Se llama luz a la parte de la radiación electromagnética que puede ser percibida por el ojo humano. La forma es aquel conjunto de líneas y superficies que determinan la planta, el contorno o el volumen de una cosa, en contraposición a la materia de que está compuesta.
La luz presenta una naturaleza compleja: depende de cómo la lleguemos a observar se manifestará como una onda o como una partícula. La expresión luz visible señala específicamente la radiación en el espectro visible para el ser humano. Denominaciones físicas del espectro electromagnético aparte, la luz puede llegar a ser transmisora de otro tipo de componentes, que hacen ser percibidos por el ser humano de forma diferente, pudiendo transmitir percepciones singulares como sentimientos, fuerza, rechazo, empatía, y sobre todo belleza, a través de su estética. Una estética que incide de forma notable en la concepción y representación de la forma.
La identificación de la luz como un tipo de belleza de signo trascendente proviene de la antigüedad, y probablemente existió en la mente de muchos artistas y religiosos antes de plasmarse la idea por escrito. En muchas religiones antiguas se identificaba la deidad con la luz. En el terreno de la filosofía, Platón fue el primero que trató sobre conceptos estéticos como centro de muchas de sus reflexiones, sobre todo en temas relativos al arte y la belleza. Platón fue el origen de dos de las teorías sobre la belleza más defendidas: la belleza como «armonía y proporción» y la belleza como «esplendor». Esa belleza puede utilizar diversos soportes por los que puede llegar al ser humano, a través de las palabras, de los colores y figuras plasmados en un lienzo, o a través de la captación de la luz mediante una lente óptica dando como resultados formas realmente extraordinarias.
En la nueva serie editada por la genial Taschen, dedicada a la fotografía, podemos encontrar a esos maestros precursores en el uso de la óptica, que buscaban y encontraban nuevas formas de captación de la luz y las formas, y que se representaban después de forma “mágica” y química en un papel satinado, reproduciendo formas a través de luces y sombras, con el handicap -en algunos casos- de la ausencia del color, en su mayoría todo está en blanco y negro, acentuando de esta forma esas formas y retratos realizados por los fotógrafos.
Estos primeros precursores son Man Ray, Paul Outerbridge y Edward Weston. Una de las propiedades en común que utilizan es el empleo de la luz más evidente a simple vista y que se propaga en línea recta. Hecho que podemos ver, por ejemplo, en la propagación de un rayo de luz a través de ambientes polvorientos o de atmósferas saturadas. Con la utilización de una óptica geométrica parte de esta premisa para predecir la posición de la luz, en un determinado momento, a lo largo de su transmisión, consiguiendo así, de la propagación de la luz y su encuentro con objetos que surjan las llamadas sombras.
Si interponemos un cuerpo opaco en el camino de la luz y a continuación una pantalla, obtendremos sobre ella la sombra del cuerpo. Si el origen de la luz o foco se encuentra lejos del cuerpo, de tal forma que, relativamente, sea más pequeño que el cuerpo, se producirá una sombra definida. Si se acerca el foco al cuerpo surgirá una sombra en la que se distinguen una región más clara denominada penumbra y otra más oscura denominada umbra.
“Así, en la fotografía, la primera emoción fresca, el sentimiento de la cosa, se capta completamente, y para siempre, en el momento exacto en que se ve y se siente. Sentir y captar son acciones simultáneas…” Edward Weston.
Man Ray (1890-1976) fue ese artista modernista y erudito en la que su obra fotográfica, con sus desnudos, imágenes de moda y retratos, fue la que escribió un nuevo capítulo en la historia de la fotografía. A través de una extensa colección, tanto de sus obras más famosas como de otras menos conocidas, la monografía que ofrece Taschen es una gran perspectiva grupal de su obra y práctica fotográfica. Desde unos inicios artísticos que comienzan en Nueva York hasta su papel protagonista en la vanguardia parisiense (dónde se instala en 1921 y vivirá hasta 1940). Cuando el surrealismo se separa del dadá en 1924, Ray es uno de sus fundadores y está incluido en la primera exposición surrealista en la galería Pierre de París en 1925. En 1921, mediante numerosos ejemplos de naturaleza muerta y retratos, entre otros, Man Ray experimentó constantemente con nuevas técnicas, convirtiendo la fotografía, más allá de su dominio documental, en una expresión etérea y poética a través de la exposición múltiple, la solarización y su particular marca de fotogramas que llamó “rayogramas”. Hace también retratos, de hecho se convierte en fotógrafo retratista de personalidades de la cultura.
“Quizá algún día la fotografía será la expresión total y perdurable del espíritu rebelde”. Man Ray.
Pocos fotógrafos han creado un legado similar al de Edward Weston (1886-1958). Tras una exitosa década volcado en la técnica pictórica de enfoque suave, Weston se convirtió en la figura clave de un grupo de fotógrafos de Estados Unidos apodado Grupo f/64, pioneros del movimiento de la Fotografía directa ideado por Alfred Stieglitz, en el que se buscaba reivindicar la fotografía como medio artístico, sin preparar o intervenir el tema a representar en las imágenes. Los fotógrafos que siguieron esta nueva tendencia, capturaban imágenes en exteriores con breves tiempos de exposición. Además permitían que sus modelos posasen por sí mismos, a diferencia de las forzadas posturas de la fotografía pictorialista.
Con este salto en su estilo, la carrera de Weston despegó y dotó a sus fotografías de un extraordinario realismo sensual en equilibrio perfecto entre la quietud de la composición y la pasión de la intensidad. Con desnudos, estudios de la naturaleza y un sinfín de perspectivas sobre el impactante paisaje californiano, Weston pretendía encontrar “la sustancia, la quintaesencia del objeto en sí”. Su monografía recopila algunas de las mejores obras que permiten explorar de qué manera conseguía cumplir ese objetivo, ya fuera fotografiando un paisaje, una concha o un cuerpo desnudo.
El color era esencial para la estética de Paul Outerbridge (1896-1958). Utilizó el complejo proceso carbro-tricromático para crear una superficie seductora de texturas y tonos. Su objetivo era crear “paraísos artificiales”, formas perfectas con un toque surrealista. Sus primeras fotografías se centraron en abstracciones de estilos de vida, con objetos comunes como tazas, bombillas, botellas de leche, piezas de maquinaria y huevos. En su monografía se presenta una estética única y característica del fotógrafo, junto a su trayectoria artística y comercial (fue fotógrafo publicitario), desde su apogeo profesional como el fotógrafo comercial mejor pagado de Nueva York hasta su retiro a Hollywood en la década de 1940. Bajo este marco, el libro analiza el estilo innovador de Outerbridge a través de imágenes cubistas de naturaleza muerta, fotografías para revistas y sus controvertidos desnudos, así como su interacción con otros fotógrafos vanguardistas como Alfred Stieglitz, Paul Strand y Man Ray.
“El blanco y negro sugiere. El color afirma”. Paul Outerbridge.
Con ejemplos clave de sus obras, los libros presentan una magnífica retrospectiva en la que podemos ver reconocida la capacidad de estos maestros para transformar objetos cotidianos en composiciones casi abstractas y su papel pionero en explotar el potencial expresionista, surrealista, poético y comercial, de una fotografía que iba subiendo como la espuma en una época en la que estaba todo por explorar y experimentar. En ellos podemos ver claramente las dos teorías de Platón sobre la belleza: la belleza como «armonía y proporción» y la belleza como «esplendor». Todo ello gracias a la luz y la forma.
Man Ray (252 páginas) // Edward Weston (252 páginas) // Paul Outerbridge (256 páginas) // Taschen // 2017
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