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Las estirpes condenadas a cien años de soledad

Emilio de Miguel Calabia el

Memories of the memories of the Black Rose Cat” es una novela tan buena como desasosegante de la escritora tailandesa Veeraporn Nitiprapha. La historia empieza con el Bisabuelo Tong, que nació en un pueblo de Guangdong y al que un primo lejano de su padre requirió para que viajase a Bangkok a hacerse cargo de su negocio, ya que no tenía herederos y temía lo que ocurriese al negocio después de su muerte. El Bisabuelo Tong se casará a los 22 con la Bisabuela Sa-ngiem, a la que con sus 20 años estaba empezando a pasársele el arroz, y fundará una familia. Durante muchos años su sueño será regresar a China, su patria ancestral, pero la Historia, que tiene su manera de jugar y deshilachar los sueños de la gente, se interpondrá. Invasión japonesa, guerra civil, creación de la República Popular… serán otros tantos palos que la Historia le pondrá en las ruedas a su sueño.

Es en este punto, cuando iba por la página 23, que la novela me trajo a la memoria “Cien años de soledad”. Es la misma historia de una estirpe condenada, de una estirpe que vive atrapada en un lugar. En este caso, la cárcel de la familia es Pad Riew, una población junto al río, cercana a Bangkok, y la casa que compra en ella el Bisabuelo Tong. Parece como si sus hijos no pudiesen alejarse del todo de ese sitio y terminasen siempre volviendo a él. La familia es también prisionera de la historia sangrienta de Tailandia: la invasión japonesa, el pogrom contra los chinos de 1945, el intento de golpe de estado contra el mariscal Plaek Pibulsonggran, la masacre de estudiantes de la universidad de Thammasat del 6 de octubre de 1976… Como los Budenbrook o los Buendía, los Tang (apellido del Bisabuelo Tong) están condenados a desaparecer. Tras el gran patriarca, la historia de la familia es una de locura, desilusiones, desastres y muerte.

Otro aspecto en el que la novela me recuerda a “Cien años de soledad”, es la profusión de elementos mágicos, de casualidades, de sorpresas; el destino que tira de los pelos a la familia tiene un gusto especial por lo sobrenatural. Desde luego a Veeraporn no se le puede negar la imaginación, que a menudo se inclina del lado perverso. La guerra personal que la Bisabuela Sa-ngiem tiene contra los cuervos que anidan en la propiedad y que la llevará a confrontarse con un misterioso cuervo albino que será la causa de su destrucción. Toshiro, el doctor japonés que, abandonado por su esposa, se interna en el mar para ir al lago Titicaca a presentar sus respetos a su padre. El enfado de la Bisabuela Sa-ngiem con la esposa china que el Bisabuelo Tong había tomado en uno de sus viajes a China; le escribió una larguísima carta de 16 páginas hablándole de la familia, pero nunca tuvo respuesta; la Bisabuela no sabía que la esposa china era analfabeta…

La escritura de Veeraporn es rica, florida, da a la historia que cuenta la cualidad del sueño. Sí, todo podría no ser más que el producto de la imaginación de la Abuela Sri, cuando le cuenta la historia de la familia a su nietastro Dao. Hay algo en la novela que me hace pensar en la película “Los otros” de Amenábar.

Como dije al principio, es una novela desasosegante, que cada tanto tiene sorpresas que son como puñetazos en el estómago. Uno la lee en vilo, sobre todo el último tercio. Y a pesar de la crueldad y de la dureza, merece la pena leerla.

 

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