Hace más de treinta años que el arquitecto inglés David Chipperfield comenzó a veranear en Corrubedo. Sus estancias en esta localidad gallega eran para él, que debido a su trabajo viajaba y pasaba gran cantidad de tiempo fuera de casa, el momento de estar verdaderamente en familia. Cuenta que, a fin de no ausentarse excesivamente del trabajo, llevaba allí a Corrubedo a gente de su estudio y a clientes, lo hizo que aquella casa de veraneo poco a poco fuera convirtiéndose en algo más.
Chipperfield recibió en 2023 el premio Pritkzer, un reconocimiento que indudablemente debería haber llegado antes a las manos de este arquitecto que, a lo largo de su trayectoria, ha escogido optar por un lenguaje riguroso y elegante, alejado de los huracanes de las tendencias, y que ha edificado en Asia, Europa y Norteamérica. La sede de la BBC en Escocia (2007), el Neues Museum en Berlín (2009), el Museo de Arte de Saint Louis (2013) o los recientes Morland Mixité Capitale (2022) y la restauración del palacio veneciano Procurate Vecchie (2022) son algunos de los proyectos que destacan en una trayectoria que incluye varios edificios significativos en España, como el Edifici Veles e Vents en Valencia (2006) y la Ciudad de la Justicia en Barcelona (2006), a los que sumará ahora un museo para la Fundación Banco Santander, cuya inauguración está prevista para 2026.
En 2017 David Chipperfield creó Fundación RIA, dedicada “al análisis, la reflexión y la planificación territorial estratégica de Galicia”. Esta Fundación inaugurará próximamente Casa RIA, un nuevo espacio abierto a la comunidad en el centro de Santiago de Compostela.
¿Cómo, desde esta estrecha vinculación que mantiene con Galicia, surgió Fundación RIA?
Hace unos años, Alberto Núñez Feijóo, aún por entonces presidente de la Xunta, se interesó por mi opinión sobre el urbanismo en Galicia y cómo podría mejorarse. En aquel momento yo no disponía de una respuesta, pero me comprometí a realizar un estudio. Formé un pequeño equipo y nos pusimos a la tarea de entender el motivo de tantos errores de planificación urbana; un problema que se da en todo el mundo, pero que aquí se percibe más acentuado al ser Galicia una comunidad tan geográficamente dispersa. Imagino que la respuesta que se esperaba que yo proporcionase era “hay que pintar las ventanas de tal color” o “hay que usar este tipo de tejados”; sin embargo, las propuestas que presentamos estaban relacionadas con el estacionamiento de los vehículos, el espacio público, dejar de construir sobre campo verde…En síntesis, que era más necesario planificar que construir.
Desarrollé este estudio por mi cuenta, no fue un encargo de la Xunta, y, a partir de él, a lo largo de siete años, hemos ido realizando pequeños proyectos, trabajando con alcaldes y comunidad en distintos frentes con el objetivo de garantizar la calidad de vida en el entorno construido. Y aquí en Galicia cuando trabajas con el entorno construido inmediatamente te conectas al natural, ya que ambos están muy estrechamente ligados, de manera que estamos investigando ahora mismo sobre cuestiones muy diversas: prevención de incendios forestales, gobernabilidad, pueblos abandonados, asesorando a las administraciones en la convocatoria de concursos de arquitectura…
Estamos dedicándonos a toda esa labor de planificación, gobernabilidad, estrategia local versus central, ecosistema…y, simultáneamente, tratando de inventar un nuevo tipo de despacho de arquitectura: uno que no opere trabaje en la construcción de edificios, sino más bien en dejar de construirlos.
Antes de trasladarse a Madrid, Núñez Feijóo dejó establecida la Fundación y nos solicitó pensar y lanzar ideas dirigidas a formular políticas de desarrollo sostenible para toda Galicia. Estamos aquí como una especie de agencia independiente, como un elemento conector que ofrece asesoramiento y ayuda.
Es una forma de concepción de la práctica arquitectónica que está tendiendo a generalizarse y que supone un cambio respecto al tipo de ejercicio profesional que el arquitecto desempeñaba hace sólo unas décadas. ¿Necesitaba firmemente la arquitectura reformularse o reorientarse para actuar dentro del contexto actual?
Sí, los arquitectos necesitábamos reorientarnos para poder intervenir dentro de las condiciones actuales, y que están llegando a gran velocidad. Todos debemos hacerlo. La industria de la construcción, del desarrollo y la arquitectónica son una enorme parte activa de esta problemática, que con consecuencias tanto sobre la sostenibilidad como la desigualdad social. Como comunidad no estamos velando por la calidad de vida de las personas, sino acentuando las diferencias entre ricos y pobres. El urbanismo, la arquitectura y el medio ambiente pueden contribuir a crear igualdad entre las personas.
