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Blogs La viga en el ojo por Fredy Massad

Entrevista a Resolve Collective

Entrevista a Resolve Collective
Fredy Massad el

Entre el 17 y 18 de noviembre de 2023 tuvo lugar en Londres el simposio «Architectures of Planetary Well-Being», creado por re:arc institute y en el que participaron Anumpama Kundoo, Material Cultures, Worofila y Resolve Collective.

Con base en Londres, Resolve Collective es un equipo interdisciplinar de diseño cuyos seis miembros integran conocimientos procedentes de la arquitectura, la ingeniería, la tecnología y el arte. Sus proyectos, instalaciones, talleres, conferencias y la actividad docente que desarrollan por todo el mundo buscan plantear «visiones de cambio justas y equitativas dentro de nuestro entorno construido».

Activistas, decididamente alejados del modelo de arquitecto liberal, la siguiente conversación con Akil y Seth Scafe-Smith, fundadores de este colectivo, fue una oportunidad para conocer de primera mano los ideales y objetivos que sustentan este tipo de prácticas y profundizar sobre ello.

Afirmáis que vuestra prioridad no es el valor estético del diseño, sino valeros del diseño para hacer de él un mecanismo que sirva para activar un cambio político y socioeconómico.

La idea que teníamos en mente cuando comenzamos no era concebir un producto, sino más bien comprometerse con un proceso. Un proceso centrado en trabajar con la gente, en concreto con la gente local, que en nuestro caso eran los habitantes del barrio de Brixton. Nos interesan mucho las condiciones y experiencias que nosotros conocemos por ser parte de esa comunidad, pero también las que están teniendo otras organizaciones e individuos y ver cómo nuestro espacio o proceso puede trabajar dentro de esos otros paisajes. El proceso es lo que dirige la visión del proyecto.

¿Os interesa más este tipo de acciones que desarrollar proyectos destinados a crear edificios ‘permanentes’?

La cuestión de «temporalidad» y «permanencia» es bastante compleja de abordar. Algunos de nuestros proyectos tienen ese carácter temporal debido a las condiciones dentro de las que se nos pidió trabajar, sin recursos de apoyo, disponiendo únicamente de un pequeño espacio y, a la vez, de una enorme oportunidad para poder llevar algo a cabo dentro de un plazo de tiempo dentro de las normativas en vigor. Estos casos nos han dado a comprobar que la temporalidad posee un valor y una fuerza muy específicos que nos ha permitido sacar el máximo partido a lo que podíamos hacer, ya desde las fases más iniciales. Y también encontramos en esto una herramienta y método útiles para congregar personas, aunque fuera sólo por un breve periodo.

Las ideas que surgen de estas acciones temporales tienen una sustancia permanente y pueden ser transferidas a través de diferentes lugares y comunidades porque significan que no estás ‘aferrado’ a un edificio u otro tipo de estructura, grande o pequeña. Esto no quiere decir que seamos anti-edificios, sino que no nos interesa construir nuevos edificios. Ya estamos rodeados de demasiados edificios que seguramente no necesitamos y contar con activos y espacios que no tienen que ser permanentes, pero que sí ayuden de una manera continuada a desafiar ideas y explorar cómo trabajar con comunidades locales y apoyarlas, evolucionando a través de esos retos, es para nosotros algo sumamente interesante.

 

¿Es «activación», antes que «construcción», la palabra con la que definir a Resolve Collective?

Esas propuestas temporales de activación nos están ofreciendo los recursos y espacios necesarios para experimentar, y esta experimentación es crucial para nuestra práctica porque significa poder ensayar futuros radicales a largo plazo.

Estamos explorando cuestiones como la igualdad y la justicia, el medioambiente, la equidad racial, futuros materiales y cómo trabajar con el material y su distribución, algo ligado a la redistribución del poder y del suelo. Todo ello son cosas que no pueden plantearse dentro de la industria de la construcción desde la creación de estructuras permanentes, pero que sí puedes examinar cuando se plantean de manera temporal e independiente y tú eres tanto promotor como mano de obra y estás completamente implicado en el proceso y controlas en gran medida las variables. Como arquitectos podemos proponer respuestas a cuestiones como el déficit de vivienda, la redistribución de la propiedad, las viviendas y la arquitectura… Reutilizar recursos para hacer algo en todos sentidos es claramente la clave.

