Solano Benítez es artífice de una arquitectura de ingenio, sumamente preocupada por economizar recursos; de una forma de hacer arraigada en el contexto y en la historia locales.
Lo que primeramente sorprende de manera grata es su cercanía en el trato, que quiebra (tal vez de manera bien estudiada) con el estereotipo de altivez y distancia hecho de soberbia, extravagancias y gestos adustos al que tantos arquitectos se han adscrito.
Es asimismo un orador entusiasta y persuasivo, de verbo ágil cuyo mensaje está construido mediante eslóganes breves y directos que apelan directamente a la dimensión de los sentimientos del oyente. Sus frases fluyen. Argumentos que a veces parecen demasiado fáciles, revestidos de una vehemencia que por momentos hace plantear si el personaje puede estar ganando la partida al arquitecto.
Se percibe en Solano Benítez un perentorio deseo de agradar, de resultar claramente distinto y tal vez en ello subyazca la peligrosidad de estar construyendo otra versión de ego; y la duda sobre si el buen arquitecto puede acabar quedando opacado por el visionario o especie de santo de arrollador carisma cuyas palabras van dirigidas a un público que sabe bien entregado por sus ansias de escuchar ese otro discurso y ver esa otra actitud que en él se encarna.
Su amabilidad, cordialidad, su convencimiento sobre la fuerza de cualquier buena motivación altruista ponen un freno, o convierten en totalmente cuestionable y criticable, cualquier crítica o sospecha de divismo que pueda achacarse a su actitud, que convierten en el flanco a atacar a quien ponga en duda la entera integridad de esa posición de bondad, o de buenismo. Por eso seguramente hoy quienes mandan y generan tendencia se parapeten tras estos perfiles de apariencia irrebatible por su corrección ética y por su clamor por lo humano.
No me cabe la menor duda de que Solano Benítez es un buen arquitecto. Mi opinión es que el problema no es del Solano Benítez arquitecto sino de ese Solano Benítez personaje, con aspavientos antisistema pero que ha definido su funcionamiento dentro de éste. Solano Benitez ha sido adoptado y forma ya incuestionablemente parte de la estructura del sistema. Ya está demasiado comprometido con el poder como para poder hacer una crítica consistente que no juegue en contra de sus intereses o ambiciones futuras.
Se crece al relatarme sobre su proyecto para organizar una gran maratón solidaria. Algo que quizá me evoca demasiado el relato de la solidaridad pop de los 80, el extraño concepto de filantropía de figuras como Bono (líder de U2) en el actual marco del neoliberalismo… El bajo coste de sus edificios está muchas veces supeditado a mano de obra barata y a condiciones de seguridad y laborales que censurarían muchos de los que aplauden hoy esta arquitectura. A lo largo de la conversación sólo desliza alguna crítica velada, que inmediatamente repara; pero cuando aparece una alusión a las muertes de trabajadores construyendo las instalaciones para el mundial de 2022 en Qatar se omite un posicionamiento. Después, y ya de manera abstracta y genérica, se habla de lo humano –obliterando con esa omisión que principio esencial de lo humano es respetar y preservar la vida. .
En mi opinión, Solano Benítez pertenece a una nueva camada de celebrities, que ha llegado para desbancar a la antigua oligarquía. Estos traen un mensaje confeccionado para nuestro tiempo, basado en la proximidad, el amor y el altruismo. La tarea de desentrañar el perfil de estas nuevas celebridades es más complejo y la crítica sólo se ha propuesto colocarlas en el escaparate sin entender realmente y poner en valor su condición. A todos nosotros compete esto.
Me quedo con la pregunta de si ha ido moldeando un personaje a la conveniencia del momento, que habría que lamentarse si el personaje, programado para emocionar y cautivar a un público huérfano de referentes y a la espera de nuevos mesías, acabe devorando al arquitecto y al buen esencial de su discurso.
Y aclaro, aunque imagino que el lector así lo entiende, la crítica, las dudas, las expectativas (como en este caso y en cualquier otro) no tienen como objeto la persona sino la obra y el personaje en su relación con el tiempo y la sociedad.
Personalmente, me planteo por qué un buen arquitecto consiente en dejarse devorar por un personaje cuando la regeneración de la arquitectura necesita de arquitectos de otra combatividad y no tanto de santos.
Solano Benítez ofreció una conferencia el pasado 7 de abril dentro del ciclo «Foros ESARQ» que dirige Jorge Vidal en la Universitat Internacional de Catalunya.
Me interesa mucho compartir contigo ciertos temas, dado que los dos procedemos de un lado concreto del mundo, y conversar nuestras percepciones particulares acerca cómo son entendidos estos temas en Europa.
Estuve visitando hace unos días la exposición «The Architect is present», en la que participas. Participaste asimismo en 2012 en el congreso «Lo común», organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad. Ambos casos me parecen ejemplo de cómo se concreta la necesidad que parece tener Europa de buscar soluciones que permitan dar o inspirar respuestas para el estado de crisis.