Una de las razones por las que me interesa tanto Galicia es por el hecho de que no es una de las regiones más ricas de España; aun así, el 84% de sus habitantes, según una encuesta que el año pasado llevó a cabo La Voz de Galicia, se declaran felices. Por supuesto, es algo anecdótico y carente de fundamento científico, pero es lo mismo que me confirma la gente de aquí cuando converso con ellos. Yo procedo de la cultura anglosajona, en la que la felicidad está ligada al dinero: el dinero otorga seguridad, permite vivir en un buen lugar…Una mentalidad que, obviamente, no es el futuro. Ese es el motivo por el que creo que Galicia no es sólo un interesantísimo laboratorio físico, sino también un muy interesante laboratorio social en el que la vida cotidiana asegura la calidad de vida de manera integral.
Los gallegos son pragmáticos y realistas: viven en lo que tienen, mientras que en el mundo anglosajón se nos ha convencido de que hay que vivir a través del consumo, y viviendo de esa manera consumista no vives a través de lo que tienes ni de lo que quieres. El consumismo depende de nuestro sentimiento de insatisfacción respecto a lo que ya poseemos. Necesitamos seguir comprando a fin de que la máquina del consumismo siga en marcha y, para seguir comprando, necesitamos que se nos diga que tenemos necesidad de algo cuando en realidad no la tenemos; mientras que, al contrario, en Galicia siempre se tiene clarísimo cuando no existe necesidad de algo.
Usted fue director de la 13ª Bienal de Arquitectura de Venecia. Bajo el título “Common Ground” propuso en ella que la arquitectura rehuyera el individualismo en todas sus formas y se centrara en el valor de lo común y colectivo. ¿Es este trabajo que ha desempeñado en Galicia y esta Fundación su propia forma de materializar esa reivindicación?
La mayor parte de arquitectos creemos que la arquitectura debe servir al bien común, que la arquitectura hace posible construir un mundo mejor. Sin embargo, el modo en que nuestra profesión ha estado tradicionalmente organizada no nos ha permitido llevar a cabo tanto como hubiéramos deseado y en los últimos treinta años aún menos, lo que ha resultado en nuestro aislamiento de la comunidad. Los arquitectos de las décadas de 1950 y 1960 construían viviendas, universidades…edificios para una nueva sociedad, y estaban por ello profundamente comprometidos con el proyecto social. Esto concluye en la década de 1990, cuando los arquitectos comenzaron a vincularse a proyectos de carácter comercial. Este tipo de proyectos transformó la camaradería de antaño en rivalidad y volvió a los arquitectos muy competitivos, ya que para obtener un trabajo se hizo imprescindible convertir tu arquitectura en un producto muy bien diferenciado del que ofrecía otro. Sería como si los médicos se pusieran individualmente en la puerta de los hospitales tratando de convencer a los enfermos de que tienen mejores medicinas que el médico de al lado.
Está claramente hablando del star-system. Usted nunca ha pertenecido a la facción más descarada y vanidosa de este, pero interpreto lo que acaba de decir como un reconocimiento de que era imposible resistirse a esa dinámica.
Absolutamente imposible. Cuando eres un arquitecto joven y no tienes trabajo, no tienes la opción de rechazar proyectos porque tu deseo es trabajar para la sociedad. Pero los tiempos están cambiando: todo es muy distinto a como era cuando yo comencé, en 1984. El mundo ha cambiado y yo también y ahora mismo me encuentro en una posición de la que puedo sacar ventaja.
Este proyecto en Galicia es fruto de una intersección de muchas coincidencias interesantes. Por un lado, mi arraigo con este lugar, que ha hecho que mi compromiso con Galicia haya ido intensificándose. Por otro, el cambio climático está obligándonos a cambiar nuestra manera de pensar. Y hoy dispongo de una posición y un prestigio que me otorgan credibilidad: la gente me escucha y quiere valerse de mi voz, de mi experiencia.
