“La vida” es una breve obra teatral sobre el cambio climático que se publica aquí con motivo de la Cumbre del Clima. Está recogida en el volumen “La vida. La muerte” (Ediciones Antígona):
El escenario semeja un espacio al aire libre. Las niñas Ariel y Estela entran llevando unas palas que abultan más que ellas. Se paran en el centro y dejan las herramientas en el suelo. Ariel se sienta, mostrando claros signos de cansancio: resopla, se queja… Estela da lentamente una vuelta sobre sí misma contemplando el panorama; en alguna ocasión se pone la mano sobre los ojos para que no le moleste el sol o bien intentando concentrarse en algún elemento que haya podido ver. Se vuelve a Ariel:
ESTELA: ¿No me lo vas a preguntar?
ARIEL: Estoy harta de preguntártelo.
ESTELA: Porque antes no era el momento.
ARIEL: Nunca lo era.
ESTELA: No.
ARIEL: ¿Y ahora?
ESTELA: ¿Ahora?
ARIEL: ¿Es el momento?
ESTELA: No sé, Ariel. Prueba.
ARIEL: ¿Y si vuelve a ser que no?
ESTELA: Entonces será que no lo es.
ARIEL: Estela… Podrías decírmelo sin tener que preguntar.
ESTELA: Así no son las cosas. Pregunta.
ARIEL: Pregunto. ¿Es aquí?
Estela vuelve a mirar alrededor, aunque sin tomarse tanto tiempo.
ARIEL: Sabía que no. Lo sabía. Estoy harta de este juego.
ESTELA: Es aquí.
ARIEL: ¿Qué dices?
ESTELA: Aquí. Es aquí. Este es el sitio.
ARIEL: ¿Te estás quedando conmigo, Estela?
ESTELA: Ahí. Justo donde estás sentada.
Ariel se levanta de un salto.
ARIEL: No lo estarás diciendo sólo para que me ponga de pie, ¿verdad?
ESTELA: Obsérvalo tú misma.
Ariel reproduce la acción de Estela observando alrededor de ella.
ESTELA: ¿Lo ves?
ARIEL: Veo álamos y chopos, chopos y álamos. Todos muy lejos.
ESTELA: Eso es sólo una parte, Ariel. Mira mejor.
ARIEL: No veo nada más. ¿Qué se supone que tendría que ver? ¿Robles, castaños, cipreses?
ESTELA: No hay que suponer nada, Ariel. Lo ves o no lo ves.
ARIEL: ¿Y qué pasa si no lo veo?
ESTELA: No pasa nada. Esto no es un concurso.
ARIEL: Pero a lo mejor sí es cuestión de suerte. Y tú, Estela, tienes más suerte que yo.
ESTELA: ¿Suerte de la buena o suerte de la mala?
ARIEL: Deja de jugar conmigo.
ESTELA: No lo haré más.
ARIEL: Dímelo tú.
ESTELA: ¿El qué?
ARIEL: Lo que ves, lo que debería ver pero no veo.
ESTELA: Es distinto según el lado. Ven, ponte conmigo.
Estela y Ariel se aproximan. Estela apoya una mano en el hombro de su amiga, extiende el otro brazo y señala algo en la lejanía.
ESTELA: Allí.
ARIEL: ¿Aquel punto amarillo? ¿Qué es?
ESTELA: Es el verano. Su movimiento es el de las aves que comienzan a formar bandadas para pronto desplazarse hacia el sur. No son todas, claro, porque los alcaravanes y algunos halcones están naciendo en este momento o incluso están incubando aún; y también hay que descontar a las que apenas vuelan, las perdices rojas, desparramándose por todas partes recién salidas del cascarón. Pero las golondrinas, los vencejos, las cigüeñas blancas y las grullas ya han empezado su viaje, seguidas de cerca por águilas y cernícalos.
ARIEL: ¡Las aves!
ESTELA: Y las mariposas ocupan su lugar en el aire. Y con ellas casi todos los insectos, las luciérnagas, las libélulas, las avispas…, multiplicándose y revoloteando. Los osos y los corzos, enemigos entre sí, conocen el celo casi al mismo tiempo. Los pequeños linces se asoman a la intemperie, los ciervos se buscan y se encuentran, y los conejos proliferan, igual que los erizos…
ARIEL: ¡El verano!
ESTELA: Aquel punto amarillo es el verano, ¡el verano! ¿Lo ves ahora?
ARIEL: Lo veo, sí.
ESTELA: Mira allí.
Estela se vuelve y gira también a Ariel. Ahora señala justo en el sentido contrario al anterior.
ESTELA: ¿Sabes qué es?
ARIEL: ¿Eso gris plata, casi azul?
ESTELA: Es el invierno.
ARIEL: ¿El frío?
ESTELA: El frío no. El invierno. El bellísimo invierno. El aire limpio, la chirivita floreciendo, la cigüeña que regresa. Hay cuervos y osos que nacen mientras los tejones y los lirones duermen. También las ardillas y los lobos aprenden a amarse, aunque no los unos a los otros, bajo la flor del sauce, del aliso o del tejo. En lo alto, el buitre leonado y el búho real salen del huevo mientras, en lo más profundo, alguna tortuga pone el suyo. Los ciervos pierden sus cuernos entre brezos, y quizá los jóvenes linces y zorros jueguen con ellos.
