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Blogs La viga en el ojo por Fredy Massad

Entrevista a Josep Lluis Mateo (1ª parte)

Entrevista a Josep Lluis Mateo (1ª parte)
Fredy Massad el

Continuando con el espacio que, a través de entrevistas y conversaciones, este blog quiere proporcionar para el intercambio de opiniones, reflexiones… presento a continuación la primera parte de las tres que componen una reciente conversación con Josep Lluis Mateo.

En este primer bloque se abordan cuestiones como la contemporaneidad de la dimensión artesanal en la arquitectura, las dudas frente al estado de crisis y las expectativas ante los cambios de paradigma.

La desesperación, la crisis de ideas (que ya viene desde antes de la crisis económica) han dado relevancia a cuestiones relativas ligadas a lo artesanal, a un cierto primitivismo.  Se reivindican ahora procedimientos, determinados materiales… ligándolos con intensidad a un concepto de renovación de las formas de hacer arquitectura desde la austeridad, de una actitud de realismo hacia la relación de la arquitectura con el individuo y la realidad social, y de recuperación de la esencia del hecho de hacer arquitectura.

¿ Te merece una reflexión este tema? ¿Se puede reconvertir toda esta situación, que ahora parecen búsquedas urgentes y desesperadas de direcciones, en algo positivo?

Yo siempre me he encontrado cómodo trabajando de una manera.

Recientemente asistí a un simposio en Londres, con participantes muy interesantes: Mumbai Studio, Wang Shu, François Keré… jóvenes arquitectos que plantean una arquitectura hecha de una manera artesanal, todos ellos acentuando el discurso «aborigen», «salvaje», explicando estas maneras de hacer desde otros contextos y que plantean la necesidad y posibilidad de operar de una forma más directa, aparentemente, sobre el proyecto y el mundo físico.

Yo presentaba la entrada del Museo Nacional de Praga, que he concluido recientemente, y planteaba, frente a sus discursos más exóticos, que de hecho para mí no existen grandes diferencias. Que un arquitecto indio me cuente sobre su trabajo con un artesano, lo cierto es que no es algo que me impresione porque vengo hacer exactamente lo mismo en Praga.

En Praga conversaba con un artesano… Mejor dicho: dibujábamos y, de vez en cuando, alguien nos traducía. Este artesano había hecho muebles en aquellos palacios y, a menudo, me llevaba, me los mostraba y eran verdaderamente objetos increíbles. Recuerdo por ejemplo una vitrina delicadísima, con detalles extremadamente sutiles… y tuve que maniobrar perspicazmente con el proyecto para dar cabida a toda la energía artesanal con la que me encontraba, que era la tradición del hierro propia de la cultura local.

Siempre he estado interesado en unir la idea con la materia, y de hecho, el respeto por el trabajo, por el hacer, me ha proporcionado momentos mágicos. Ésa es una de las razones por las que me atrae mi profesión. Y también, claro, el formular una idea contemporánea, racional y adecuada al problema.

Por otro lado, está el tema de la crisis económica local, europea. Creo que la teorización, o hablar de forma general desde nuestra cultura, no es saludable. En el fondo, nuestra cultura no es en absoluto central, y también está situándose en un extremo de desesperación que, a veces, es más mental que real. Creo  −intentando examinarlo no necesariamente desde nuestro contexto, sino cambiando un poco el punto de vista− que la situación de la arquitectura contemporánea es una en la que la crisis existe, y en la que también se produce un cambio de paradigma. Esto es algo evidente.

 

 

¿Cuál consideras que es ese cambio de paradigma?

Yo veo un cambio de paradigma clarísimo en lo relativo a la modernidad. Un ejemplo muy palpable lo proporciona la visión de China en las hipótesis de Rem Koolhaas en los años 70-80, como el nuevo ámbito de explosión creativa de la modernidad. Indudablemente ése es un argumento que hoy ya nadie se cree, empezando por los propios chinos.

Wang Shu asegura que una forma de afirmar la modernidad es reivindicar el campo, la vida en el campo y no en la ciudad. La arquitectura en el campo, los edificios de piedra, de madera, de ladrillo…con toda esa expresión artesanal detrás, y la correspondiente lógica mental y de producción. Esto constituye un cambio de paradigma respecto a esa cultura en que hemos estado tratando de definir un nuevo mundo que eliminara o negara todo eso anterior.  Reintroducir tradición, cultura local, pensamiento específico, de forma distinta, obviamente, a la del antiguo postmodernismo, supone dinamitar la estrategia del proyecto genérico. De hecho, la dialéctica identidad-modernidad es un argumento cada vez más importante en nuestro campo.

