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Blogs Barrio de las letras por Pedro Víllora

Savater enamorado

Savater enamorado
Pedro Víllora el

Hace cinco años, el 18 de marzo de 2015, falleció Sara Torres, a quien no conocí y de quien, sin embargo, me he enamorado, siquiera como personaje. Torres ha sido el gran amor de Fernando Savater, y a ella le ha consagrado el más hermoso libro que he leído en mucho tiempo.

“La peor parte. Memorias de amor” es un paseo por la vida, el amor y la muerte de la persona que compartió treinta y cinco años de intimidad con el escritor. La humildad horaciana lo lleva a quitarse continuamente importancia y a señalar cómo ella es la inteligente, la resolutiva y la enérgica de la pareja. Dado que tengo a Savater como una referencia obligada en cuestiones de ética, compromiso, ciudadanía y civilidad, asumo que cada palabra que dice es verdad y que Sara Torres fue realmente esa persona divertida, combativa, apasionada y rebelde que nos cuenta. Así es como él la ve y de esta manera lo transmite, con un retrato amoroso que contagia de alegría y felicidad al leerlo. Porque es curioso que un libro que una y otra vez alude a la pérdida, a la enfermedad fatal, al sinsentido de la vida sin la persona amada, sea a la vez un texto tan optimista y luminoso: el amor existe, su llegada sorprende y su desaparición destroza, pero su aparición se convierte en un objetivo que no necesita más. El amor solo reclama amor y al obtenerlo se alcanza la calma, la satisfacción de vivir para alguien y no sólo para uno mismo.

El libro consta de dos partes bien diferentes. La primera, “Caer en desgracia”, es una suerte de boqueadas a propósito de la ausencia y el sufrimiento. Son apuntes sobre el contraste entre desolación y disfrute que comentan el consuelo imposible tras la desaparición. Es un preámbulo digno, todo lo sereno que puede ser la reflexión sobre un dolor que no cesa, pero no es propiamente el argumento del libro. Nos prepara para conmovernos, pero al tiempo podría abrir un camino a la decepción: “¿Seguro que es para tanto?”, cabría preguntarse. Y la respuesta es sí.

“Mi vida con ella”, la segunda parte de estas memorias, es la delicada y cuidadosa creación de un personaje con su parte de enigma, del que apenas se sabe de dónde viene, que se ha construido a sí mismo y que no obstante se ofrece sin ocultamientos. Sara esconde su pasado, su infancia pobre, acaso maltratada, pero se da, se entrega, desde el momento en que asume la autonomía de sus decisiones. Es alguien que se caracteriza por lo que hace, no por lo que ha sido, y que por ello actúa en términos de presente dinámico, proactivo. Es la joven canario-catalana que llega a San Sebastián y se integra en el mundo euskaldún, en la ETA antifranquista, y que seduce por cierta arrogancia inquietante a su profesor. Savater encuentra en ella un desafío que lo apartará de una relativa tendencia a la comodidad y lo instalará en una situación de noviazgo permanente, cuando todo es asombro, admiración y ganas.

La descripción de su vida amorosa, conyugal sin querer que lo sea, se hace con una refrescante falta de pudor. Savater nos abre la puerta al sexo, a la fidelidad sentimental que no física, pero especialmente a la intimidad intelectual y personal que los lleva a pensar igual, a la complicidad absoluta. El amor asume el papel motor que hasta entonces era ocupado por el trabajo y el compromiso. Y ese amor alcanza una dimensión política cuando, en tiempos del asesinato de Yoyes, alumna de doctorado de Savater, Sara Torres va armando una argumentación contra el nacionalismo de la que irá participando el escritor hasta convertirse él en cara visible del movimiento que se enfrentó a la violencia y el engaño supremacista en medio de la incomprensión y hasta el rechazo de la progresía.

En 2003, Fernando Savater había publicado “Mira por dónde”, una “autobiografía razonada” centrada en sus avatares sociales, ideológicos y políticos, y en la que dedicaba muchas y jugosas páginas al movimiento ¡Basta ya!. Lo que no está en ese libro magnífico es la vida amorosa de su autor, referida muy de pasada, y por eso tampoco era posible calibrar la importancia de Sara Torres en estas actividades. De hecho, quien desee saber pormenores del pasado sentimental de Savater necesitará acudir a otros libros de sus amigos, como las igualmente espléndidas memorias de Luis Antonio de Villena, en las que aparece, que no a este, donde guarda un silencio respetuoso y respetable. En “La peor parte”, con testimonios tan relevantes como el de la admirable Maite Pagazaurtundúa, asistimos a la evolución de alguien que lleva su radicalismo al enfrentamiento total respecto de aquellos a quienes acompañó en su juventud. Fernando Savater cuenta así su propio cambio, tan señalado al moverse en un entorno intelectual que no entendía la incompatibilidad de ser progresista y nacionalista.

El epílogo de “La peor parte” es el relato de la enfermedad que acabó con Torres en pocos meses, mientras seguía pergeñando proyectos y expresando deseos. Con su muerte se cierra un libro que sin duda ha debido ser doloroso para su autor pero también gozoso, pues escribir y describir un amor tan bello es también revivirlo, y contagiarnos de él a los lectores es hacerlo inolvidable, acaso inmortal.

@Pedro_Villora

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