La mirada que ofrece «The Architect is present» hacia la arquitectura de países en vías de desarrollo, periféricos… me parece sumamente criticable. Creo que etiqueta bajo una misma categoría a arquitectos que trabajan en diferentes condiciones, que abordan diferentes aspectos de la arquitectura…y se plantea a este modelo como el ‘arquitecto presente’. Sin embargo, se trata de una exposición comisariada por Luís Fernández-Galiano –y no menciono su nombre para centrar esta reflexión exclusivamente en su figura, ni por tu parte ni por la mía−, alguien que años atrás otorgó valor y prestigió la arquitectura de grandes estrellas, de grandes presupuestos… Llegada la crisis, el discurso se revierte y el foco se traslada a una arquitectura que ya estaba realizándose, pero cuyo valor era ignorado por el discurso digamos hegemónico que ahora escoge presentarlo como la única alternativa.
Mi pregunta es: ¿crees que existe el riesgo de que, a partir de esa etiqueta de ‘arquitectura de la austeridad’, pueda estar gestándose una nueva variante de star-system, en la que quizá estarías incluido?
Creo que eso no es posible. Desconozco cuáles son los motivos por los que a Luís Fernández-Galiano y a otras personas pueden interesarles convocar este tipo de exposiciones, pero sí puedo decirte por qué a mí me interesa participar en ellas.
Me interesa por una determinada condición: yo creo tener muy en claro que el mínimo humano es dos. Yo soy la especie viviente con una particularidad: la de ser humano y, como tal, si mi condición mínima es dos entiendo que es necesario que yo esté bien para que finalmente estemos. Ésa construcción se hace entre todos y reducirla nos lleva a hacer el camino inverso. La condición humana es la de entender que somos uno y que el vínculo común de todos los seres humanos es la inteligencia. Mediante ésta somos capaces de producir conocimiento que nos permite generar las herramientas con las que vincularnos con la sociedad, no desde el punto de vista del mercado sino desde el punto de vista de la aportación y el sostenimiento de nuestro ejercicio como respuesta solidaria, de una dación previa.
Lo que nosotros hemos hecho durante todo este tiempo es contar a la gente que la máxima construcción que somos capaces de hacer no es aquella que hacemos con ladrillo o pasta u hormigón…sino que es la construcción de lo humano la que nos interesa hacer. De esa condición humana superadora, o como herramienta posible de superación a los problemas con los que hoy nos enfrentamos.
Venir a participar en un lugar donde existen otras formas de ver y hacer −porque entiendo que así debe ser y así ha sido, hemos seguido con interés la producción general del mundo− supone explicar que lo que nosotros hacemos, más allá de una novedad constructiva, es fortalecer vínculos constitutivos con nuestra sociedad. Y a partir de ahí surge el interés por producir de una determinada manera.
Entiendo que en una dinámica mercantil es necesario salvaguardar o potencializar productos que, en su ambición de venta, hagan más fácil el flujo financiero y que para lograr esto el mensaje debe ser muy claro y generar estrellas que faciliten el comercio de la arquitectura. Nosotros planteamos todo lo contrario pero venimos a hablar, a conversar.
Sin embargo, quizá esa conversación acaba sometida a un cierto reduccionismo por una de las partes en diálogo. Insisto: trabajos como el de Anne Heringer, Francis Kéré y el tuyo ya estaban haciéndose mientras el mundo miraba hacia otro lado y aupaba en pedestales a esta especie de aristocracia arquitectónica que trabajaba en plena connivencia con los peores aspectos del neoliberalismo. Por ello, cuando aparecen arquitectos con un mensaje distinto, como tú, me resulta irritante comprobar que se efectúa de ellos un idéntico uso comercial. Si metemos en un mismo saco a todos estos arquitectos creo que nos arriesgamos a que el mensaje de fondo se diluya, se pierda y con ello el vigor y significados de cambio que pueden aportar estas formas de hacer.
Estoy plenamente convencido de que esos cambios deben proceder de fuera de Europa o, más ampliamente, de lo que se llamó el Primer Mundo –el cual, al quedarse sin recursos salió afuera y encontró casos valiosos, como el tuyo−. Sin embargo, evidentemente resulta más aportador que destaquen figuras como tú a que lo hagan otras del tipo de Zaha Hadid, por ejemplo, ignorando que miles de personas mueren construyendo edificios en Qatar [risa suave de Solano]; pero ¿cómo reforzar verdaderamente esta presencia de estas otras posiciones sin incurrir en los riesgos de esa mercantilización simplificadora?
Pensemos en positivo. De alguna manera vos estás legitimando también la posibilidad que el ejercicio y sostenimiento de los valores culturales merecen una difusión que permita que la excelencia que está promoviéndose se convierta en un valor que se ofrece como oportunidad para muchas más personas. Eso sería un discurso lindísimo desde lo ocasional, y no digamos desde la estructura comercial.
