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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Las últimas enseñanzas de Buda

Emilio de Miguel Calabia el

El “Mahaparinibbanasutta” es un texto pali de hace más de dos mil años que recoge los últimos meses de Buda. Si le quitamos los aditamentos milagrosos, que son bastantes, obtenemos un relato bastante plausible de un maestro errabundo, que sabe que su vida se acaba y quiere visitar por última vez algunos de los lugares en los que predicó y desea preparar a sus discípulos para cuando ya no esté. Por cierto, que en la literatura budista los aditamentos milagrosos están colocados con tanta ingenuidad, que removerlos para obtener el relato de cómo debieron de ser las cosas, no resulta demasiado difícil.

Una de las principales preocupaciones de Buda era cómo funcionaría la Sangha cuando él ya no estuviera. En repetidas ocasiones da reglas de comportamiento para que la Sangha prospere o, como dice el texto, para que sólo quepa esperar “la prosperidad para los bhikkus, nunca su decadencia”. Estos principios son: 1) Que se reúnan a diario y con mucha frecuencia (evidentemente cuando Buda vivió, no existían las videoconferencias por Zoom); 2) Que se reúnan en concordia; 3) Que no promulguen reglas nuevas, ni deroguen las promulgadas y observen los preceptos de la disciplina; 4) Que honren respeten y escuchen a los bhikkus más ancianos; 5) Que no se dejen dominar por el deseo (esto se nos puede aplicar a todos nosotros); 6) Que sientan la inclinación por la vida retirada en los bosques; 7) Que mantengan una atención firme, que atraiga a nuevos compañeros a la Sangha y ayuden a vivir tranquilamente a quienes ya han ingresado en ella (yo lo interpreto como que estén centrados en la disciplina y no se distraigan de ella).

Buda era consciente de que bhikkus o no bhikkus, los hombres son seres muy complicados, que pueden pasar de la amistad a la enemistad en un instante a puro golpe de ego. Así pues, dio también seis principios para que rigieran las relaciones entre los miembros de la Sangha: 1) Cultivar una acción corporal benevolente para con sus compañeros; 2) Cultivar una acción de palabra benevolente para con sus compañeros; 3) Cultivar una acción de pensamiento benevolente para con sus compañeros (Para el budismo, la intención mental con que se hacen las cosas es más importante que la acción en sí); 4) No negarse a compartir sus ganancias lícitas con sus compañeros (estas ganancias consistirían básicamente en lo que los devotos hubieran puesto en su cuenco de alimentos y en alguna tela que hubiesen recibido para hacerse una túnica); 5) Practicar una vida santa y tener una vida moral sin fisuras junto a sus compañeros; 6) Poseer una visión noble (se refiere a la visión correcta sobre las enseñanzas budistas).

Otra lista de siete principios para la prosperidad de la Sangha, esta vez referida al comportamiento moral de los bhikkus, es la siguiente: 1) Que no se recreen en la actividad (se refiere a las actividades mundanas); 2) Que no se recreen en la charla (el budismo siempre ha insistido mucho en el cuidado de lo que decimos y en que evitemos la maledicencia, la mentira, los chismes y las conversaciones ociosas); 3) Que no se recreen en el dormir; 4) Que no se recreen en la vida social; 5) Que no alimenten ni cedan a deseos inmorales; 6) Que no cultiven la amistad y compañía de gentes inmorales; 7) Que no cesen en su empeño.

En otra lista distinta, Buda señala las siete cosas sobre las que deben meditar los bhikkus para que la Sangha prospere: 1) La impermanencia; 2) La insustancialidad (éste y el anterior son dos de los tres sellos que marcan la existencia; el tercero es la insatisfactoriedad); 3) Lo desagradable (se refiere a meditar sobre los aspectos más desagradables del cuerpo,- los mocos, la flema, la caca…-, como remedio contra la concupiscencia y del apego al cuerpo); 4) Lo peligroso; 5) Cómo renunciar a lo peligroso; 6) La ausencia de pasión; 7) La cesación.

Las enseñanzas de Buda, que recoge la obra son como un compendio de lo que el maestro consideró como lo esencial de su doctrina. Buda comienza recordando que a lo largo de su vida, ha enseñado todo lo que sabía; no se ha dejado nada en la manga (“… sin esconder nada dentro, sin dejar nada fuera (…) el Tathagata no esconde ninguna enseñanza en su puño de maestro”). A diferencia de algunos grupos religiosos como los gnósticos, no existe una doctrina esotérica reservada únicamente a los escogidos o más evolucionados.

Hay dos enseñanzas, eso sí, que se repiten en varios momentos. La primera está contenida en las últimas palabras que le atribuye la tradición: “Todo es impermanente. Sed diligentes.” Para mí, estas dos frases recogen lo esencial de las enseñanzas budistas. Muchos maestros, precisamente, han empezado sus tratados hablando de la impermanencia. Uno de los mejores acicates para que el discípulo practique es que se haga consciente de que el tiempo pasa, de que no puede aferrarse a ninguna seguridad, porque todo en el universo es transitorio y está sujeto a cambio. La diligencia en la práctica es la consecuencia de la meditación sobre la impermanencia.