Me parece que es muy importante poder estar dentro de una comunidad modesta, que no se considera relevante ni dotada de importancia alguna. Si un forastero con un cierto prestigio internacional llega aquí y les asegura que viven en uno de los lugares más hermosos del mundo, se sienten halagados y es algo que a mí, con el bagaje de lo que he aprendido trabajando en otras partes del mundo, me permite alertarles, avisarles para no lo pongan en riesgo porque sé que en muchos lugares está desapareciendo todo eso que ellos tienen. Por ejemplo, la excelente calidad de la comida de Galicia se debe a los minifundios, a que la agricultura industrial llegó tarde a Galicia. Hoy comprendemos que la agricultura industrial es un problema muy serio debido a su impacto en el medio ambiente, los daños que causa a la salud… Hoy, en todas partes se está tratando de reducir o suprimir la industrialización, por eso está bien poder estar en este momento aquí y decirles a los gallegos que ese supuesto atraso ha acabado poniéndolos a la vanguardia. Sin embargo, para que puedan ser conscientes de ello es necesario que venga alguien de afuera a afirmárselo, y esa es la labor de la Fundación.
Recuerdo estar en Barcelona antes de las Olimpiadas de 1992 y cómo en aquel momento la preocupación fundamental de la ciudad era traer turistas, algo que se ha transformado en la causa de problemas muy serios para ella. El turismo es una fuerza muy destructiva y es necesario comprender que no es la solución a nada, aunque pueda parecer una estrategia muy conveniente, ya que consiste únicamente en poner a la venta tu país. Galicia se encuentra ahora mismo en una posición que le permite aprender de esas lecciones y prevenir antes de que sea demasiado tarde.
La Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela fue el gran emprendimiento con ese propósito de convertir a la ciudad en un imán para el turismo y ha resultado un enorme fracaso.
Cuando Santiago ya es en sí misma una ciudad de cultura.
Pero es un ejemplo paradigmático de esa época en que los políticos creían ciegamente que un edificio era capaz de transformar radicalmente una ciudad, sus energías, su identidad… Esta fase en la que ahora nos encontramos es sin duda consecuencia de la gran crisis económica de 2008, que forzó a la arquitectura a abandonar esos épicos proyectos y empezar a mirarlos con desprecio dentro de un giro ideológico basado en una distinta sensibilidad hacia la sociedad y el medio ambiente. En ese escenario, y con otras poses, en apariencia muy alejadas de la frivolidad y arrogancia del star-system, tomaron un nuevo protagonismo arquitectos trabajando en países en vías de desarrollo y entornos desfavorecidos. Usted comentaba antes cómo esa experiencia trabajando en muy diversos lugares del mundo posibilitada por haber sido uno de esos ‘arquitectos-estrella’ le ha brindado, además de credibilidad, un conocimiento que le está permitiendo hoy proponer soluciones en un lugar como Galicia, una realidad, digamos, más tangible e inmediata que esa, tan contextualmente diferente a todos los niveles, planteada por ese nuevo discurso hegemonizado. ¿Ha llegado el momento de que esos grandes arquitectos a los que sólo se codició por su nombre hoy puedan demostrar la genuina valía de su saber y, sin retóricas forzadas, lleven a cabo su labor verdaderamente para la sociedad?
No creo que la práctica convencional nos prepare para ir hacia adelante y para las oportunidades que tenemos.
Mi gran proyecto icónico ha sido el Neues Museum, que fue un proyecto nacido de la colaboración, nunca hubiera podido ser realizado por un arquitecto genio sentado en su estudio con un lápiz. El concepto del museo debía surgir aquí de lo que este iba a significar para Berlín y. para ello, era necesario que convocase a la mayor cantidad posible de personas y contase con su aportación en ese debate del que el concepto surgiría. Todo el mundo, incluida la ciudad, debía ser participante. En este sentido, fue una preparación para esto que estoy llevando a cabo en Galicia, donde si quieres que algo se lleve a cabo te tienes que reunir un martes por la noche con cincuenta ancianos del pueblo para explicarles que quieres variar el tráfico. Hoy debemos pensar en términos locales, de recursos, emocionalmente, prácticamente…de una manera muy distinta a soñar un nuevo producto para el mercado, por eso vamos a pasar de ser una profesión obsesionada con el producto a una profesión obsesionada con el proceso.
Decía antes que estamos asesorando en la organización de concursos de arquitectura. Aunque impliquen competitividad, creo igualmente que son una buena forma de seleccionar a un arquitecto. Un sistema saludable de concursos, como el que hubo en España durante los años 80 y 90, que permitió a cualquier arquitecto con un buen proyecto ganar un concurso, es el motivo por el que este país construyó durante esas décadas la que era posiblemente la mejor arquitectura del mundo. Y no hablo únicamente de los concursos relativos a proyectos singulares, sino de toda la ecología de concursos, que posibilitaba además una buena formación en las escuelas de arquitectura, con los profesores que tenían pequeños estudios llevando a sus alumnos para contar con su ayuda en la preparación de esos concursos. Algo similar es lo que estamos intentando llevar a cabo a aquí: reconectar la cultura del desarrollo, la cultura de la gobernabilidad y la cultura profesional, que ahora mismo están dándose la espalda entre sí.