Nosotros entendemos nuestra condición humana y que somos materia. Y somos la materia viviente incapaz de transformarse que, por lo tanto, necesita transformar su entorno, su medio, para poder vivir. Si las transformaciones que efectuamos son positivas, nuestra vida crece, florece, engordamos… Pero si las transformaciones son malas enfermamos, morimos…y nos arriesgamos a desaparecer incluso. Lo que no podemos es no hacer. Tenemos que poder hacer porque nosotros no poseemos esa capacidad de cambio.
Desde tiempos inmemoriales, cuando los homínidos echamos a andar, una noche juntamos leña, prendimos fuego, pasamos la noche confortablemente gracias al calor y, al día siguiente, cuando quisimos taparlo no pudimos porque la tierra estaba cocida. Buscaba un hueco donde meterme, hasta entonces yo, ese hombre primitivo, era cave man y ahora podía ser house man: el que hace una casa, su propia cueva. Y para hacerla, con piedras, por ejemplo: ¿por qué voy a usar piedra redonda si se me cae? Decido por eso hacer piedra prismática y con ello acabo de inventar el ladrillo, y con ese ladrillo hecho quemando suelo yo he sido capaz de convocar a la materia. Y he quemado suelo cada vez con mayor intensidad para resolver problemas de mi vida, convocando lo que hay a mi alrededor para acondicionar, para conseguir la posibilidad de mi vida.
Pero existen otras maneras de hacerlo, porque finalmente un árbol es materia que ha sido estabilizada, pero por vida. La gran transformación del devenir humano la constituyó el que para dejar el registro de nuestra actividad pasaramos de cinco mil ideogramas −que fue el esplendor de una cultura−, a veintiocho y, posteriormente, a imprimirlos. Podían describir pero no podían ver con esos códigos, esos veintiocho códigos; pero luego eso se simplificó y pasamos a dos códigos, de forma que ahora con el 0 y 1 ahora puedo tomarte una fotografía, grabar esta conversación… A partir de 2008 se genera la misma cantidad histórica de información que se había producido desde el inicio de la humanidad hasta la actualidad. Esto ha supuesto una revolución absoluta, pero aún hay otro nuevo código de cuya trascendencia aún no nos hemos enterado plenamente: el desciframiento del genoma, el código de la vida.
Cuando, mediante el código binario, aprendimos a registrar las cosas también aprendimos que podríamos programar ciertas acciones en sistemas de inteligencia artificial. Con APSG descubrimos que entendiendo ese código puede programarse la vida y hacer que ésta lleve a cabo ciertas cosas: tal combinación echa una raíz, tal produce una rama. Ésta es una transformación gigantesca a tal punto que hoy podemos ya crear células artificiales, tomar las células de una flor y pedirle que sea un cerdo, hacer orejas…pedir a la célula que no cree el resto del cuerpo. Esto me pone en condiciones de entender que yo puedo hacer celulosa sin necesidad de hacer árbol, y puedo empezar a imaginar materiales que, utilizando vida, van a volver a convocar a la materia en beneficio de la posibilidad de convocar estos materiales con respecto a la habitabilidad. Por eso es probable que en los próximos años hagamos una cosecha, o crianza, de ladrillos fuera del tema de las fábricas.
¿Qué significa esto? Significa que lo que nosotros hemos hecho durante todo este tiempo (entendiendo que la inteligencia es lo común a todos los seres humanos) es comprender que analizar, inventar…no son actos anómalos, como decía Borges, sino que lo normal: la normal respiración de la inteligencia. Con esto hemos desarrollado protocolos, pero lo que no hemos hecho bien es aplicar tres mil años de protocolo con respecto al ladrillo. Lo que hemos hecho ha sido innovar con respecto a un material de uso común, hacer lo que no se sabía hacer. Ponerlo de una manera que hasta entonces era imposible ponerlo y otorgarle desde ahí nuevamente un puente con nuestra sociedad.
¿Qué es lo que va a pasar en los próximos años? Yo creo que viene una enorme revolución debida a la insostenibilidad, al pasivo ambiental que estamos acumulando, que empuja a nuestra disciplina hacia la renovación y a renovarse en el hacer. Y empuja bajo este sentido a convocar la materia de una manera distinta, pidiéndole atributos más interesantes que los que hasta ahora le hemos pedido. He visto aquí en Barcelona a Toyo Ito, Nouvel… Y me pregunto, ¿por qué hacen todo eso? Ésa es la pregunta profunda que me formulo: ¿por qué convocan así a la materia?
¿Qué es lo que te preguntas en concreto?
Por qué convocan a la materia con tanta banalidad, sin entender la responsabilidad del ejercicio con lo humano. Porque yo debo tomar cualquier acción no en beneficio de mi cliente, que es una circunstancia mínima, sino en beneficio de todos.
En los próximos años, al respecto de todo esto viene un cambio absoluto respecto a cómo convocamos los materiales. Antes convocábamos materiales hiperenergéticos y ahora vamos a empezar a convocar y producir materiales hipoenergéticos. Y no los vamos a producir a la manera en que lo hacíamos en el siglo XX, a puro testosterona, sino que vamos a ser capaces de producir en torno a lo que la genómica me va a ir indicando. Así seremos capaces de convocarlo desde un bajo consumo energético.
