Los días 22 y 23 de noviembre tiene lugar en Granada la undécima edición del Seminario Internacional de Estudios Teatrales, Dramaturgia de la Heterodoxia, que suele poner en relación el teatro del granadino José Moreno Arenas (Albolote, 1954) con el de algún autor relevante de la escena española o internacional. En este caso se trata del también andaluz Jesús Campos (Jaén, 1938), ganador del Premio Nacional de Literatura Dramática por Naufragar por internet además de Presidente de Honor de la Asociación de Autores de Teatro.
A lo largo del último año, Jesús Campos ha publicado una novela, Mundo cruel, primera de las suyas, y la editorial Éride ha recuperado una de sus mejores obras teatrales, Triple salto mortal con pirueta, estrechamente relacionada con la novela.
Hará cosa de un cuarto de siglo, cuando conocí por primera vez Triple salto mortal con pirueta, tanto en la edición que daba cuenta de su victoria en el XVI Certamen Nacional Ciudad de Alcorcón como en el estreno dentro del II Festival Internacional Madrid Sur, pensé de inmediato en el infierno habitado de Sartre. No era ninguna audacia por mi parte dado que Jesús Campos abría su nota al programa de mano con una cita proveniente de A puerta cerrada, pero es verdad que me pareció sobremanera apropiada, como igual lo habría pensado si el autor hubiese convocado la parodia de la burguesía de Ionesco, los rituales macabros de Genet o el espacio del que es imposible zafarse de Buñuel. Me pareció entonces una obra inscrita en las vanguardias culturales europeas de la segunda mitad del siglo XX, con una mezcla de distorsión estructural y formal de sus referentes realistas junto a una crítica de las relaciones económicas y sociales a través de una cosificación del sexo y la violencia. El placer que recibí como lector y espectador me animó a seguir con el máximo interés la carrera de quien no era solo un escritor o un dramaturgo, sino un completo creador teatral que aunaba lo literario y lo escénico con un sentido del espectáculo en el que la palabra era parte principalísima y fundamental pero de ningún modo única. Asistir desde entonces a los estrenos de Jesús Campos era, para mí, tener la seguridad de que iba a participar en un ceremonial oficiado por un maestro del rito, el símbolo y la trascendencia.
Y sin embargo…
Sin embargo, tantos años después de aquel 14 de noviembre de 1997 en que Lola Marceli y Juan y Medio deslumbraron al público desde el escenario del Teatro Municipal Buero Vallejo de Alcorcón, la percepción de la obra es necesariamente otra. Por supuesto que sigue siendo posible la lectura simbólica tan cara no solo a Jesús Campos sino a muchos otros de sus compañeros de generación que transitaron el seno o las cercanías del teatro independiente de los años 70 y hasta bien desarrollada la Transición, pero Triple salto mortal con pirueta ya no es una obra hija de su época, o al menos no es solo eso. Mientras volvía a leerla tenía la impresión de encontrarme con un texto actual que revivía situaciones económicas propias de los años noventa (ese grupo empresarial, esa herencia familiar y ese consejo de administración varias veces aludidos) pero en el que lo importante no era lo social ni lo simbólico sino lo personal. Ya no pensaba en aquellos vanguardistas sino en el más convencional Albee, y no porque Triple salto mortal con pirueta sea ahora una pieza convencional, que no lo es, sino porque la violencia conyugal que atraviesa todas las páginas es hoy más acuciante que la reflexión sobre la otra vida o la muerte de la que Jesús Campos hablaba en su nota y que fue uno de los impulsos para que crease esta valiosísima obra teatral.
En la nueva lectura de Triple salto mortal con pirueta me sobrecoge el rencor, me aturde la manipulación, me conmueve el odio. Me cuestiono menos la pareja abierta, los cuernos, los celos o el aborto, que entonces podían ser situaciones acuciantes, y en cambio me duelen las razones que llevan a Mario y Josefa a destruirse mutuamente hasta la aniquilación que quisieran definitiva. Los posibles amantes, las nuevas parejas más jóvenes o el embarazo de un tercero son meros catalizadores de una serie inaudita de agresiones entre dos seres cegados de ira y sin redención.
La pelea de Mario y Josefa ha llegado muy lejos pero aún puede extenderse. El futuro de hace un cuarto de siglo es el presente de hoy. La sociedad acepta cualquier aventura formal en el escenario pero no admite el menor acto irrespetuoso, no ya amenazante, en el ámbito de la pareja. Las relaciones de dependencia se evitan. La soledad, habitualmente temida, es tanto más valorada cuanto favorece la independencia y la autodeterminación.
Triple salto mortal con pirueta es una obra que ha crecido al tiempo que nuestros valores se iban modificando y depurando. La cultura del pelotazo previa a la crisis del siglo XXI le daba un contexto económico que contrastaba con la certeza de que todo aquello por lo que luchamos se perderá inevitablemente con la muerte inexorable. La sucesión de crímenes en escena venía a reflejar una espiral de ambiciones que no conducían a parte alguna. Pero existía una conciencia del placer inmediato donde el dolor sadomasoquista podía ser igualmente atractivo. Los años veinte del siglo XXI son más conservadores en lo moral que los noventa del siglo pasado. La hipersexualización de cualquier imagen publicitaria de décadas recientes se ha abandonado, de la misma manera que se rechaza el uso capitalista de los cuerpos. Se favorece el individualismo en la elección de una identidad para sumirse de inmediato en el pensamiento comunitario de un colectivo. Lo privado se hace público y el comportamiento, como las opiniones, son una y otra vez analizados y, en su caso, proscritos. En este contexto, tan diferente al de su origen, Triple salto mortal con pirueta adquiere una relevancia difícilmente soportable, porque nos hace ver que la responsabilidad de nuestros actos violentos no es de nadie sino nuestra y que todos llevamos un agresor en nuestro interior. En estos tiempos en que se culpa y se juzga a los demás, Jesús Campos nos advierte de que el infierno no son los otros sino nosotros, y que no apelemos a la educación ni a los genes ni a la sociedad para justificar nuestros actos, porque lo que hacemos depende únicamente de nuestra voluntad. Tenemos en nuestra mano apostar por el bien pero nos atrae el abismo del mal. Decimos anhelar la vida mas procuramos la muerte. Aseguramos que nos mueve el amor y lo cierto es que nos guía el deseo.
Tal vez los censores hipócritas y puritanos de hoy sean los hijos de aquellos resentidos y mordaces Josefa y Mario. Acaso nuestro mundo áspero, burócrata, desapasionado y represor sea consecuencia de la sobredosis de voluntad visceral e irrefrenable del ayer. Puede ser que de este triple salto con pirueta sea la palabra “mortal” la que menos haya cambiado. Aunque hay algo más que sigue como antes: Jesús Campos era un autor inmenso entonces lo mismo que hoy.
@Pedro_Villora
Artistas