ARIEL: Pero el frío…
ESTELA: El águila real prepara su nido, y el del ratón de campo se llena de descendencia. Los lebratillos se atreven a alejarse de sus agujeros y el somormujo conoce a quien será su pareja. Los turones comparten madrigueras y los jabatos aún no abandonan la compañía de las madres jabalinas. En el río aquel, al primer alevín de trucha le siguen varios miles.
ARIEL: El invierno, Estela, sí, pero también el frío…
ESTELA: La conservación, el silencio, el descanso. El tiempo de amar y dormir en compañía. Pregúntale al almendro si rechaza el invierno. Habla con los ranúnculos, con la encina, con el romero… Que te digan si vale la pena abrirse al invierno.
ARIEL: En invierno los álamos se quedan sin hojas.
ESTELA: Pero no el pino, ni el abeto. Y el álamo, como el roble, es paciente y aguarda su turno.
ARIEL: Tal vez sea así, pero el frío es el frío.
Estela agarra el brazo de Ariel y con él señala un lugar diferente de los dos anteriores.
ARIEL: ¡Ay, que me haces daño!
ESTELA: ¿Qué color es aquel?
ARIEL: Marrón… No, ocre… Me parece que es dorado.
ESTELA: Es la hojarasca cubriendo el suelo, desplazándose entre los árboles en pequeños remolinos. Es el brillo de la lluvia ocasional que humedece las hojas secas.
ARIEL: ¡Ya sé lo que es!
ESTELA: ¿Sí?
ARIEL: Eso es el otoño.
ESTELA: ¿Y si te digo que no?
ARIEL: No me lo dirías, porque estarías mintiendo.
ESTELA: Es el otoño. Repleto de frutos y bayas. Castañas, endrinas, higos, arándanos, bellotas, avellanas, moras, aceitunas, nueces… Y uvas. Los dulces granos de uva reventando en las vides y parras para ser picoteados por alondras, estorninos y avefrías. En los troncos de casi todos los árboles verdea el muérdago y a sus pies se agolpan hongos y setas.
ARIEL: ¡Hmm, los ricos frutos del otoño!
ESTELA: Y mires donde mires verás las grullas, y con suerte oirás a los gamos, los ciervos, los muflones, las cabras, los corzos… Luchan y pierden, luchan y ganan, luchan y se llaman con barridos violentos pero amorosos. El bosque se llena de gritos de amor desaforado entre seres majestuosos y altivos. La vida está en el exterior. Sólo los reptiles y los anfibios se esconden en el otoño para salir de sus albergues nada más que en los días de lluvia.
ARIEL: No me has enseñado todo. Falta una cosa.
ESTELA: Ahí está.
Estela se da media vuelta y levanta el brazo señalando. Ariel mira adonde apunta su amiga y sonríe.
ARIEL: ¡Verde!
ESTELA: Verde intenso.
ARIEL: ¡Y rojo!
ESTELA: A punto de estallar.
ARIEL: Adoro la primavera.
ESTELA: ¿Quién no? Los vencejos y ruiseñores llegan de sus viajes y traen con ellos a las abubillas y las oropéndolas.
ARIEL: No me describas la primavera.
ESTELA: Los ciervos, las nutrias y los zorros dan a luz a sus crías.
ARIEL: Sé muy bien lo que es la primavera.
ESTELA: Las ranas no paran de croar mientras se fecundan entre el olor de retamas y las peonías. El campo entero se llena de amapolas que acogen topillos y garzas en tanto proliferan las abejas.
ARIEL: Te digo que no hace falta que me digas lo que es la primavera. Es mi estación favorita. Ojalá todo fuese siempre una primavera sin fin.
ESTELA: El otoño también es bello; y el verano y el invierno son igualmente bellos.
ARIEL: Lo son. No digo que no lo sean. Lo son. Preferir uno no es minusvalorar los demás.
ESTELA: ¿Entonces?
ARIEL: ¿Sí?
ESTELA: ¿Te convences de que este es el lugar?
ARIEL: Eres tú la que tiene que estar segura.
ESTELA: Yo lo estoy.
ARIEL: En ese caso, yo también. ¿Por dónde empezamos?
ESTELA: Lo primero es lo primero.
Ariel y Estela cogen las palas y escarban en el punto que habían indicado al principio y desde el que estaban hablando.
ARIEL: ¿Tiene que ser muy profundo?
ESTELA: No. Con medio metro habrá suficiente.
ARIEL: Se trabaja muy bien esta tierra. Creí que iba a costarme más, pero sale con facilidad.
ESTELA: No es tierra. Es turba. Muy porosa. Es material orgánico que se utiliza para plantas y cultivos.
ARIEL: ¿Sabías que este suelo era así?
ESTELA: Lo sospechaba, pero nada más. Intuía que no íbamos a tener grandes dificultades.
