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No siento decir lo siento

No siento decir lo siento
Maria C. Orellana el

La escritora americana Sloane Crosley se pregunta en un artículo del New York Times por qué las mujeres siempre se disculpan. Y tiene razón: observo que en general, la mayoría de las mujeres piden perdón constantemente. No solamente en el entorno laboral, sino también en la vida cotidiana, cuando ganan el punto jugando al tenis, cuando ponen esa comida que no les gusta a sus hijos, o incluso como fórmula de cortesía.

Confieso que soy de las mujeres que se disculpan. Cuando habían pasado escasos tres meses desde mi incorporación en la empresa, mantuve mi primera reunión con el comité de riesgos en la que presenté un informe que contenía varios errores derivados de la inexperiencia y del poco tiempo que había podido dedicarle. Así que simplemente pedí disculpas a los asistentes y prometí enviarles inmediatamente una nueva versión libre de errores. Al finalizar la reunión uno de los asistentes me regaló un sorprendente consejo: “Nunca pidas perdón en el trabajo”. Incluso mi marido me ha recriminado en alguna ocasión que para mí todo es fácil; puedo hacer cualquier cosa porque no me cuesta después decir “lo siento” y así queda todo arreglado.

El artículo del NYT, igual que el (maravilloso) anuncio de champú Not Sorry y en la misma línea que el libro de Sheryl Sandberg “Vayamos adelante” pide a las mujeres que dejemos de pedir perdón. Que nos impongamos, como hacen ellos. Cita el ejemplo de una mujer que a las tres  de la madrugada del sábado abre la ventana para gritar a su vecino: “disculpa, ¿puedes apagar la música?” Pues no sé si entiendo (porque no lo dice) que la autora prefiere que la mujer abra la ventana y diga: “hijo de puta, o apagas la música o llamo a la policía”.

Y yo me pregunto ¿Y por qué no al contrario? ¿Por qué tenemos que adaptarnos a las formas masculinas? ¿No sería mejor que los hombres empezaran también a decir “lo siento”?

La respuesta a estas preguntas para mí es clara: El mundo sería mejor si todos empezamos a ser más humildes y reconocer nuestros errores: los gobernantes, los directivos, los cónyuges, los hijos, los conductores en la calle… Lo siento, pero yo no siento decir “lo siento”.

 

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