La conversación con Mónica Rivera y Emiliano López continúa ahondando en esta segunda parte en torno a cuestiones relativas al enfoque de su propio hacer arquitectónico, sin perder de vista el tema de las ciertas contradicciones vigentes sobre asuntos como la sostenibilidad o la austeridad, ya abordado en la primera parte.
Emiliano López (E.L).- Ante esa insistencia sobre la necesidad de pensar, hay que presentar dos preguntas fundamentales: ¿en qué se debe pensar?, y ¿en qué se está pensando?
Para nosotros siempre ha supuesto un reto tratar de ver y entender toda la complejidad de un proceso arquitectónico. Entender cómo funcionan las constructoras, cómo funcionan todos los grandes operadores públicos, las obras privadas; entender las normativas y tratar de afrontar todo este entramado de una manera propia, específica.
Concretamente desde vuestra experiencia en el campo de la investigación sobre vivienda social, ¿cuál es vuestra impresión general sobre la actitud que ha predominado dentro del panorama de la construcción en los últimos años?
E.L.- Creo que todo lo que se ha venido haciendo es excesivamente llano y cartesiano, se ha planteado para evitar el conflicto. Nula complejidad: se ha propuesto una vivienda para un habitante estándar, de tres habitaciones, sin ningún tipo de alma, encasillando de manera idéntica a todo el mundo.
En las viviendas de alquiler para jóvenes en Sant Andreu comenzasteis a indagar en la reivindicación de una concepción más sensible del espacio doméstico, a querer afirmar que era posible proponer vivienda social con valor arquitectónico. Una investigación que posteriormente habéis trasladado a vuestros proyectos de vivienda particular unifamiliar.
E.L.- Entendíamos que un proyecto como ése, que requería diseñar unas viviendas de superficie muy reducida, para un habitante de paso, implicaba dejar de plantear en un sentido convencional la idea de salón, cocina, baño… Se trataba de generar espacios capaces de posibilitar multiplicidad de usos y que fueran agregándose los unos a los otros, que fueran también espacios atentos a lo que sucede en sus adyacencias. Esta secuencia de diferentes espacios fue encadenando todo el programa y conformando el proyecto.
Mónica Rivera (M.R.).- Siempre nos interesa pensar cuáles van a ser las relaciones entre espacio y uso, plantear cómo hacer algo que sea amable para ser usado. Anticipar la actividad que se genera en torno a cada elemento doméstico y poder proporcionar respuestas físicas que se acomoden a cada posibilidad de situación; analizar cómo un mismo elemento puede dar pie a más de un uso, y que esos usos no estén contenidos de manera evidente en la forma física de ese objeto o ese espacio sino latentes, propiciadas por sus condiciones físicas.
Aludíais a cómo esa búsqueda de respuestas, también de preguntas, ralentiza la velocidad de vuestro trabajo pero resulta en una atención minuciosa no sólo a las cuestiones relativas al diseño del proyecto sino también a las que atañen al proceso. Hacéis que una parte fundamental de esta parte sea el diálogo y la implicación activa de todos los actores que intervienen en la realización del proyecto.
M.R.- Nuestro planteamiento es trabajar para un fin común. Buscar soluciones que sean satisfactorias tanto para los clientes como para nosotros. Es una posición que nos acaba resultando más laboriosa porque requiere mucho diálogo y dar muchas vueltas hasta darle forma a ese común denominador. Podríamos optar por escuchar superficialmente al cliente, hacer lo que quisiéramos y cuando el cliente nos dijera que algo no le convence o le funciona, negarnos a cambiarlo. Preferimos llevar a cabo todo un trabajo previo intenso de escuchar y hablar, para tener claros los parámetros, necesidades, deseos y restricciones antes de ofrecer una propuesta
E.L.- Todos nuestros proyectos son el resultado de las aportaciones de diferentes personas, del establecimiento de relaciones entre equipos multidisciplinares, basados en la eficiencia y sobretodo en el respeto y confianza mutua. Esto por nuestra parte nos lleva a que planteemos el proyecto claramente como una colaboración, en ningún caso como una imposición de nuestras ideas ni al promotor, ni al cliente…
Para nosotros siempre ha supuesto un reto tratar de ver y entender toda la complejidad de un proceso arquitectónico. Entender cómo funcionan las constructoras, todos los grandes operadores públicos, las obras privadas…Entender las normativas y tratar de afrontar todo este entramado de una manera propia, específica.
Supongo que eso libera de acabar cayendo aprisionados en las cuestiones formales.
E.L.- No hay voluntad formal, ni tampoco asumimos cada proyecto desde la intención de hacer de él “el proyecto de nuestra vida”.
Lo que nos interesa es poder desarrollar una relación de complicidad, de claridad, donde el cliente comprenda que podemos errar pero que estamos totalmente comprometidos con el proyecto. El equipo humano siempre es decisivo y repercute en el nivel del resultado final de cada obra. Estamos abiertos a personas con buenas ideas. Sean clientes, promotores, constructora…Y creo que ése es un factor que ha hecho que ninguno de nuestros proyectos se parezca a otro, porque ninguno se trata de un guión exclusivamente nuestro.