Pero lo que la disciplina debe aprender, de manera más urgente y necesaria, es que la construcción más importante que debemos llevar a cabo es la construcción de nuestras sociedades y del sentido de lo humano. Ése es un foro muy interesante donde empezar a contarnos entre todos qué estamos haciendo.
Señalas que esta crisis se debe en parte a una falta de imaginación. Estando de acuerdo contigo en esto, sumaría también la ausencia de una idea acerca de cuál es la sociedad que estamos persiguiendo construir. Se ha estado construyendo una sociedad que únicamente servía a unos pocos y la arquitectura no ha colaborado en subvertir esa inercia.
Es cierto, la arquitectura ha estado al servicio de eso. Lo único a lo que este sistema se ha sabido mantener leal ha sido a su codicia. Fuera de eso, se ha comido todos sus valores. Ha demolido sistemáticamente todos los valores que la sociedad había construido con mucho tesón a lo largo de mucho tiempo.
Y sé que lo ves en positivo, pero −asumiendo que ejerzo de contraparte negativista dentro de este diálogo− percibo que en esta sociedad en la que vivimos (que sigue siendo totalmente capitalista, sólo debilitada en algunos sectores por la crisis pero que sin embargo ha crecido en muchos otros) mucha gente está simplemente aguardando que esta fase acabe y todo regrese a ese anterior orden: la especulación, los grandes proyectos…
Mi sensación es que no hemos aprendido nada porque en realidad este periodo está percibiéndose meramente como un impasse, más grave de lo que podía preverse, pero subyace la creencia de que esto es una fase que acabará pasando. Por eso me suscitan ciertas dudas estas ideas, o eslóganes, que proclaman la austeridad como referente ético y estético. Dudo que esa comprensión de austeridad sea necesariamente el lugar hacia el que debamos dirigirnos. En mi opinión, la reivindicación del factor humano es muchísimo más importante que una idea de austeridad desde esa especie de concepción como calvinista que trata de ‘venderse’.
Sí. Supongo que más allá de la importancia de si trabajamos con palos o ladrillo está el hecho de llegar a un lugar, como yo en este momento, a contar qué hacemos. Y contar que circunstancialmente me interesa mucho el hormigón para poder saber cómo darle la vuelta, o sobre madera…; y cómo me comprometo en no hacer, me expongo a no hacer de la manera en que se sabe hacer profesionalmente sólo para poder hacer surgir oportunidades para todos.
No sé cómo llegan los otros participantes a estos encuentros, exposiciones… Pero personalmente, una conversación con Luís [Fernández Galiano] una ocasión en que nos ambos fuimos miembros del jurado del Swiss Architectural Award fue fantástica. En esas reuniones se decía, por ejemplo: «Fíjense en la capacidad de hacer de Francis Kéré, que trabaja con tierra y está produciendo esta oportunidad de la arquitectura de bajo coste como un tema interesante.» Y yo rogaba hablar por separado de las cosas. En términos de disciplina dura, tal como se planteaba, la obra de [Christian] Kerez y de Kéré son bastante parecidas: Kéré desarrolla lo máximo de los protocolos en tierra existente en su país, donde hay tierra; Kerez desarrolla lo máximo del hormigón en un país donde existe un refinamiento absoluto en el uso de este material. Por tanto, si Kéré era escogido finalista, según ese criterio, también Kerez podría serlo. La gran diferencia estriba en entender cómo son los procesos. Kerez trabaja de una manera unipersonal. Kéré para hacerlo necesita organizar un comité de mujeres que vengan a pisar el suelo, que todos juntos sean capaces de levantar la idea, ¿dónde está la construcción? ¿Por qué yo adscribo a que sea Kéré? ¿Porque es más barato, porque…? Toda buena construcción optimiza y es lo ideal. Yo imagino que el hormigón de Kerez será un hormigón estupendo, que no habrá el menor desperdicio porque trabaja con un cuidado impresionante, de la misma manera que lo hace Kéré en África.
Mi aporte a la discusión fue reflexionar en qué radicaba la diferencia entre ellos.
Es lo que decía, se ha pasado de ningunear o ignorar a determinados arquitectos a idolatrarlos como referente. Por ejemplo, cuando yo llegué a Europa (hace dieciocho años) apenas eran conocidos unos pocos arquitectos latinoamericanos.
Creo que arquitectos como Paulo [Mendes da Rocha] se han difundido. Y en su caso esa difusión se ha hecho en un momento un tanto extraño porque hay que tener en cuenta el trabajo de la propia Latinoamérica para reivindicar determinadas arquitecturas, tomemos por ejemplo a Severiano Porto.