¿Posicionamientos heterodoxos como los que planteáis lograrán introducir, a medio o largo plazo, cambios dentro de ese perfil de la arquitectura aún hoy excesivamente conservador y ligado a las dinámicas económicas y políticas hegemónicas?

Lo que estamos proponiendo son una serie de herramientas que nosotros empleamos dentro de nuestra propia práctica. La arquitectura es una de esas herramientas disponibles y la hacemos trabajar junto a otras, como por ejemplo tomando préstamos de las prácticas artísticas. Trabajamos entremedias, a través de diferentes disciplinas. Este es el método a través del cual, digamos, vivimos, estamos atentos y preparados. No es necesariamente un posicionamiento a través del cual estemos afirmando que queremos cambiar la arquitectura y vamos a hacerlo, pero sí que nos permite llevar a cabo eso en lo que estamos interesados: cuestionar los retos que plantea la experiencia en un entorno construido, en un paisaje enmarcado por la arquitectura y en donde esta juegue un papel muy importante. Pero para reevaluar algunos de esos retos es necesario repensar el modo en que la arquitectura es observada y la relación y equilibrio que mantiene con todos los campos integrados en ella. Esto es lo que nos interesa sobretodo.

 

¿Destacáis algunas figuras clave de referencia?

Nuestras referencias son de todo tipo, procedentes de muy distintos ámbitos. Como trabajamos por nuestra cuenta y nuestros proyectos tienen un carácter esencialmente temporal, nuestros métodos van variando y nos encontramos con frecuencia emprendiendo nuevos trayectos.

Nuestro estudio no se dedica a terminar proyectos por beneficio económico, sino a generar plataformas para que otros puedan también terminar un proyecto, nutrir las prácticas que están desarrollando otros y también pensar cómo pueden maximizarse los recursos (recursos de conocimiento, recursos económicos…). Parte de este planteamiento procede de diferentes pensamientos sobre el entorno construido, incluyendo tradiciones negras que pueden encontrarse en el Caribe, Gran Bretaña, Estados Unidos y el oeste de África. Igualmente, cada vez hemos ido prestando más atención a movimientos e infraestructuras en países africanos, como Senegal, la isla de Singo, Ghana…

Dicho esto, la verdad es que nuestras referencias siempre están variando y evolucionando. Si nos hubieras formulado esta pregunta hace cinco años, muy probablemente hubiéramos citado nombres de artistas que, de hecho, aún seguimos teniendo como referentes, pero te diría que hoy nos influyen más discursos filosóficos que plantean cómo pensar y criticar los actuales modelos organizativos y, consecuentemente, cómo desarrollar infraestructura y construir nuevas cosas. Para ello es más importante que estemos influidos por ideas más que por individuos, pero el carácter y el trabajo de muchas figuras individuales siguen proporcionándonos muchas ideas de fondo que siguen siendo influencias importantísimas para nosotros.

Estuvisteis trabajando en Palestina a comienzos de 2023.

Sí, estuvimos colaborando con una galería local. Esa colaboración incluyó trabajar con dos escuelas, una de Ramallah y otra de Kufr’Aqab. Nos interesaba abordar la idea de la solidaridad y lo que esta significa para la gente joven, buscando comprender sus conceptos de esta a través de la realización de ejercicios con materiales. Digamos que esa galería fue como una especie de base de operaciones ya que durante el tiempo en que estuvimos allí pudimos tomar contacto con muchos equipos de arquitectura realmente inspiradores: gente que está construyendo arquitectura para todos los días, organizaciones que gestionan programas de residencias para artistas…y con los que tuvimos la oportunidad de trabajar sobre el terreno.

Para nosotros, como organización, resulta de algún modo complicado decir para qué estamos luchando porque se nos juzga por lanzar nuestras reivindicaciones y formular nuestros principios de solidaridad con Palestina desde aquí. Lo que de ningún modo estamos proclamando es que la arquitectura, sea la disciplina o nuestro propio planteamiento, pueda ser capaz de lograr la libertad para los palestinos. Lo que equipos como el nuestro pueden hacer en este momento es expresar solidaridad a través de las herramientas que tenemos en nuestras manos y que nos permitan concienciar a nuestro alrededor respecto a la grave situación en que hoy Palestina se encuentra. Hay organizaciones dentro del mundo del arte que pueden jugar un papel crítico con su apoyo, pero no queremos dar ningún tipo de brillo a lo que estamos haciendo porque hay organizaciones que sí están de verdad haciendo el trabajo en la línea de frente y son esas las que merecen todo el reconocimiento.