¿Cómo ha ido definiéndose y consolidándose esa actitud a lo largo de vuestra trayectoria?
E.L.- Con la experiencia del Hotel Aire de Bardenas descubrimos otras maneras de hacer. En este proyecto, el principal promotor, Alejandro Ahedo, decidió no trabajar con una constructora al uso sino hacerse él mismo cargo de la gestión y coordinación de los distintos actores que intervenían en la obra.
Por el contrario, en el caso de las viviendas para jóvenes promovidas por INCASOL, aprendimos mucho del trabajo con una constructora al uso. Una constructora, Constructora d’Aro, que en este caso estaba realmente empeñada tanto en realizar una buena arquitectura como en entendernos a nosotros y que actuó también desde una posición propositiva y paciente con nuestra inexperiencia. Y también nos hemos encontrado con el caso inverso: aprender qué es una mala constructora, con falta de comunicación entre sus miembros, falta de rigor a la hora de entender el proyecto e incapacidad para anticiparse a los problemas y evitar que la obra sufra.
Toda nuestra formulación de preguntas acerca de maneras alternativas de gestionar la construcción de nuestros proyectos, nos ha llevado recientemente a entrar en una fase en la que trabajamos directamente con el cliente para plantear la construcción de su casa, prescindiendo de constructora tradicional.
Esto es algo que aprendimos a través de la colaboración con Ahedo y que nos ha sido posible implementar en otro proyecto antes de lo que esperábamos gracias a otro cliente también muy abierto, apasionado e implicado con el proceso de construir su casa y que, intuyendo que había otra manera posible de hacer las cosas, dedicó tiempo junto a nosotros para encontrarla.
Se trata de ahorrar costes evitando el exceso de intermediarios, un sistema en el que todos los involucrados −tanto en el proceso de redacción como en el proceso de construcción del proyecto− pueden trabajar muy de cerca y ordenadamente de manera que permita resolver y anticiparse a todo con mayor eficacia y precisión.
M.R.- Esto último nos devuelve quizá al tema de ese discurso actual sobre la austeridad y los riesgos que conlleva una mala comprensión de qué significa. No se trata de hacer, por ejemplo, cubos superindustrializados, planificados y baratos sino estudiar hasta dónde llega tu ambición y presupuesto para así poder ahorrar en el sistema y poder invertir mayor ambición en la complejidad de espacios, relaciones entre ellos…
La reacción a las circunstancias de crisis está pecando en muchos casos de simplismo, ya que se trata de proponer como respuestas planteamientos y argumentos de austeridad o, digamos, contención económica, que en realidad se basan en una pauperización material de la arquitectura. En vuestro caso, abogáis por aunar tecnologías y técnicas tradicionales y contemporáneas para procurar una arquitectura de calidad, bien construida, capaz de aportar elementos innovadores (aunque sin estridencias) a nivel de uso, de efecto estético…
E.L.- Creemos que debe trabajarse con todas las posibilidades que ofrece la industria. Los proyectos que ahora mismo estamos llevando adelante son mucho más ambiciosos técnicamente. Cada vez necesitan más planos para ser entendibles y ser construidos. Y creo que son proyectos ricos y complejos.
Nuestra arquitectura ha evolucionado volviéndose cada vez más sofisticada desde, por ejemplo, el interés por cuestiones como el apego de las personas a la arquitectura. Observamos con atención las arquitecturas tradicionales pero no para recuperar la imagen vernácula de lo construido sino su esencia, y hacerlo aplicando sistemas constructivos equivalentes a los del pasado, pero mucho más industrializados, tecnificados, controlados.
En el proyecto para una cooperativa de vivienda que hemos planteado junto al constructor y promotor José Otero Pombo, a base de dialogar e investigar junto a él, hemos comprobado que mediante la previa industrialización de determinadas partes de la construcción, es posible reducir el tiempo de ejecución y, por consiguiente, ahorrar costes. Planteamos una industrialización previa de sistemas de maderas contralaminadas procedentes de Austria.
En este caso, y aunque se trata de una obra ubicada en Galicia, es totalmente viable económicamente el uso de sistemas procedentes de Austria. No obstante, paradójicamente, seguimos con la tradición de construcción en madera propia de Galicia, pero aplicando nuevas tecnologías que quizás puedan abrir futuras vías de producción locales.
En este proyecto, el ahorro resultado de una búsqueda de máxima eficiencia en la construcción, permite que el dinero de los cooperativistas pueda invertirse en componentes que redunden en una mejora del confort y la calidad de sus viviendas.
En la imagen: Reforma interior de un piso en el barrio de El Raval (Barcelona). Fotografía: Román Yñán
(Entrevista a López Rivera Arquitectos, 3ª parte)
Entrevistas