Cuando yo acabé la carrera durante los 80, e incluso a comienzos de los 90, Severiano Porto era en Sudamérica toda una estrella mientras Paulo era ninguneado. Sin embargo, el tiempo va cambiando y girando ciertas cosas. Pero entiendo también que ha sido tan fuerte la precedencia posmoderna en el mundo que por algo se toma a Paulo como una referencia en todo el mundo: fue la resistencia. De repente, entre todas estas estrellas del mundo de la arquitectura tener a Paulo Mendes da Rocha recibiendo un galardón como éste [el premio Pritzker en 2006] visualiza finalmente una condición y un compromiso con el hacer, con la técnica, con su país, con el empuje y el entusiasmo de su ciencia, con el compromiso con la habitabilidad.
Y dos años después de Paulo, la escogida es Zaha. ¿Dónde está entonces el problema? El escogido este año es Shigeru Ban de quien yo creo que, amén de ser un convocador interesante de materia, no es estético y formal (como inicialmente eran Herzog & de Meuron y que ahora se están volcando hacia la tierra y hacia otra condición) y en quien lo más importante es que ha desarrollado hábitat para la humanidad, estar involucrado en procesos de compromiso y que esos procesos son el combustible para un ejercicio profesional profundamente humano.
Pero no hay que pasar por alto que el Pritzker suele galardonar aquello que corresponde galardonar en un determinado momento. Pongamos por caso: galardonar ahora mismo a Peter Eisenman supondría cosechar múltiples críticas para el premio. Creo que, en general, la importancia de los galardones es una cuestión a relativizar y que, como en este caso, están dados respondiendo a las demandas del espíritu de un momento que, actualmente, es bastante efímero.
Yo creo que la mayoría de los premios surgen del arrepentimiento. Por lo menos los más famosos.
Alfred Nobel, desesperado por las terribles consecuencias de su invento (la dinamita) decidió juntar un fondo para premiar determinados logros. En primer lugar, tratar de que se use para la paz y no para la guerra. Después en medicina, luego en química, física y finalmente literatura. Con el fondo credo, se premiaban estas cinco categorías y posteriormente se crea el sexto Nobel, el de economía. La cantidad máxima que el Nobel ha repartido ha sido en torno a los 100.000 dólares
El Pulitzer se convirtió en el Nobel del periodismo.
Cayó la pasarela del hotel Hyatt y murió una cierta cantidad de personas. Entonces el señor Pritzker, gerente de dicho hotel, decidió crear un premio y otorgar 100.000 dólares anuales. (Nota del autor: Sería preciso cotejar este dato, ya que consta que el accidente en el Hotel Hyatt Regency de Kansas, al que cabe suponer que se refiere Solano Benítez, tuvo lugar en 1981, mientras que la concesión del primer premio Pritzker, que recayó en Philip Johnson, tuvo lugar en 1979.)
Así pues vemos que los premios más trascendentes han surgido del arrepentimiento. [Ríe] Por eso creo que, en ese sentido, los premios son muy conscientes, reconociendo que errar es humano pero también con la voluntad de mostrar a la sociedad alternativas o valores.
Yo creo que, en realidad, es muy poco lo que en el fondo aportan.
Se trata más de lo que se habla sobre ellos que de lo que en realidad aportan.
En realidad hay todo un comercio, una máquina financiera detrás sacando el jugo y provecho a condiciones como éstas, que son condiciones reales de reflexión.
Cuando tú hablas de reduccionismos, tu temor es que en la conversación que se va a dar, estando yo presente, lo que llegue a decirse se tome como uno o dos renglones y se incorpore como un nuevo valor, un nuevo argumento de cambio dentro de una máquina, de una estructura que se alimenta de este tipo de cosas para seguir desarrollando el mismo tipo de arquitectura que necesitamos cambiar.
Entonces, ¿podríamos asesinar la oportunidad de un verdadero cambio convirtiendo esto en el nuevo placebo que requiere la sociedad del entretenimiento para prestar una mínima atención?
Sin querer excederme de pesimista, ¿no está pasando justamente eso?
No lo sé. No sé cómo pasó. Yo te cuento cómo vengo. Y que yo vengo a hablar de todo esto.
Pongámonos en otros términos, en los de la futurología. [Jorge] Bergoglio es papa. El arzobispo de Buenos Aires, un tipo adusto, de repente se convierte en papa. Y con esta condición de conversar desde un nuevo sitio es capaz de transformar su entorno al tiempo que él se transforma y aun dentro de la estructura totalmente jerárquica del Vaticano se convierte en un valor. ¿Por qué? Por la potencia que tenía.
¿Por qué piensas que no vamos a poder cambiar el mundo? [Ríe]
Estoy de acuerdo con la cuestión de Bergoglio, pero realmente dudo de si nosotros llegaremos a poder ver consolidado realmente un cambio…
No es que me esté comparando con Bergoglio [Ríe].
