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Blogs La viga en el ojo por Fredy Massad

Entrevista a Josep Lluis Mateo (2ª parte)

Entrevista a Josep Lluis Mateo (2ª parte)
Fredy Massad el

En este segundo bloque se conversa acerca del estado de la crítica de arquitectura, cuál debiera ser la función del crítico, el pensamiento frente a la abundancia de información.

Afirmas entonces que no ha surgido ningún edificio que haya marcado un tiempo, que haya supuesto un antes y un después. ¿Derivaría esto de la falta de una idea clara? La arquitectura ha acabado cayendo en manos del mercado – creo que podría decirse que incluso la arquitectura pública− (y no entendiendo necesariamente el término «mercado» desde una concepción satánica sino desde la idea del edificio como objeto de consumo). Y además, de la misma manera que no hay edificios remarcables, tampoco se ha producido ningún tipo de reflexión de trascendencia.

Ése es otro punto crucial que ha sucedido paralelamente: la desaparición fáctica de la crítica.

Yo puedo recordar cuando aún había críticos: Bruno Zevi, Kenneth Frampton, Ignasi de Solà-Morales, Reiner Banham, Oriol Bohigas … Había voces hablando de arquitectura, que analizaban y, en paralelo, proponían. Eran como unos interlocutores a distancia que proporcionaban un referente que te ayudaba a situarte en el mundo.

Este rol ha desparecido, quizá porque no son necesarios… A pesar de que mi opinión es que sí lo son. Para mí sí tuvieron un sentido, una utilidad, y echo a faltar figuras con esa función. Porque la alternativa no es mayor libertad individual, sino una situación en que sólo hay vacío o mentiras.

Tenemos las figuras del supuesto crítico que, en realidad, hace las veces de agente de prensa o bien el que denuesta a toro pasado, críticos que en su momento no llamaron la atención sobre acciones arquitectónicas que estaban en curso o proponiéndose entonces, pero que en esta coyuntura sí se atreven a criticar con ferocidad esos edificios o proyectos sobre los que, en su momento, guardaron silencio.

Sobre estos últimos, ¿más preferible que rasgarse ahora las vestiduras no habría sido más coherente examinar, poner en tela de juicio, valorar los hechos en su momento y atreverse hablar claro? Rectificar a posteriori si era preciso, pero no esperar a que las circunstancias se convirtieran en la salvaguarda, en la confirmación de una celebración segura de esa opinión crítica.

Yo creo que el papel más útil de la crítica, antes que dedicarse a poner en tela de juicio, es el de apostar por algo. Criticar despiadadamente ahora mismo, digamos, a Nouvel, a Calatrava… es de una vulgaridad tremenda, no tiene el menor interés. Pero, en cambio, seguramente es mucho más importante apostar por algo o alguien.

Lo que está gestándose, aún no está construido, es todavía frágil. Por eso, cualquier acción que pueda ayudar a que eso se consolide va a ejercer necesariamente un papel positivo.  Que después tenga una u otra evolución…es otra cuestión.De ese modo, más que oponerte a un mundo – que, de hecho, ya está en descomposición – propones algo en lo que sí valga la pena concentrar interés.

Acepto esa observación como algo que yo mismo debería dedicar más energía a hacer.

A veces, la mejor crítica a algo es no hablar de ello, ignorarlo, y focalizar en lo que sí se reconoce como de interés positivo. Haciendo una metáfora: es como si eliges rechazar atacar una fortificación, no plantarle batalla y dejar a su propia suerte a los que están en su interior. Tú sigues tu camino.

En definitiva el papel del artista (y del crítico) siempre ha sido señalar que la vida estaba en otra parte.

La Bienal de Venecia fue otro de estos casos de supuesto despertar contra un estado pernicioso para la arquitectura, pero que en realidad no fue más que complacencia, ombliguismo, hipocresía, banalidad y falta de propuestas reales, y no hubo a esto réplicas que supusieran señalar la flagrancia de esta posición. Ante una situación como ésta, creo que una crítica negativa conlleva un efecto de reacción positivo.