ARIEL: ¿Y eso?
ESTELA: Casi todo el esfuerzo lo hacemos nosotras, de acuerdo, pero algo tendrían ellos que poner de su parte, ¿no?
ARIEL: Desde luego. ¿Te parece que ya es suficiente?
ESTELA: Déjame ver…
Estela se mete dentro del agujero.
ESTELA: No. Un poco más.
ARIEL: Nunca había hecho esto.
ESTELA: Ni yo.
ARIEL: A lo mejor nunca nadie lo ha hecho hasta ahora. Seremos las primeras. ¿Cómo se llama a las primeras que hacen algo?
ESTELA: Pioneras.
ARIEL: Eso es. Seremos las pioneras. El mundo entero recordará nuestro nombre. Nos admirarán en todas partes.
ESTELA: No hacemos esto para hacernos famosas…
ARIEL: Pero lo seremos.
ESTELA: …Ni para darnos aires de nada, y mucho menos para que nos tengan envidia.
ARIEL: Yo no he dicho nada de envidias.
ESTELA: Por si acaso… Lo hacemos porque tenemos que hacerlo. Es una misión.
ARIEL: Lo sé… Un deber, un compromiso.
ESTELA: Eso es… Un deber y un compromiso. Un deber con todos y un compromiso con nosotras mismas. La fama es un accidente, no un logro y mucho menos un objetivo.
ARIEL: Ahora te acabas de poner redicha.
ESTELA: Lo siento. Me ha salido así. Pero yo me entiendo y sé que tú también me entiendes.
ARIEL: Pues claro que te entiendo, Estela. Si alguien te envidia, no te preocupes que seré yo.
ESTELA: No tienes nada que envidiar.
ARIEL: Eres muy valiente. Yo no sé si podría.
ESTELA: Seguro que sí, ¿por qué no? La próxima vez te tocará a ti y lo harás muy bien. Ya lo verás.
ARIEL: Gracias. Eres una buena amiga.
ESTELA: Y ahora eres tú la que se pone cursi… Mira, creo que esto ya está.
Vuelve a meterse en el agujero. El suelo le llega aproximadamente por las rodillas.
ARIEL: El tamaño justo.
ESTELA: ¿Quieres probar tú?
ARIEL: Bueno…
Estela sale y se mete Ariel.
ESTELA: ¿Qué tal se está ahí?
ARIEL: Se ve distinto. No sabía que fueses tan alta.
ESTELA: Siempre he sido más alta que tú. Pronto dejaré de serlo.
Ariel sale del agujero.
ARIEL: ¿Y ahora…?
ESTELA: Podría descalzarme, ¿no? A lo mejor me molestan las botas.
ARIEL: Pero vas a coger humedad.
ESTELA: Ya, pero igual es mejor no interponer nada en el contacto con la tierra.
ARIEL: La turba.
ESTELA: Eso, la turba. Lo demás vas a tener que hacerlo tú.
ARIEL: Estoy lista. Cuando quieras.
ESTELA: Allá voy. Deséame suerte.
ARIEL: Sé que la vas a tener… Suerte de la buena, la mejor.
Estela, una vez descalza, se introduce de nuevo en el agujero. Ariel utiliza la pala para rellenar el hueco. Al terminar, golpea para apelmazar.
ARIEL: Esto ya está. Intenta moverte.
Estela se mueve un poco.
ARIEL: ¿Qué tal?
ESTELA: Bien firme. A salvo de huracanes.
ARIEL: Ningún tornado te arrancará del suelo.
ESTELA: Ninguno.
ARIEL: ¿Y ahora?
ESTELA: Siempre serás la misma impaciente. Ahora hay que esperar. Tan solo esperar.
ARIEL: ¿Tardarán mucho en crecerte las raíces?
ESTELA: Esperaré todo el tiempo necesario. No tenemos nada mejor que hacer.
ARIEL: ¿Quieres que te espante los pájaros?
ESTELA: ¡Qué dices! Ojalá se me posase alguno. Un carbonero, por ejemplo.
ARIEL: Mejor una mariposa.
ESTELA: Sí, eso también. Pero si ves que me suben las procesionarias las puedes quitar.
ARIEL: ¿Notas ya algo?
ESTELA: Un cosquilleo. Será la savia que empieza a fluir.
ARIEL: Estela…
ESTELA: ¿Sí?
ARIEL: Si me duermo, ¿te importaría que me echase debajo de ti? Me gustaría que me dieses sombra con los brazos.
ESTELA: Estaré encantada de servirte de ayuda. ¿Oyes?
El ambiente se llena de trinos.
ARIEL: Ya están aquí.
ESTELA: Ya están aquí. Una vez más.
ARIEL: Conseguirás que no sea la última.
ESTELA: Conseguiremos, Ariel. Tú y yo, y alguien más. Conseguiremos.
Ariel se tumba al lado de Estela. Sube el volumen de los trinos que, poco a poco, van mezclándose con ruidos mecánicos, pitos de coches y otros sonidos de la civilización verdaderamente ensordecedores. Oscuro. FIN.
@Pedro_Villora
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