Veía ayer el video de la conferencia que ofreciste en Pamplona dentro del congreso organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad en el año 2012. ¿No tienes temor a que se te perciba como una especie de rara avis que no se sabe de dónde viene? Distingo claramente unos antecedentes en tu arquitectura: creo que está Claudio Caveri, Eladio Dieste…
Cuando hice talleres con Dieste era una mierda…
Suprimo esto de la transcripción final…
Oh, no tengo inconveniente en que lo transcribas así. Lo he dicho en otras ocasiones. Lo odiaba. Conocí a Dieste porque producía sus ladrillos, desarrollaba técnicas de cálculo, tenía una base de cálculo impresionante que usaba para poder apoyarse y lograr las formas que quería. Por lo tanto, si a mí se me ocurría convocar a la materia de esa manera no tenía en absoluto cómo hacerlo, salvo que recurriese directamente a él para que me hiciese los cálculos y sabiendo que lo primero que me diría sería: «esto no está bien porque esto se hace así, así y así…». No tenía la menor posibilidad, de la misma manera que si yo intentaba hacer un techo como lo hacía Le Corbusier o poner una terraza-jardín en Paraguay con cuarenta y siete grados de temperatura. Es decir, a la vez que estaba fascinado, estaba impedido para poder aplicar esto. Con lo cual mi rabia y frustración contra toda esta gente era absoluta porque había tal erudición en todo lo que hacían y al mismo tiempo no las podía usar.
Sucedía en general con todos los maestros pero, para hacerlo más dramático, en particular con Dieste, hasta que lo que aparece como interesante es descubrir que el llamado es a hacerlo, a hacer las cosas y a hacerlas nuevas en la manera en que uno lo puede hacer. Y que lo que Dieste significaba era una renovación del repertorio de oportunidades que él tenía. No es que me estuviera diciendo «hacé lo que yo hago», lo que estaba mostrándome es que se puede hacer.
Aquello que Le Corbusier me estaba mostrando es que siempre que se agregue inteligencia, pensamiento…siempre hay una oportunidad de tomar los recursos que tenemos, porque si no sería sólo xenofobia. Yo lo hago porque no me gusta [ríe]. Hace poco se ha celebrado el concurso para la Torre Antena en Santiago de Chile y perdimos contra Smiljan [Radic]. Smiljan hizo una antena pero a mí no se me hubiera ocurrido nunca construir una antena en un concurso de antenas porque si las antenas ya están ahí es una cuestión de xenofobia: la mía es más linda. Mi propuesta era algo distinto a una antena, era algo que ofrecía la posibilidad de subir a lo alto y hacer todas las cosas que Smiljan no hizo.
Pero cuando yo entiendo que todo está ahí para que todos seamos capaces de transformarlo y hacerlo, cuando comienzo entender la pasión de esta gente vinculada a su entorno y lo que significó el medio, el desarrollo y el esfuerzo por poner en pie todo este tipo de cosas…entonces: mi respeto y admiración profunda. Mi amor hacia ellos. No ya mi erudición hacia ellos sino mi vínculo afectuoso porque afectó mi vida, transformándola en positivo. Ya no por querer hacer yo Dieste, que no voy a poder hacerlo nunca, sino entendiendo que yo puedo innovar en el procedimiento constructivo. Mirar al albañil que está construyendo la obra de Dieste y pensar: «ese albañil debería estar en la NASA». Si hacer una pared recta ya es un quilombo, haciéndola tratando de que ondule…Ese tipo era realmente un astronauta.
Entonces, en mi caso, yo no tengo a ese albañil, ni cálculo, no tengo material. ¿Qué debo diseñar entonces? Debo diseñar para que alguien que carezca de capacidad, que no pueda calcular sea capaz de construir sin ningún tipo de especialización cosas que son maravillosas. Que tenga capacidad de supinación, pronación, rotación…y con eso se hace una maravilla. La materia es estúpida, al ladrillo lo sueltas y el ladrillo se cae.
¿Cómo valoras la experiencia de participar en la gira «America(no) del Sur» el año pasado?
Impresionante. Creo que ése es uno de los trabajos más importantes que tengo para los próximos años. No sé si lo puedo difundir así, y tan rápidamente, pero he derivado todo esto en el sentido de que si lo mejor que hemos hecho ha dejado al 60% de la población mundial en la línea de la pobreza, a más del 50% viviendo miserablemente, eso significa que sólo la gente que se aleja de esa línea es susceptible de ser convocada como nuestro cliente. Sólo un 30% de la población mundial es atendida por médicos, abogados, arquitectos…etcétera. Y los haceres disciplinares están solamente enfocados a estos.
Lo que estoy tratando de hacer, a nivel mundial, es una colecta solidaria que nos permita salir al mismo tiempo, el mismo día.
Umberto Maturana en Chile, Paulo Mendes da Rocha en São Paulo, Nelson Fajardo en Medellín, Rigoberta Menchú en Centroamérica…cruzando para este lado con [Alejandro] Jodorowski trataremos de ser capaces durante el tiempo que dure la colecta de levantar una cierta cantidad de capital que tiene como destino final no ser entregada como premio sino para contratar a alguien. Contratar a aquellos más capaces para hacer dos cosas: cualquier ejercicio que esté fuera del ámbito financiero (porque por ende sería un problema hacer un trabajo sin retribución económica, tener que ponerse a pensar en algo fuera de ese 30% significa empeorar tus propias condiciones económicas) y que necesariamente se plantee el avance disciplinar. En este caso la contratación fue para Rafael Iglesia.
