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Barrio de las letras
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Pedro VÃllora
Kulunka, del fracaso al Festival de Aviñón (pasando por los Premios Max)
Pedro VÃllora el
06 jul, 2018
“Se habla poco de los fracasosâ€. La frase es de Iñaki Rikarte, el director de Solitudes , la obra de Kulunka Teatro que ha ganado los Premios Max al mejor espectáculo de teatro y mejor composición musical (para Luis Miguel Cobo). Rikarte dirigió también el primer espectáculo de la compañÃa, André y Dorine , que hasta el 29 de julio se representa en el Festival de Aviñón. “Hemos tenido varios fracasos tanto a nivel individual como colectivamente y son una parte fundamental de este oficioâ€.
“El de André y Dorine fue un proceso con ángel, con dos meses intensivos de mucho trabajo pero fácilâ€, recuerda Garbiñe Insausti a propósito del primer espectáculo de esta compañÃa, que ella misma fundó en 2010 junto a José Dault. Casi de inmediato, André y Dorine  inició un camino de éxito internacional que, ocho años después, no hace más que crecer. Pero en 2014 el fracaso sobrevino: “Los ensayos del segundo espectáculo fueron mucho más duros. Se titulaba Los Nadies . Lo presentamos a unas pocas personas ya terminado, con escenografÃa, vestuario y música… y fracasamos. Estuvimos un año entero sin volver a tocar Los Nadies  hasta que fuimos capaces de replantearnos aquella historiaâ€.
Para Rikarte, “hay que reconocer que nos podemos equivocar, y que, por mucho que nos dejemos la piel trabajando, el éxito no te impide que fracasesâ€. Y es que en Los Nadies  fueron muy atrevidos: “Quisimos explorar los lÃmites de la máscara y al final llegamos a la conclusión de que un puñado de buenas ideas no son un espectáculo; y que es importante ir de la mano del público, sobre todo cuando este tiene que completar la historia en su cabeza a medida que avanza. Si no encuentras cosas que sean inequÃvocas, donde todos puedan pensar lo mismo, te arriesgas a que algunos se desvÃen por caminos peligrosos y terminen por no entender nada. Del fracaso de Los Nadies nació Solitudes un año después, cuando comprendimos que podÃamos ser más osados que en André y Dorine pero menos que en Los Nadies â€.
André y Dorine  surgió cuando Garbiñe Insausti y José Dault supieron de la muerte del filósofo austriaco André Gorz, que se suicidó junto a su esposa. “TenÃan 84 años –recuerda Insausti-, y en Carta a D  anunciaba estas muertes con pasajes que nos conmovieron. Nos inspiraron para pensar en una historia de amor en la vejez, y, tras ver algún espectáculo europeo de máscaras, se nos ocurrió usarlas para contar una historia universal. Fue una intuición, porque no tenÃamos experiencia previa en el lenguaje de la máscara ni lo habÃamos trabajado como alumnos de la RESAD, pero nos parecÃa que podrÃa tener la belleza, emoción y poesÃa necesarias. Asà fuimos escribiendo el proyecto y tomando algunas decisiones que nos parecÃan pequeñas pero que terminaron siendo importantes, como que él fuese escritor y ella chelista que padecÃa alzheimer. No querÃamos hacer una historia sobre la enfermedad, sino que fue la razón para obligarles a recordar, a olvidar y a unirse en ese viaje hacia la muerteâ€. “Y un personaje en su vejez sugiere muchas cosas, tiene más carga, esconde más… y eso es interesante â€, asegura el director.
Dault, Insausti, Rikarte y sus otros colaboradores (Edu Cárcamo, Rolando San MartÃn, Ikerne Giménez, Yayo Cáceres…) se metieron en un garaje a crear sin ahorros ni un colchón económico: “Ni en los mejores sueños pensábamos que recorrerÃamos treinta paÃses –dice la actriz-. Nuestra ambición era pequeña y pudimos contar con una ayuda del gobierno vasco para la mitad de la producción. El resto lo pusimos entre todos y, una vez hecho el espectáculo, enviamos información a festivales extranjeros, como el de Manizales de Colombia, que fue nuestra segunda función tras el estreno en Torrejón de Ardoz. Eso generó algo que nos sobrepasó, porque nos salió Nepal y no tenÃamos la seguridad de que esta historia de una familia acomodada se entendiese allà donde no se reconocÃa el alzheimer como una enfermedad. Pero funcionó tan bien que hicimos más funciones de las previstas para generar fondos para una escuela. Y, pensando que iba a ser nuestro último viaje, aprovechamos para emprender una excursión de mes y medio por el Anapurna. Luego vino Santo Domingo, TurquÃa, etc. Pasaron ocho meses antes de volver a hacer otra función en España, que fue en la Feria de Puertollano. Costó arrancar en España, y pudimos rellenar ese hueco por el interés que surgió fueraâ€.
Reconoce Garbiñe que “el mayor aprendizaje en estos ocho años de gira internacional ha sido confirmar que, a pesar de las diferencias culturales, lingüÃsticas o sociales, cuando hablas de cosas esenciales como el amor, la vida, la familia, todos somos más parecidos de lo que creemos â€.