A mi me gustaría – y opero desde esta hipótesis – entenderlos no como opuestos sino como complementarios. Es decir, atender al proyecto simultáneamente como afirmación específica, local, arraigada y al tiempo ser lo suficiente abstracto y plural para poder ser comprendido y estar conectado en el mundo global.

En este contexto, la cuestión artesanal es simplemente una estrategia para el arraigo del objeto.

La cultura de la arquitectura estrella no dejaba de tener un componente colonizador, muy distinto al carácter de la internacionalización o expansión que se propuso el Movimiento Moderno.

Así es: se planteaba como un tipo de acción que no tenía más responsabilidad que llegar y plantarse en un lugar. Esto ha construido partes del mundo directamente repugnantes.

Pero, en relación a lo que comentas sobre el Movimiento Moderno, que fue un lenguaje universal, hay que asumir que la arquitectura ha sido una de las formas de la cultura más globalizadas a lo largo de toda la historia, digamos a partir del románico.

La relación entre invención, estandarización, difusión…encuentra una de sus manifestaciones más precoces en la arquitectura, un ejemplo claro de lenguaje global.  Y esto es algo que, ahora, ha adquirido otro tono. Este otro tono es el que a mí me interesa explorar.

Pero, no obstante, el Movimiento Moderno supo adoptar una serie de particularidades locales que la arquitectura de este último tiempo ha ignorado, planteando únicamente una colonización.  Quizá, en los próximos años, veamos emerger el reflujo de esto; pero,  ha sido un fenómeno que ha impuesto modelos sin la menor sustancia de fondo.

Sí, el Movimiento Moderno respondía a culturas diferentes, a diversas maneras de pensar, tradiciones…A unas estructuras previas.

Entonces,  la sensación presente es que se ha producido una globalización bestial, que ha trasplantado objetos. ¿No aboca esto a un riesgo de confusión? ¿A pensar que los modelos que vienen, digamos, «de fuera» de esa tendencia, de ese modo de hacer depredador  y ególatra, ahora se conviertan en el remplazo dentro de esa avidez por una arquitectura para consumo?

En el mundo contemporáneo hay una regla: el cambio.

Cuando alguien triunfa con alguna idea, o se produce el triunfo de un estilo – por ejemplo-, al tiempo está anunciando su fin. Tal vez esto no sea más que la idea de un optimista. O tal vez acabe tomando una deriva menos optimista y las cosas duren, duren mucho.

Ha habido momentos en la historia que han sido mucho más inmutables. Pero creo que la modernidad, por razones varias – también incluyendo las de interés y provecho− genera una cierta reposición, provoca un cierto cambio, esto ofrece una lectura positiva. Otro tanto sucede con la moda: no importa que tengas un buen traje del año anterior, es necesario comprar otro.

Eso quiero decir: que estando en un momento de impasse, en que esos megaproyectos no son viables,  se apele a todas estas otras cuestiones pero exactamente por esos mismos motivos de tendencia.

Sí. Todo puede tener varias caras, y algunas de ellas ser negativas.

Desde mi posición, lo más interesante es tratar de hacer una obra que tenga solvencia, consistencia, valor, cualidades que yo también valoro en las obras de los demás. A veces, una perspectiva negativa puede suponer un reduccionismo. Con todas sus complejidades, el mundo globalizado es una realidad que ha venido para quedarse. Realidad altamente excitante por otro lado. No podemos quedarnos en el pueblo. Aunque sin duda, hay gente que sí que hace la reducción de argumentos objetivo central del proyecto. A veces sale bien, pero, sinceramente, creo que el «buen salvaje» suele ser cínico y, a la larga, inoperante.

Pero «saliendo del pueblo»,  ¿qué piensas de la súbita recuperación de estos temas que hace apenas tiempo no interesaban en absoluto a unos medios arquitectónicos  más interesados en lo «icónico» y que, de repente, empiezan a mirar hacia estas arquitecturas de ámbitos geográficos marginales,  revisiones de lo social?

Me parece indudablemente muy interesante. Y necesario, incluso, porque creo que es indispensable que se produzca un cambio.

La producción de arquitectura de los últimos veinte años ha dado obras interesantes, aunque personalmente me costaría señalar muchas. Pero, de igual manera, tampoco creo que se haya producido mucha obra interesante a nivel local.  Por supuesto, depende de lo que uno entienda por interesante. Pero creo que no se ha producido una arquitectura que haya marcado un tiempo como, por ejemplo, la Plaça de Sants, que en su momento fue un proyecto que claramente señaló un antes y un después, que formalizó y construyó un nuevo mundo; eso que siempre ha logrado la gran arquitectura: explicarte algo que no conoces pero que estás esperando descubrir.

Entrevista a Josep Lluís Mateo. 2ª parte

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