 

La dimensión material es otro elemento con importancia clave dentro de vuestras experimentaciones. Ante la actual preocupación por la sostenibilidad y el rigor en torno a los materiales verdes o ecológicos, ¿es posible desarrollar esas experimentaciones sin que el trabajo con materiales como el plástico dentro de determinados contextos sea visto con un impedimento insalvable?

Siempre elegimos materiales viejos, y muchos de esos materiales pueden no formar parte de aquello que estatutariamente es considerado «verde» o «ecológico». Trabajamos con plástico, tejidos… con materiales de todo tipo. Lo esencial es que se trata de elementos que salvamos y que reutilizamos ese material para evitar que se convierta en residuo potencial y, en lugar de ello, pueda convertirse en materia para usar, o con la que jugar o narrar una historia.

La idea de «salvar» y «reutilizar» es crucial en nuestro caso, porque no somos un estudio dedicado al desarrollo material. A diferencia de otros estudios, nosotros no desarrollamos nuevos materiales –aunque no es algo que rechacemos, hay muchos estudios haciendo un trabajo interesantísimo en ese sentido-. Nosotros operamos desde el pensamiento de trabajar con materiales ya existentes, y eso no siempre se ajusta al sentido convencional de «material», entendido como algo físico y táctil, por ejemplo: madera u hormigón. El material puede ser conocimiento, historias, personas… «Salvar» y «reutilizar» hablan de un diferente planteamiento temporal, de un marco de tiempo distinto, de situar un segmento de tiempo distinto sobre las cosas. Nos interesa trabajar con los materiales en ese marco temporal distinto, un marco que es mucho más cuidadoso y comprensivo, más sensible hacia las condiciones existentes, las condiciones creadas por esos materiales y que se pregunta cómo puede trabajarse dentro de esa condición y reconocer las potenciales oportunidades que brinda en lugar de plantearnos cómo desarrollar un material que trabaje mejor que uno que ya está presente.

¿Ligáis esto al concepto «economía circular»?

Sí. Nos interesa tomar algo que no era una silla y convertirlo en una silla, por decirlo de algún modo. Pero, más que eso, lo que nos interesa es que, si creas limitaciones que te presenten desafíos para tratar de construir nuevas cosas y cómo evalúas lo existente, te impones observar el entorno de manera distinta: te fuerzas a tener una perspectiva distinta sobre la inversión de capital, sobre el diseño…Te fuerzas a tener una perspectiva distinta sobre casi

todo, y eso es justamente lo que a nosotros nos interesa.

Integrados como colectivo, ¿cómo organizáis vuestro trabajo?

Nos vemos como integrantes de una ecología en la que también hay otros equipos trabajando; algunos de ellos son arquitectos, pero la mayoría no lo son. Entendiéndonos como parte intrínseca de esa ecología, cuando podemos desplegarnos y movilizarnos dentro de diferentes proyectos, junto a artistas, músicos, poetas…, es cuando constatamos cómo toma forma ese espíritu colectivo.

Como organización, Resolve Collective es muy pequeña. Somos seis personas y, siendo realistas, nuestro perfil tiene más que ver con el de un estudio de artistas. Trabajan aquí personas con diferentes habilidades y diferentes combinaciones de conocimiento. Esto significa que cuando llega un proyecto analizamos qué destrezas requiere y definimos de qué manera vamos a poder trabajar en él.

Algo que quizá nos ha marcado es el hecho de que arrancamos siendo un equipo de tres que después se redujo a dos. Durante mucho tiempo estuvimos trabajando sólo Akil y Seth y luego volvimos a crecer a través de los proyectos que fueron surgiendo.

Durante este simposio en el que habéis participado se ha hablado de que las formas de concebir y practicar la arquitectura están dirigiéndose cada vez más hacia conceptos de trabajo colectivo como el que el vuestro plantea. No son estrategias ni planteamientos nuevos, pero sí parece evidente que han ganado en visibilidad. ¿Es el contexto en que nos encontramos el que está potenciándolas?