El mundo ha cambiado y usted también, decía antes. ¿Cómo ha cambiado la arquitectura?
Necesitamos buenos arquitectos y necesitamos buenos arquitectos que hagan buenos edificios, pero es necesario que sepamos mirar más allá del edificio singular y comprendamos que aquello que transforma la calidad de vida no es un edificio atractivo. Puede ser un buen edificio, pero no cambia la vida de nadie. Lo que de verdad cambia la vida de la gente en un pueblo pequeño es la plaza, el aparcamiento de coches, si los bares abren, si hay una buena iluminación en las calles, la recogida de basuras…
Cuando en España decís “¡Vamos a la calle!” lo que estáis diciendo es “vamos a encontrarnos con gente” y, si observamos la mayoría de ciudades de hoy, veremos que las calles no están hechas para servir a ese sentido de la expresión “vamos a la calle”. En las calles sólo hay tiendas y caos, no te encuentras con nadie. Me parece que es necesario que demos otra orientación.
Asimismo, la pandemia puso de manifiesto la importancia del localismo, de tener las cosas cerca, y también la de la sostenibilidad. Hoy todos tenemos que lidiar con ello en nuestro trabajo: importar piedra de China en este momento es algo visto como un completo sinsentido y, además, inadmisible. Recuerdo cuando hace unas décadas se interpretaba como un gran refinamiento comer algún producto importado de algún lugar remoto; hoy ya nadie está interesado en esos exotismos: se valora profundamente lo local. Esto supone un enorme cambio que creo que va a ayudar a los arquitectos, ya que nos empujará a azuzar el ingenio y a examinar atentamente toda esa cadena de recursos: cuál es su procedencia, qué distancia ha recorrido, es reciclable, es reemplazable…
Estamos en un momento en el que no puedes encapricharte en que algo sea, por ejemplo, rosa, porque posiblemente ese rosa que buscas sólo pueda conseguirse en México. Va a dejar de importar la estética, el aspecto visual, porque lo prioritario va a ser cómo se hace y otros factores. Nuestro concepto de belleza cambiará. Hasta hace un tiempo, era dificilísimo convencer a un cliente de que esa prioridad era fundamental; hoy, en cambio, se le describe cuál ha sido el proceso que va a seguirse para hacer un edificio, se le muestra el aspecto que tendrá y, seguramente, el cliente va a pensar que no es exactamente lo que imaginó, pero le gustará, le parecerá bello.
¿Qué transformaciones para la arquitectura están viniendo marcadas por el concepto “sostenibilidad”?
La sostenibilidad está imponiendo una visión mucho más horizontal. Si estamos aplicando una economía circular, también tendremos que aplicar un pensamiento circular y, para ello, el arquitecto tiene que empezar a pensar que es algo más que un arquitecto y trabajar desde una visión horizontal.
La gobernabilidad ha funcionado siempre verticalmente, por eso sucede que cuando hablamos de replanificar una ciudad pequeña y acudimos al Secretario de Urbanismo, este nos dirá que ese tema es competencia de Tráfico; iremos a hablar con el responsable de Tráfico, le expondremos que la carretera está destrozando la ciudad, y este nos responderá que la carretera está bien; cuando le maticemos que el problema son las consecuencias derivadas de la existencia de esa carretera, nos despachará diciendo que ese problema no le corresponde. Actualmente, somos muy conscientes de que todas nuestras acciones implican consecuencias. Hoy, si construyes una autopista, debes saber qué consecuencias va a tener sobre el medioambiente, la biodiversidad…Para eso es necesario el diálogo. Cuando trabajamos en planificación territorial lo hacemos junto a la Xunta y tratamos de reunir conectividades: cuestiones de economía, de educación, de medioambiente… Cuestiones que no pueden ser abordadas de manera individual.