La pasada bienal fue un total fracaso y la mayor parte de medios que han hablado de ella, básicamente, han dicho tonterías. Únicamente las personas inteligentes, algunos de ellos incluso vinculados a anteriores ediciones de la bienal, se han atrevido a criticar sin piedad esta edición. El pensamiento nulo, la pura propaganda… No es imaginable que afecte realmente a la cultura arquitectónica viva. Y cada vez menos, también, a los mecanismos del mercado. Es demasiado autista y autocomplaciente.

Esto se extiende sin duda al traslado de la reflexión sobre la arquitectura a instalaciones, performances…que vemos ahora proliferar, consecuencia también de la reducción de dinero que invertir en construcción.

Naturalmente, cualquiera de este tipo de acciones tiene que tener una relación con la idea que defiendas.

Yo entiendo que la arquitectura se construye y se disfruta de un determinado modo, y que las ideas sobre la arquitectura pueden explicarse de otra manera, que seguramente es la manera en que deben explicarse en un marco como, por ejemplo, la Bienal de Venecia. La relación entre el edificio, la arquitectura como objeto, sus usuarios…

En Venecia se explican historias, se intentan comunicar conceptos, el problema es qué se comunica y cómo. Cuando no hay nada que comunicar, el evento se convierte en algo desagradable: una pura escenografía falsa en la que las palabras suenan a hueco.

¿Esta desaparición de la crítica no tiene que ver también con una frivolización perversa de la cultura y los medios han acabado cayendo en manos de personas que los han sumergido en esa tendencia? Abitare ha editado números monográficos dedicados a arquitectos como Foster, Hadid o Ingels, en los que se les sigue en su día a día, cual celebridades. ¿Sirve de algo esto para hablar de arquitectura, crear algún tipo de mensaje más allá de la mera banalidad?

Las revistas están sufriendo una decadencia total debido a las transformaciones que ha impuesto lo digital sobre los medios de comunicación escritos.

Ahora mismo hay pocas revistas y, las que quedan, están atravesando muchas dificultades.

Aplicando una óptica darwiniana, hay que suponer que cuando las cosas desaparecen se debe a determinadas razones. Y si las revistas no son necesarias, ¿cuál es entonces la voz necesaria?

Quizá esa desaparición es simplemente una consecuencia inevitable. O bien se produce una transformación y la información se traslada a la web u otros puntos, donde sí se construye un determinado tipo de mensaje interesante y que la gente sigue. Por tanto, desde la óptica darwiniana, que pide no tanto lamentarse sino intentar entenderlo,  ver la desaparición de algo cabe entenderlo como una evidencia de que ya no era necesaria.

Pero sin embargo, el conocimiento sigue existiendo, sigue habiendo personas que dicen cosas interesantes, sigue habiendo obras, sigue habiendo arquitectos…pero cada vez es más necesario buscar más a fondo para poder encontrarlos. Cada vez hay que ser más listo para evitar dejarse entontecer. Quizá podría afirmarse la hipótesis malvada de que en un mundo de comunicación abierta y generalizada no se potencia la cualificación intelectual de la gente, sino que esto redunda en su embrutecimiento.

Digamos que, en todo caso, esta época de abundancia de información aún exige un mayor esfuerzo.

Mencionabas a Ingels, y yo creo que su figura ha sido un revulsivo dentro de la tradición nórdica, en la cual la contemporaneidad había desaparecido por muchos años.  Su aparición genera algo como un nuevo espacio y, en este sentido, lo considero positivo. Está por ver en un futuro, el viento del pasado no le es favorable…

 

Paul Klee, Angelus Novus, 1920.

 

¿A qué aludes con este concepto del «viento del pasado»?

Quiero decir que desde la tradición desde la que opera, el modelo holandés del siglo pasado, es difícil imaginar su futuro.

Pero el significado personal que doy a esa expresión del viento del pasado se debe a que en este momento me sucede una cosa curiosa: estoy siendo recogido por vientos del pasado mientras llevamos adelante nuevos proyectos.

Tomo esa expresión del «ángel de la historia» de Walter Benjamin, ilustrado con el ángel de Paul Klee: «y entonces recibe el viento del pasado y mira con ojos desorbitados un espectáculo que tú no ves, porque es el futuro». Yo no miro con ojos desorbitados  pero sí que ese viento del pasado mío podría ser una serie de proyectos que son, podría decirse, como del pasado, y que ahora, curiosamente, renacen.

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