Es un hecho: las empresas los quieren jóvenes, o como se dice ahora, “freshers”. Hombres y mujeres con cuerpos briosos de start-up y salarios contenidos, que dinamicen la pirámide de la compañía.
¿Y cómo se mantiene en forma la pirámide de una compañía? Algunas conocidas multinacionales despliegan una estricta política de “up or out”: cada año los empleados ascienden (los mejores) o salen (los que no dan la talla). No hay estancamiento. Y los más senior, los directivos que pasaron la criba año tras año, son elegantemente despedidos al cumplir 55, con una jugosa indemnización pactada como premio a los años de servicio leal.
Lo confieso: tengo 50 años y alguien podría decir que he entrado en el club de los “viejunos” de la oficina. Pero yo me encuentro ahora en mi mejor momento: mis hijas ya han crecido, soy más reflexiva, no tengo miedo ante las decisiones difíciles, disfruto más en el trabajo, he acumulado experiencia utilísima para el desempeño de mis funciones y me he deshecho de todo complejo. Ahora aporto más valor a la compañía.
Así que aún espero aparecer algún día en las páginas de directivos de la prensa salmón con un nombramiento estrella. Eso sí, en el breve historial profesional al pie pediré que escriban “más de 20 años de experiencia en…” para que nadie eche cuentas indebidas.
Nota: algunos ejemplos de mujeres que están en su mejor momento profesional, nada “viejunas”