Emilio de Miguel Calabia el 29 mar, 2019 En 1927 Camille Mauclair publicó “Vida amorosa de Charles Baudelaire”, en la que recorre la biografía de Baudelaire desde el ángulo de las relaciones sentimentales. Lo más llamativo del libro es que es la primera vez que veo a un biógrafo poner a caldo a su biografiado. Aquí no hay nada de la empatía que suele surgir en el biógrafo hacia su biografiado. La falta de empatía, pase. Lo realmente molesto es la posición de moralista indignado en posesión de la razón que adopta Mauclair. “Considero que mi deber es exponer con una imparcialidad constante la verdad sobre el caso de Baudelaire amante (…) este neurótico que razonando con una tal justicia sobre el arte no sabía razonar cuando se trataba bien de la conducta de su vida, bien de las condiciones morales del amor; cómo, en una palabra, fue incapaz de comprender lo relativo a la feminidad y a la pasión del sentimiento, y sólo fue capaz de comprender a las golfas y la lujuria…” Podemos condenar la condición de gran putero de Baudelaire, pero condenándola no le entenderemos mejor y una buena biografía siempre debe buscar comprender cómo otro ser humano encaró la vida y la vivió mejor o peor. De alguna manera este libro me recuerda a “Maupassant y el otro” de Alberto Savinio: una biografía subjetiva escrita a vuelapluma y sin pretender la minuciosidad objetiva de los biógrafos al uso. Esta comparación resulta tanto más pertinente, cuanto que Baudelaire y Maupassant tuvieron mucho en común en lo que se refiere a las relaciones con las mujeres. En el caso de Maupassant influyó el complejo de Edipo. Adoraba a su madre y sólo pudo verla a ella como una mujer entera y digna de consideración. El resto de las mujeres eran simplemente hembras en las que desahogar su líbido bastante subida. No buscando enamorarse, ni verdaderas relaciones amorosas, el terreno de juego de Maupassant fue el de las prostitutas. Baudelaire también fue un gran putero y también en él las relaciones con su madre tuvieron mucho que decir, pero más allá de esas aparentes similitudes, las diferencias entre ambos son abismales. Baudelaire perdió a su padre a los siete años. Los meses que siguieron fueron meses de gran intimidad con su madre, que se volcó con él. Y de pronto, la catástrofe: su madre le anuncia que se va a casar y que su esposo será un segundo padre para él. El gran narcisista que era Baudelaire, sin duda pensó que lo que entraba en casa no era un segundo padre, sino un rival por el afecto de su madre. Nunca perdonaría del todo a su madre esta “traición” y llegaría a pronunciar una frase que debería figurar en los anales del egoísmo universal: “Teniendo un hijo como yo, mi madre no debiera haberse vuelto a casar”. Mauclair cree que el nacimiento del futuro Baudelaire, dandi y decadente, está en esta catástrofe. Si Maupassant no se interesaba más que por las putas, porque solo había una mujer que mereciese la pena, su mamá, el caso de Baudelaire es diferente. Mauclair explica que Baudelaire “va derecho a las más bajas prostitutas, feas, sucias, que le ofrecen las seducciones más abyectas”. Para Mauclair, Baudelaire está intentando vengarse de su madre. “Se puede pensar que busca borrar un recuerdo de sus primeras sensaciones de graciosa feminidad, sentidas cerca de la madre que le ha – cree él- traicionado, esmerándose en penetrar de corrido en el disgusto y el desprecio hacia la mujer, tratándola como un objeto risible e innoble, con el fin de no exponerse nunca a que tenga influencia en su vida…” La timidez, una cierta impotencia, el vivir la sexualidad desde la cabeza y no desde los sentimientos serían otros componentes de sus relaciones complicadas con las mujeres. Baudelaire ha optado por autoexiliarse del país del amor y reducir las relaciones sentimentales a un desahogo físico que va acompañado de algunos espasmos de pasión. Mauclair se detiene especialmente en el episodio de Mme. Sabatier, la única vez que Baudelaire se acercó al amor real de una mujer normal. Mme. Sabatier era la mantenida de un banquero y tenía un salón literario de cierta categoría, uno de cuyos asistentes era Baudelaire. Durante cuatro años el poeta le estuvo mandando poemas y cartas de amor anónimamente, disfrazando su letra, al tiempo que asistía a las tertulias con cara de póker. O bien era un gran romántico, o bien era un tipo bastante rarito. Finalmente Baudelaire se descubrió ante Mme. Sabatier. No iba a quedar en el anonimato por siempre como el marido que enviaba el ramito de violetas en la canción de Cecilia. Mme Sabatier se derritió ante tanta devoción. Siguieron varios días de sentimientos elevados y mucho amor, hasta que llegó el momento de convertir esos sentimientos en algunas sensaciones más físicas, porque no sólo de amor platónico vive el hombre. Parece que el encuentro erótico-festivo fue un desastre y que Baudelaire tuvo un gatillazo. Ésa es la manera neutra y objetiva de contarlo; la de Mauclair es un poco más exagerada: “… los nervios de Baudelaire le han traicionado (…) delante de la bella criatura amante y amada que se entregaba sinceramente, ha pagado de un golpe todas sus faltas, todas sus nefastas costumbres, todas sus desviaciones eróticas (…) No ha podido dominar la soberanía orgánica y hacerse obedecer de su carne viciada. Toda exaltación mística y sensual de su deseo imaginativo ha fracasado, delante de la realización viviente, a la impotencia radical de poseer normalmente a la única amante digna de este nombre a la cual se acercó.” O sea que acostumbrado a putas, no supo funcionar con una mujer normal. Baudelaire no pudo superar ese gatillazo. Su orgullo le impidió volver a Mme. Sabatier. Siguió una amarga correspondencia epistolar, en la que Baudelaire se apartó vergonzosamente de una mujer que todavía le amaba apasionadamente y que quería entender lo que había pasado. La interpretación que da Mauclair es válida, pero yo le añadiría algo más. Hay gente que se empeña en autosabotearse y fracasar y lo consigue. Baudelaire era de éstos. Su padrastro y su madre le querían y trataron de encauzarle en su primera juventud. Por sus contactos y su fortuna, muchas puertas se le abrían. Baudelaire adoptó la postura de la rebeldía y de la bohemia. El fracaso con Mme. Sabatier no fue sino el último hito de una cuesta abajo que había empezado mucho antes. Literatura Tags AmorBiografiasCamille MauclairCharles BaudelaireGuy de MaupassantMadame SabatierSexualidad Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 29 mar, 2019