Maria C. Orellana el 24 jul, 2015 Hace años, cuando el teléfono móvil constituÃa un artÃculo de lujo y era impensable acceder al correo electrónico en el lugar de veraneo, abandonábamos la oficina para partir felices hacia nuestros destinos vacacionales sabiendo que nadie nos molestarÃa, ni el jefe para preguntarnos cómo progresaba asunto en el que estábamos trabajando, ni el cliente para quejarse de que algo estaba fallando en su proyecto. Por un absurdo complejo de culpabilidad que me aquejaba antes de las vacaciones, yo siempre acordaba con mi jefe que telefonearÃa algún dÃa hacia la mitad de mi ausencia, por si acaso me necesitaban. El dÃa de la llamada me levantaba tensa, temiendo en el peor de los escenarios: un problema importante que requiriera mi inmediata presencia en el lugar de trabajo. Mientras desayunaba ya vivÃa la escena, en el aeropuerto o la estación, despidiéndome de mi marido y deseándole que siguiera disfrutando de las vacaciones con las niñas hasta mi regreso. La imagen me provocaba un nudo en el estómago y me hacÃa posponer la llamada una y otra vez. Armada de valor, finalmente levantaba el teléfono de la habitación del hotel, o de la cafeterÃa de al lado del apartamento para, tras intercambiar con mi interlocutor las habituales fórmulas de cortesÃa, titubeante, hacer la pregunta: – ¿Cómo va todo? ¿ha surgido algún problema? Creo recorder que la respuesta solÃa ser afirmativa;  habÃan surgido problemas, que normalmente hacÃan que la conversación se prolongara durante más de media hora. Pero nunca tuve que abandonar a mi familia y volver. Ahora es muy distinto: durante las vacaciones consultamos los mensajes del mail profesional prácticamente a diario, para comprobar en tiempo real si ha surgido el temido problema que puede requerir nuestra reincorporación inmediata o simplemente nos amargará el resto del dÃa. Ya no sufrimos durante una mañana, distribuimos la tensión uniformemente durante nuestra ausencia. Y es que nos lo montamos fatal. Hace unos dÃas, tras enviar un mail de trabajo a un directivo, la aplicación de correo me devolvió este mensaje automático de notificación de ausencia: “Estaré de vacaciones hasta el 31 de julio. Por favor, contáctame después de esa fecha (si todavÃa lo requieres)”. Me encanta. Pongamos todos este mensaje antes de irnos. A ver si algo cambia. mundo laboral Comentarios Maria C. Orellana el 24 jul, 2015