Los arquitectos no podemos hacer que las cosas sucedan simplemente por el mero hecho de que somos arquitectos. Antes de cualquier intervención aquí en Galicia debemos saber al máximo sobre aspectos como el tráfico o la calidad del agua, la cual constituye uno de los puntos vitales de esta región. La naturaleza es el gran tesoro de Galicia, su gran capital; por eso es necesario tener una perspectiva más amplia del territorio. Ese el punto en donde entramos los arquitectos: nosotros somos capaces de ver esas conexiones entre hacer un edificio, proteger la naturaleza, crear un nuevo sistema de tráfico… Esto es lo que los arquitectos pueden ofrecer a los políticos.
Ahora mismo estamos trabajando en planes de movilidad. Es un asunto vital, porque con un mejor sistema de transportes permite reducir el número de vehículos circulando por la ciudad y así lograr un notable incremento en la calidad del espacio urbano. Este es el desafío, en mi opinión. Y es un desafío muy estimulante. En mi opinión, estamos ante un momento muy estimulante para arquitectos, urbanistas, políticos…
Los arquitectos necesitan la colaboración de los políticos para poder llevar adelante sus ideas y propuestas. Es ahí donde queremos estar y eso es lo que queremos hacer a través de la Fundación y de Casa RIA, que será una especie de open-house a la que queremos convocar con el tema común del medio ambiente a políticos, investigadores, estudiantes y ciudadanos.
Ha mencionado a los estudiantes, ¿la formación en la universidad va a la par con estas transformaciones ya en curso?
Está cambiando demasiado lentamente porque hay demasiados hábitos muy arraigados. En las escuelas hay una agenda establecida y el tipo de exámenes está igualmente basado en un cierto modelo establecido. En los últimos años de su carrera, un estudiante de Arquitectura debe demostrar que es capaz de diseñar un edificio, una estructura, algo sobre lo que es muy difícil ser examinado, ya que se trata de un proyecto que debe tener una larga durabilidad. Sin embargo, los jóvenes ya están comprendiendo con claridad que las fronteras de la arquitectura se están modificando.
En este momento estoy trabajando con diez arquitectos jóvenes que no han construido un solo edificio en seis años. Yo les insisto en que, en lugar de entrar a participar en un concurso, intervengamos diseñando las reglas para ese concurso. Haces mucho más interviniendo sobre las reglas de un concurso que construyendo un edificio. Estos arquitectos están trabajando en planeamiento, en pueblos abandonados, estudiando la movilidad…
Hablamos antes de la inercia en que muchos arquitectos se vieron sumidos cuando el mercado exigía “íconos” y se produjo esa retroalimentación entre las ambiciones de políticos y las ambiciones de ciertos arquitectos. Desde esta experiencia que está desarrollando en Galicia, más centrada en dejar de construir edificios que en construirlos, como antes ha señalado, ¿cómo cree que debería reformularse o reconstruirse esa relación entre arquitectura y política?
Es una relación que debe mejorar. Los arquitectos debemos demostrar a los políticos que somos útiles. La mayor parte de los políticos creen que lo único que hacemos es complicarlo y encarecerlo todo, y lo que debemos demostrarles es que podemos agregar calidad.
Los arquitectos no podemos hacer nada sin los políticos; pero el problema de los políticos es que a menudo no hacen lo correcto porque les falta capacidad para imaginar qué podrían hacer. Los políticos han ido paulatinamente dejando de tener ambiciones, se han limitado a lidiar con las realidades. Una excepción interesante es el caso de Pontevedra, donde hace algunos años el consistorio tomó la decisión radical de prohibir el aparcamiento de vehículos en el casco urbano. La medida fue en su momento sumamente impopular, pero, al cabo del tiempo, demostró su enorme efectividad. Ese alcalde se ganó la confianza de sus ciudadanos y está ahora mismo planteando importantes innovaciones en materia de tratamiento de residuos. No obstante, es muy difícil para los políticos tomar decisiones de este carácter que, sin embargo, están enteramente en sus manos. Un arquitecto o un urbanista no pueden tomarlas; necesitan la colaboración de los políticos y, como decía, es ahí donde nosotros queremos estar.
Recibió el premio Pritzker en 2023. ¿Supuso este reconocimiento realmente algo significativo en y para su carrera?
Lo resumiré con esta anécdota. Cuando lo recibí, Rafael Moneo me rodeó por el hombro y me dijo: “Listo, David. Ahora ya no tienes que preocuparte más por el Pritzker”.
(Versión completa de la entrevista mantenida con David Chipperfield y que se publicó, de manera abreviada, en ABC el 7 de mayo de 2024. Se rectifica la errata relativa al proyecto para la Fundación Banco Santander que apareció en la edición impresa.)
Imágenes por cortesía de Fundación RIA, The Pritzker Architecture Prize y Fundación Banco Santander.
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