Hay un momento del Mahaparinibbanasutta que la verdad de la impermanencia es expresada de una manera especialmente hermosa: “¿Acaso no he explicado ya antes, Ananda, la naturaleza cambiante, transitoria y variable de todas las cosas queridas y agradables? ¿Qué se puede esperar, entonces, de ellas? Es imposible que no acabe por desintegrarse aquello que ha nacido, aquello que ha sido producido, que está condicionado y en cuya naturaleza está el desintegrarse.”

La otra enseñanza que se repite con cierta profusión en la obra es la siguiente: “La concentración, imbuida de moral, da un gran fruto, un gran beneficio. La sabiduría, imbuida de concentración, da un gran fruto, un gran beneficio. La mente, imbuida de sabiduría, se libera completamente de los intoxicantes, a saber: el intoxicante del deseo sensual, el intoxicante del devenir, el intoxicante de la visión errónea y el intoxicante de la ignorancia.” Yo la interpreto como una serie de escalones, cada uno de los cuales lleva al siguiente. La acción moral lleva a la concentración, dado que no hay apegos ni deseos que distraigan la mente. La concentración meditativa lleva a la sabiduría, que yo entiendo como la comprensión de cuál es la naturaleza de la realidad. La sabiduría lleva a una mente libre de apegos, que es la condición para la liberación.

En cierta ocasión, enseña a su discípulo Ananda el método del Espejo del Dhamma, que confiere la certeza de que uno no renacerá en los reinos inferiores y que ha entrado ya en la corriente que le llevará ineluctablemente al despertar. El método consiste en tener fe absoluta en las Tres Joyas,- el Buda, el Dhamma y la Sangha. Del Buda el discípulo cree en su sabiduría y cualidades, en que es “maestro de dioses y humanos [y está] despierto”. Sobre el Dhamma el discípulo tiene que alcanzar la convicción absoluta en que es obvio, entero, atemporal, abierto a todos los seres humanos, practicable y comprensible. Finalmente el discípulo debe ver la Sangha como una comunidad “[de] conducta virtuosa…, sin fisuras ni grietas (adviértase aquí y en otras partes el temor de Buda a que a su muerte se produjesen escisiones en la Sangha; no andaba equivocado), impecable, impoluta, liberadora, alabada por los sabios, irreprochable, que conduce a la concentración (alude a que las condiciones de vida en la Sangha favorecen la concentración meditativa de una manera que la condición de hombre de familia no lo hace).”

Entre las enseñanzas que imparte Buda en estos meses últimos, se incluyen la Cuatro Nobles Verdades. Me parece lógico. Habían constituido la base de su enseñanza a lo largo de cuarenta años. Si hubiera una frase que pudiera resumir lo que Buda enseñó durante sus más de cuarenta años de prédica sería: una técnica para salir del sufrimiento del samsara. Es esa insistencia de Buda en su condición de “médico espiritual” y en que lo que enseñaba era una técnica, la que ha hecho que dos mil años después en Occidente se le dispute al budismo la categoría de religión. Buda se habría reído. Lo que importa es practicar y alcanzar la liberación, no cómo caractericemos nuestras creencias.

Buda se hizo cargo de que una vez que no estuviera, podrían surgir dudas sobre lo genuino de algunas de las enseñanzas y ya no se le podría consultar. Para evitar esos problemas, dio una instrucción muy sencilla: que concordasen con el Sutta y se ajustasen al Vinaya, el código monástico.

Junto a enseñanzas destinadas claramente a los bhikkus, la obra contiene instrucciones de Buda para los hombres de familia. En el contexto de la época, se entendía que un hombre de familia estaba por debajo espiritualmente de un bhikku. Por ello un acto que comportaba un buen karma era que contribuyese a las necesidades de los bhikkus. Buda había dado cinco reglas de conducta a sus seguidores laicos: 1) No matar; 2) No apropiarse de lo ajeno; 3) No mentir, ni difamar, ni dar pábulo a chismes, ni entregarse a chácharas baldías; 4) No tener una conducta sexual inapropiada (básicamente tener sexo con alguien que no fuera el cónyuge); 5) No tomar intoxicantes.

El Mahaparinibbanasutta recoge un discurso de Buda en el que enumera las ventajas de una vida moral y las desventajas de una vida inmoral. Los frutos de una vida moral son: 1) Obtener riqueza en abundancia; 2) Tener buena reputación; 3) Comportarse con confianza y elocuencia en las asambleas; 4) Morir sin turbación; 5) Tener un renacimiento afortunado. La vida inmoral conduce a los frutos opuestos.

Para escribir esta entrada me he servido de la traducción directa del pali,- la primera en español-, que ha realizado Aleix Ruíz Falqués y ha publicado la editorial Trotta.

 

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