, el inspector Dan, don Pío o las hermanas Gilda, entre otros.

Walt Whitman decía que «el hombre no alcanza la cima de su grandeza por vencer en la guerra, o por ser inventor o explorador, ni por triunfar en la ciencia, ni por su capacidad intelectual o artística, ni por su ejemplaridad con alguna gran obra. Según el más alto concepto democrático, cuando resulta más aceptable el hombre es cuando vive bien la vida práctica y el destino que le ha tocado en suerte». Por ello, algunos historietistas buscan ese concepto democrático mediante el trabajo o reivindicando lo que creen que es justo por su trabajo.

Roca nos acerca de forma singular, sensible y humana la vida en la editorial Bruguera y al oficio de historietista de aquella época. Bruguera era una de las empresas de tebeos más importantes de España, con grandes tiradas de revistas y cuadernos entre los que se encontraban los históricos Roberto Alcázar y Pedrín, El guerrero del antifaz, Hazañas bélicas, TBO, Pulgarcito o el Capitán Trueno. Con la dictadura de Franco como telón de fondo y la salida de los mencionados dibujantes estrella para fundar una nueva cabecera, llamada Tío Vivo, una revista que les permitiera conseguir mayores recursos y mantener el control creativo de sus personajes, aquellos momentos reflejan la búsqueda de la dignidad en el trabajo realizado. Bruguera ofrecía una garantía de un trabajo fijo y cobro seguro de cantidades dignas, pero tenían que renegar los historietistas a esos derechos de autor.

Con la habitual excelencia en su forma literaria, el fondo, que tan bueno me parece, hace de la historia esa aproximación por la lucha de una libertad que estaba limitada en aquella época, pero no solo en las libertades fundamentales sino también intelectuales. Pero este hecho no es solo de España, ocurría también en otros países como por ejemplo en Estados Unidos y el caso sonado de los creadores de Superman Jerry Siegel y Joe Shuster que lo perdieron todo en favor de DC Cómics y que no se resolvió hasta los años ochenta. Otro ejemplo de lucha de los derechos de autor y el exceso de celo de posesión por parte de algunas editoriales.

En definitiva, otra obra más (si aún no se tiene) para añadir a la biblioteca gráfica Paco Roca. Imprescindible, no solo por el deleite de los dibujos de Roca y su gran juego de colores que enriquece aún más la estructura narrativa de su obra, sino también por la historia que siempre acierta a contarnos de forma reconocible, precisa y elocuente, guardando siempre ese poso de humanidad y humor que da a sus personajes.

Esta nueva edición 10.º aniversario sale con una docena de páginas de extras que incluyen una historieta corta de seis páginas, la ilustración de portada ampliada a cubierta completa, diversos carteles realizados con los personajes de la historia y hasta una carta de agradecimiento de Francisco González Ledesma, uno de los protagonistas de la historia, al autor valenciano por la publicación del cómic.

El invierno del dibujante // Paco Roca // Astiberri // 2021 // 18 euros

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