Una colecta de este tipo, en la que ya llevamos recaudados 80.000 dólares con «America(no) del Sur» a lo largo de tres días, inicialmente en Argentina. Inventé este tema para trabajar ahí y luego empecé a pensar en cómo expandirlo.
La Teletón en Paraguay junta casi cinco millones de dólares en 24 horas. En México, la Teletón recauda ochenta millones de dólares; en Chile, ciento veinte millones en una noche. ¿Cuántos miles o millones de dólares vamos a juntar en una convocatoria mundial haciendo que la disciplina sea responsable de sostener las mejores inteligencias, para que la disciplina le dé el mandato de la renovación disciplinar y del compromiso social? ¿Cuánto vamos a recaudar? ¿Un millón, diez millones de dólares? Quiero decir que vamos a hacer una contratación de un millón de dólares, una cantidad diez veces superior a la del Pritzker. Diez veces más importante.
¿Para qué se realizará entonces esta contratación?
Fuera del ámbito financiero y con compromiso de desarrollo disciplinar. Punto. Vamos a generar un comité que sea capaz de seleccionar a quién dar y quién va a integrar el próximo comité, y que después desaparezca. Y todos los años, o cada cierto período que se concrete, podemos juntar esta plata y recaudar un nuevo…¿Pritzker? ¿Cómo llamarle? Aquí no hay arrepentimiento, aquí hay promoción. Aquí no hay un premio, hay una contratación. Hay un apoyo solidario a la disciplina y a la sociedad autogestado por nosotros mismos y con el compromiso de todos. Va a ser mundial, por eso estoy trabajando con gente de Harvard…yo estoy conectando todo. Por eso también estoy viajando tanto y a todo el mundo le digo: «Estén atentos. Esto es lo que va a pasar y necesito de todos».
Necesito de Luís Fernández-Galiano y estoy a punto de transformarlo en un santo [ríe]. Ahora en serio, al inicio de la conversación parecía como que están demonizados pero la potencia que alguien como él tiene, refocalizada, empujada en este sentido y constituyendo este tipo de conversación, ¿no crees que será importante?
Hablas entonces de revertir la fuerza. El caso de Bergoglio.
Claro. Por ese motivo a mí me interesa sentarme con todos ellos. Por estoy feliz en la vida, porque nos necesitamos, porque somos humanos y porque todo lo hacemos entre todos. Porque para poder salvarnos entre todos, debemos estar todos de acuerdo.
Y, trascendiendo incluso el ámbito de la arquitectura, ¿estaríamos todos de acuerdo o sería estar llevando a nuestro campo a ciertas personas, a un campo que es ciertamente más productivo que aquél en el que se estaban moviendo ellos?
No es un campo de nadie, ni nuestro ni suyo. Es un campo que se necesita construir.
Es decir, dado que es importante que la gente venga, un sol para los niños. Donará la hija de su madre de la corrupta y hueca fulana de tal, pero aparece ésta y aparecen tantas otras personas… Personas que harán cosas que no son buenas, pero que al llegar aquí hacen esto y lo hacen bien.
¿Entonces no consideras necesario oponer o enfrentar la búsqueda y la construcción de ese factor humano contra lo que es y supone el capitalismo?
Creo que intentar eso es una absoluta pérdida de tiempo.
¿Consideras que hay entonces que seducirlo?
Por supuesto, utilizar su propia herramienta. Nadie hace nada por obligación. Si yo te convoco a una buena causa, vos vas a venir por tu propio convencimiento y además vas a aportar.
Sí, pero está el factor de fondo, que no sea más que un acto conveniente para rehabilitar la propia imagen…
Sí, pero eso va a ser así quizá el primer año. Después vendrán el segundo, el tercero y el cuarto…¿y hacia dónde vamos? Y la pregunta es «¿yo soy?» o «¿yo voy siendo esto?». Maturana y todos los filósofos contemporáneos hablan de esa condición de «ir siendo». Yo voy siendo esa persona, que a veces se equivoca, que a veces se deja manejar por los egoísmos y que otras veces es capaz de decir: «hagamos esto, vamos».
¿Estás entonces convencido del logro que alcanzará este proyecto? Porque en paralelo a éstas, hay otras filosofías sobre el cinismo, ahí tenemos las imposturas de esas recientes bienales de arquitectura…
Sin duda, pero el amor es mucho más fuerte.
Pero insisto, ¿crees que la opción de conquistar, seducir, tiene potencial para revertir a toda esta estructura que ha sustentado el devenir que ha tomado la arquitectura con hipocresías, cinismos, egotismos…?
Será a través del hacer. Lo que estamos pidiendo es que nos ayuden a hacer, y haciendo seremos diferentes. Los 100.000 dólares del premio Swiss Award me los dio Alfredo Izzy, presidente de la BSI. Tengo su tarjeta y sé que mañana le voy a llamar y voy a decirle: «Alfredo, estoy haciendo esto y no quiero 100.000, quiero mucho más». Yo voy a estar pidiendo a la banca suiza o « Alfredo, si no puedes verlo desde este lado míralo entonces desde éste: te ofrezco visibilidad y te pido un compromiso conmigo, como una continuidad lógica. No hubiese sido posible si ustedes no hubiesen soportado allá. Ustedes me dieron apoyo allá y yo ahora convertido, con estas nuevas herramientas, soy capaz de hacer esto. Vení y hagamos juntos esto.»