Trabajos como André y Dorine  o Solitudes , donde un mismo personaje es interpretado por distintos actores y el espectador no puede saber quién está tras la máscara, suponen una cura frente al ego. “Es consecuencia de haber escogido este lenguaje, donde el actor no tiene su momento y su monólogo sino que está al servicio de la historia. Para nosotros es una lección de humildad, porque cuando salimos del teatro nadie nos conoce â€, dice la intérprete. Y añade el director: “Tenemos un objetivo común y eso permite que los actores no se planteen un punto de vista egoÃsta ni busquen protagonismoâ€.
Las máscaras
Ni Garbiñe Insausti ni José Dault tenÃan experiencia con máscaras (Edu Cárcamo un poco más por su estudios de teatro gestual). “En los ensayos construimos la historia y a la vez aprendimos a hablar con este nuevo lenguaje –dice Insausti-, y aún aprendemos. Iñaki desde fuera y nosotros desde dentro fuimos aprendiendo el abc de las máscaras y cómo hacer entender sin uso de la palabraâ€.
La propia Garbiñe comenzó a construir las máscaras: “La relación con el objeto es muy intuitiva, como la dramaturgia. De repente estás en la sala de ensayos, hace falta un doctor, imaginas cómo puede ser y lo buscas en la arcilla. Y otras veces estás en el taller explorando, surge algo y lo llevas al ensayo a ver qué pasa y si funcionaâ€. Ella es la única responsable de su confección: “Si hubiese distintas manos en la construcción de la escultura se notarÃa. Mi madre tenÃa una tienda de bellas artes, asà como un taller donde se daban clases, y mi hermana es profesora de manualidades. Gracias a eso he perdido el miedo a mancharme las manos con el barro. Ha sido un atrevimiento por mi parte, porque podÃa haber sido un desastreâ€. “Pero es la misma osadÃa que te lleva a formar una compañÃa, a coser tus trajes…â€, apostilla el director, feliz de haber colaborado ya en dos ocasiones con Kulunka: “Todos nos respetamos mucho. Cada uno sabemos qué se nos da bien y cuál es nuestra parcela. Y trabajamos bien en equipo. Discutimos mucho. Hablamos mucho para encontrar la manera de contar las cosas. A la hora de dirigir se me olvida quién manda, porque manda la historia, el proyectoâ€.
“Tenemos muy claro que el director es el que debe tomar las decisiones finales, aunque sea una historia colectiva. Contratamos a Iñaki por intuición, porque tampoco habÃa hecho nada de máscara, pero conociendo su talento nos atrevimos y dijo que sÃ, para nuestra sorpresa y gozo. Recuerdo que alguna vez has dicho que te asustaste…â€, le comenta la productora al director, que responde: “SÃ. A veces he dicho que sà a trabajos por no saber decir que no y me arrepiento enseguida: ¿Y si no se me ocurre nada?… Ahora, por no venir de la máscara hemos podido hacer algo distinto, al atrevernos a contar historias más o menos convencionales con un lenguaje que no es el habitual para estos casos. Normalmente con máscaras se hacen escenas sueltas, porque es difÃcil enlazar escenas con componentes discursivos como aquÃ, donde contamos historias completasâ€.
En 2016, Kulunka cambió de registro con Taxidermia de un gorrión , un magnÃfico texto de Ozkar Galán sobre Edith Piaf que dirigió Fernando Soto. “Estábamos muy satisfechos del trabajo con máscaras, sobre todo tras recuperarnos de las heridas de Los Nadies , pero también tenÃamos necesidad de contar otras historias y usar la palabra. Gran parte de la culpa la tiene Ozkar, que insistió en trabajar sobre Edith Piaf. Tuve la suerte de que un dramaturgo escribiese algo para mÃ, lo que no sucede siempre â€, asegura quien fuese finalista al Premio Max a la mejor actriz por este papel. “Era un reto, pero no tenÃa la presión de hacer una imitación porque no era nuestra ambición ni querÃamos hacer un biopic, sino recoger su esencia de lo que significa como sÃmbolo para, a través de ella, contar una historia sobre los mitos, sobre la vejez, sobre cómo el público que te endiosa te puede hacer caer…â€
André y Dorine , Solitudes , Taxidermia de un gorrión … Tres dramas (aunque con comedia incorporada), a propósito de la soledad y la degradación . “Nos ha salido asà –dice Garbiñe Insausti-. Cuando creas tu compañÃa para hacer tus espectáculos, compartes inquietudes y vuelcas tus miedos y reflexiones en el trabajo. Es una apuesta personal y eso es muy gratificante, porque gracias a ella das sentido a cómo vives tu profesiónâ€.
Son, también, montajes en constante evolución. Asà lo expresa Iñaki Rikarte: “Estamos acostumbrados a hacer espectáculos en 45 dÃas de ensayos y luego, con suerte, un año de gira y se acaban. Eso es antinatural. Nuestros espectáculos están vivos y se hacen con el público. Toda la vida ha sido asÃ, excepto últimamente. Con Kulunka seguimos trabajando y modificando cosas. Son una creación continua y el público nos da muchÃsima información. El público es dramaturgo de la función, nos devuelve lo que ofrecemos y nos hace cambiar, nos redescubre el valor de lo que hacemos con su propia reacciónâ€. El público, ese es el éxito y no los premios: “¿Quién se acuerda del premio Max del año pasado o del anterior? Si esto vale para que salga alguna función más, muy bien; pero el objetivo del trabajo jamás es el premio, sino el trabajo mismoâ€.
@Pedro_Villora
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06 jul, 2018
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