Aunque para algunos, los momentos de incertidumbre, tensión y zozobra que estamos viviendo hoy a nivel nacional (y mundial) por el Covid-19, les parezca que estamos enfrentándonos a una especie de «guerra conspiranoide encubierta». Ahí no entro. Lo que sí se ve es esa fuerza, trabajo y optimismo que tienen muchas personas para superar esta dramática situación. Bajo la responsabilidad y el civismo de acatar lo que dicen las autoridades sanitarias y la entrega de los sanitarios que se enfrentan al virus en cuerpo y alma para recuperar a los pacientes, tarde o temprano se superará.
Una situación que no es nada comparable con una guerra. Por suerte, no he vivido en primera persona ninguna para contarlo, pero a través de los libros te trasladan a esas situaciones de enfrentamientos y vivencias personales de aquellos que sí -por desgracia- tuvieron que vivirla y muchos morirla.
Como el caso de Alan Ingram Cope. Un soldado anodino que vivió la Segunda Guerra Mundial a su manera. Arquetipo del antihéroe que ni siquiera merece un pie de página en los anales de la Historia, fue un soldado más entre los cientos de miles de jóvenes llamados a filas para combatir. Su historia, la ha escrito y dibujado Emmanuel Guibert (París, 56 años) que se alzó con el Gran Premio del Festival de Angulema a principios de año. El dibujante francés a través de la celebrada trilogía «La guerra de Alan» (Salamandra Graphic) relata en una serie en tres tomos realizada (la edición de Salamandra es un solo volumen) entre 2000 y 2008, en la que narra la vida de ese soldado estadounidense que permaneció en Francia tras terminar la guerra.
Todo comenzó medio siglo después de la guerra, Alan tenía la edad de sesenta y nueve años, y su encuentro fortuito con el joven dibujante Emmanuel Guibert en la isla de Ré, fue el detonante del comienzo de esta significativa historia. Fascinado por la profunda realidad del relato de Alan, Guibert se propuso trasladar al dibujo esas vivencias de este veterano de guerra. Así, a través de interminables paseos por la playa, Alan hablaba y el dibujante escuchaba, dando como resultado unas hermosas páginas sobre la vida de un hombre sencillo y común cuya existencia estuvo marcada por la vivencia de algo que no le tocó elegir, sino vivir.
Alan nació en 1925 en Alhambra, un pueblo a las afueras de Los Ángeles, y se crió en Pasadena y Santa Bárbara. Combatió, por así decirlo, en la guerra en Europa. Pero como bien relata la obra, lo hizo de una manera, como decirlo, no muy peligrosa. En un momento del relato lo llega a definir el propio Alan como si hubiera estado de viaje con todos los gastos pagados, ya que el verdadero peligro estaba lejos. Su compañía, llegó después del gran desembarco y la línea del frente la tenían lejos, iban solo avanzando y avanzando sin llegar a veces saber hacia dónde se dirigían. No tenían el peligro encima, pero sí, esa tensión de estar en un lugar desconocido y en un estado físico y emocional de conflicto.
Cuando terminó la contienda, decidió Alan instalarse en Europa, ya que quedó fascinado por los paisajes y por los amigos que pudo llegar hacer, además no había nada que le vinculase con tener que volver a casa. La narración gráfica llega en varios momentos a alcanzar la tensión de una gran película bélica, además Guibert traza y enlaza muy bien la trama descriptiva y narrativa de lo cotidiano de un grupo de soldados norteamericanos.
Guibert consigue crear un discurso gráfico excepcional, que acompaña en su originalidad al relato biográfico de Cope. Con unos dibujos excepcionales en los que juega con la elipsis de forma magistral, sacando a sus personajes de sus fondo, combinando viñetas con grandes paisajes detallistas con viñetas completamente en blanco, que evocan esos recuerdos vagos del soldado Cope, convierten el cómic en un entramado original y diferenciado, que sumerge al lector en un relato contorneado por una guerra, pero que en el fondo de todo está en las vivencias de un joven que se embarca en una especie de aventura y que vuelve hecho hombre.
«La guerra de Alan» forma parte de ese gran proyecto de Guibert , de contar desde el nacimiento de Alan hasta su muerte. Cope murió en 1999 de cáncer, cuatro años después de su última reunión. Pero Guibert no se detuvo allí: en 2013 apareció «La infancia de Alan», una imagen de la sociedad estadounidense de entreguerras a través de la vida de un humilde niño que va aprendiendo de su entorno, los juegos con los niños del barrio, la convivencia con su familia. Si bien la lógica hubiera querido que atacara la adolescencia de su héroe, hasta su alistamiento en las fuerzas armadas, Guibert se permitió un pequeño paréntesis con «Martha y Alan» (Salamandra Graphic).
En definitiva, un relato sobre cómo se vivió una guerra, de un hombre cuya existencia dice mucho sobre la de sus semejantes. Un repaso por la existencia, por la importancia de las partes que puede tener una vida evocando su derecho de ser repasada y resaltada, de una especial sensibilidad hacia la naturaleza y la actitud humanista y vital.
«La guerra de Alan» // Emmanuelle Guibert // Salamandra Graphic // 2019 // 25 euros
Cómic