Puede decirse que estamos en un momento muy adecuado para plantear colectivas estructuras de trabajo. Este marco interdisciplinar, multidisciplinar, transdisciplinar o incluso antidisciplinar es un reconocimiento de la realidad en que estamos viviendo.

La arquitectura como disciplina es una aberración, una incoherencia dentro de la historia humana del construir. Los arquitectos no fueron parte necesaria de esa actividad durante muchísimo tiempo. La gente siempre ha construido, en todos los sentidos de la palabra, de manera colectiva, aunando conocimientos de campos particulares. Ahora mismo estamos en un momento en que decir algo así resulta normal y no radical.

Y hay que distinguir cuidadosamente entre la expresión «momento adecuado» en vez de la de «buen momento» porque lo cierto es que los mecanismos financieros que permitían experimentaciones de este tipo hace un tiempo hoy están viniéndose abajo. Este gobierno, que cada vez se manifiesta más crecientemente fascista, está retirando las ayudas a equipos que plantean expresiones radicales como las que nosotros hacemos y se está volviendo muy difícil poder negociar.

 

¿Qué os pareció «Laboratory of the Future», la propuesta presentada en la última Bienal de Arquitectura de Venecia?

La verdad es que no dispusimos de suficiente tiempo para verla con la debida atención, pero sí que nos hizo pensar en cómo nos veríamos nosotros dentro de un montaje de ese tipo. Es una manera diplomática de confesarte que el objetivo al que aspiramos y las ideas hacia las que estamos tratando de encaminarnos no existen dentro de un evento como la Bienal de Venecia. Es un lugar común llevar a personas para que debatan y afirmen que propuestas como esas son muy atractivas, pero creemos que nosotros debemos centrarnos en lo que está sucediendo fuera de las paredes de esa Bienal. Dicho esto, vimos propuestas que nos parecieron muy interesantes, algunas de ellas sobre asuntos de urgencia. También conocemos a Leslie Lokko y la consideramos alguien que ocupa un lugar importante, justamente por lo que este representa.

Es la primera vez que el foco se ha puesto sobre lugares, arquitecturas y temas que nada tienen que ver con el mundo occidental. ¿Consideráis entonces que se presentó un enfoque coherente y correcto, dentro de la complejidad que supone abordar la heterogeneidad del continente africano?

Que las aspiraciones de esta edición eran muy distintas era absolutamente palpable. Fue una plataforma para compartir ideas y mostrar una forma de trabajar que es importante para inspirar a la arquitectura como profesión y como disciplina. Sin embargo, como decimos, nuestro «yo» colectivo está un poco afuera de esa idea de la Bienal. Es un lugar, pero no necesariamente el nuestro.

 

Reivindicáis con firmeza vuestra identidad negra. ¿Os supone algún tipo de dificultad para entrar y desenvolverse en un mundo conservador y clasista como sigue siendo el de la arquitectura?

No es en absolutamente difícil, y esa facilidad es precisamente lo que nosotros nos tomamos como un reto.

Esa forma de la disciplina, elitista y autocomplaciente, disfruta manejando esa especie de piezas que son las organizaciones e individuos que fingen estar desafiando al sistema lanzando una crítica presuntamente incómoda, pero que es en realidad totalmente inocua y que esas instituciones necesitan de vez en cuando para asegurarse de que las cosas van a seguir exactamente como están, inalteradas. A nosotros no nos costaría el menor esfuerzo ocupar ese espacio, sería facilísimo; lo verdaderamente difícil es tomar la decisión de obligarte a no estar en este tipo de espacios y centrarte en pensar cómo ir directo hacia las comunidades y equipos con los que verdaderamente sí quieres trabajar y en cómo puedes usar tu situación dentro de diferentes entornos (como galerías, instituciones…). Es decir, en cómo usas tu posición para ubicarte fuera de eso.

Situarte fuera es mucho más difícil y es en realidad el lugar en donde estamos más interesados en estar, un espacio que estamos mucho más interesados en ocupar. Las ideas que estamos compartiendo no funcionan desde dentro de las instituciones ni son tampoco el tipo de críticas que se están formulando desde dentro de ellas. Aspiramos a trabajar como infraestructura criticando e incluso desmantelando sistemas existentes para proponer otros nuevos.