Respecto a tus compañeros de viaje en «America(no) del Sur», ¿cómo ha sido el diálogo? Imagino que habría y habrán surgido diferencias, afinidades…
Ninguno de nosotros podía dar de su bolsillo 60.000 dólares a Rafael Iglesia, un arquitecto que por diferentes circunstancias va a necesitar de apoyo durante un buen tiempo. El unirse en este compromiso de soporte revela un mismo lado humano, son las mismas lecciones que la vida te va a enseñar. Todos estuvieron ahí, puntuales. Todos costeamos nuestros pasajes, nuestros hoteles y arriesgamos ese tiempo, dejar a nuestras familias…sólo para generar esto. Reunimos 1200 personas en Tucumán, 1400 en Córdoba y 900 en La Plata.
¿Las aportaciones eran voluntarias?
Se cobraba una especie de entrada por unas sesiones conversatorias, que era el modo de agradecer a las personas su concurrencia. No se trataba de una conferencia, no se quería enseñar nada. Vengo a hablar de estos valores; de lo que me mueve; de dónde reconozco mi ejercicio; por qué quiero transmitirte mi ejercicio; porque creo que mi bien hacer es mi forma de hacer que me quieras; que en realidad lo que busco es el vínculo amoroso contigo…Filosofía, política, arquitectura…todo mezclado.
Y regresando a una cuestión que planteas en tus conferencias, ¿crees que para que haya evolución es necesario que se produzca una involución? En el sentido de recuperar ciertas cuestiones más primarias.
Yo creo que lo que al hombre le pasa es que normalmente está distraído. Uno concibe de una determinada manera de hacer, uno aplana. José Ricardo Morales habla de que lo humano realmente empieza cuando uno vuelve a tomar asiento, re-sedere, en la residencia: el lugar en que uno ya no está pendiente de peligros, cuando puede librarse del hacer instintivo y puede aplanar para que no haya tropiezos, y haces planes y planos a partir puedes imaginar una condición diferente. Y cuanto más hostiles son las condiciones, más concentrado se está y cuanto menos lo son, más relajado. La crisis ha hecho que ahora la concentración sea mucho más aguda.
¿Y no debería haberse agudizado nuestra concentración, nuestra alerta, antes de la crisis? ¿No podíamos reconocer instintiva e intelectualmente que ante lo que estábamos era ante una crisis de valores?
Es lo que señalo: es difícil que una persona que lo está pasando bien tenga tal previsibilidad a medio y largo plazo. Lo estaban pasando fantástico: habían llegado a la Luna, hay celulares, red, energía de todo tipo…Nos estábamos muriendo de éxito. Ése era el gran problema.
Me parece un proyecto remarcable el de la tumba construida para tu padre. Quisiera finalizar la entrevista hablando sobre ella.
Por supuesto, deseo que nadie tenga que atravesar esa misma experiencia para poder darse cuenta de una gran cantidad de valores.
¿Por qué fue demorándose en el tiempo su construcción?
Debido a la imposibilidad. Yo estaba entrenado por esta sociedad para reconocer la muerte como un trance doloroso. Ese concepto de «murió, desapareció de la vida». Y todo lo que hacía en respuesta a eso, lógicamente, convocaba inicialmente a esa cultura, no técnicamente en el sentido de decir: veamos cómo resolver ese problema, sino la poesía como una técnica muy precisa para satisfacer una muy concreta necesidad del alma. Si voy poniendo las palabras de una manera tal que sea capaz de contagiarte un ritmo de respiración y con él ponga una secuencia de pensamiento que proyecte tu ser fuera de un ámbito cotidiano y eso te genere una expansión, entonces estás en presencia de una técnica poética en compromiso con un crecimiento humano. Reconocer quién sos, cómo sos, dónde estás, para qué estás, etcétera.
¿Qué significó culminarla finalmente?
Supuso un momento biográfico importante porque fue una suerte de…no sé si llamarlo exorcismo, pero sí fue sacarme muchos demonios de adentro. Incluso cuando terminé el proyecto y se lo mostraba a mis socios, a personas muy cercanas a mí, y me decían: «eso no puede ser, pero ¿cómo vas a hacer eso para tu padre?». Y yo sabía perfectamente que iba a ser espectacular, que iba a ser el portador de una prolongada reflexión que termina precisamente con un momento de síntesis donde todo entra, donde no existe eliminación sino que existe luego un amplio periodo de compromiso con el hacer específico respecto a eso de sintetizar eso en cuatro vigas y unos espejos…
Conferencia de Solano Benítez en la BAQ 2012
http://www.youtube.com/watch?v=hBDJGGQFV1g
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