Esa exaltación de figuras cómodas para el sistema y asegurar que todo parezca cambiar para que en realidad nada cambie es la impresión que tuve cuando Francis Kéré (al que considero un buen arquitecto) fue reconocido con el premio Pritzker. Lo mismo creo respecto al interés por la arquitectura construida en determinados contextos de países iberoamericanos en desarrollo que hace unos años comenzó a despertarse. ¿Pensáis pues que es fundamental combatir por un espacio verdaderamente propio en lugar de aceptar con docilidad ese espacio permitido por la hegemonía del Occidente conservador y blanco?

Durante esta charla contigo hemos estado abordando algunos temas sobre los que ya hemos debatido en otros lugares, lugares que están fuera del norte global, de Occidente. Palestina fue uno de esos lugares. No nos plantamos allí como ‘alienígenas’ que aterrizaron allí para actuar como ‘expertos’, sino como colaboradores. Recientemente estuvimos trabajando con varios artistas y colectivos de Camerún y, de nuevo, nuestro papel fue el de colaboradores dentro de una infraestructura. Esta idea de un trabajo translocal, de cómo trabajamos de una manera totalmente colaborativa con los locales, es fundamental para nosotros. Y ese trabajo no es una conversación donde se hable de cómo transformamos la naturaleza de esos discursos blancos y europeos, sino de cómo nutrimos nuestros propios discursos, de cómo comenzamos a construir nuestros propios sistemas. Y estos sistemas propios quizá no intersecten con los discursos blancos, o quizá sí, pero lo que principalmente quieren es destacar los recursos y el poder que ya tenemos.

De todas formas, esta no es una cuestión taxativamente clara. A veces, aceptar premios o elogios de instituciones blancas puede significar que entras para intentar cambiar algo. Así podría ser en el caso de Kéré, que tiene una gran cantidad de trabajo en Burkina Fasso con el que está destacando el valor de los recursos existentes. Los dos extremos no son necesariamente antitéticos, pero nuestro foco está puesto sólo en uno de ellos.

 

¿La política debe ser hoy más prioridad para los arquitectos que la estética?

En nuestro equipo, algunos hemos llegado a la arquitectura después de habernos formado en otros campos, no como arquitectos, por eso carecemos de ciertas afiliaciones y conexiones a ella como disciplina, pero lo cierto es que la preocupación por la disciplina sigue siendo extrema por parte de aquellos que cultivan la arquitectura: qué es la arquitectura, qué significa ser un arquitecto, qué debería ser y qué no debería ser la arquitectura, a quién debería y a quién no debería hablar… Esta obsesión no se da en la mayor parte de ámbitos de la sociedad, especialmente en aquellas áreas donde se da por sentada la evidente dimensión pública de lo que estás llevando  a cabo.

Hay una idea exclusiva y protegida de la arquitectura, entendida como algo homogéneo, que habla a otras personas y trabaja junto a otras cosas, y que no tiene nada que ver con nuestra experimentación. Esperamos que nuestro trabajo esté ayudando a hacer ver que estamos llegando al final de un servicio exclusivamente lastrado por la disciplina. Es lo que ahora mismo nos está haciendo comprender también el cambio climático: no podemos continuar haciendo las cosas como hasta ahora. Hay que dejar de ofrecer un servicio exclusivamente ceñido a la disciplina y desentendernos de él una vez ha quedado terminado.

¿Es clave entonces que el arquitecto aprenda hoy a trabajar con la comunidad?

Sí, pero teniendo mucho cuidado para evitar entender «la comunidad» como algo homogéneo. Es un concepto que hoy muchos emplean porque confiere un gran aire de importancia a lo que están haciendo, pero nosotros no hemos llegado a ese concepto hablando de «la comunidad», sino singularizando, refiriéndonos a «una comunidad». Hablamos de revalorizar el conocimiento, la especialización: lo que importa es eso que tú aportas a la mesa. Por ese motivo es tan importante el tema de la infraestructura, porque de lo que estamos hablando es de una oportunidad para usar la infraestructura como algo capaz de proporcionar cosas a las personas y a la sociedad conservando ese planteamiento de que no se trata de algo ni supervisado ni dirigido por una disciplina situada en la cúspide de la jerarquía. Queremos plantear que no es algo que va de arriba abajo, sino una superficie plana, y que todo aquello que hagamos sirva para darle equilibrio.

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