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Biempensantes o tontuelos(as)

Biempensantes o tontuelos(as)
Maria C. Orellana el

 

Defensora de la cultura cristiana aunque no creyente, estoy harta de oir por ahí a bienpensantes o tontuelos(as) decir que el islam no discrimina a las mujeres y que Mahoma era un gran partidario de la igualdad de género. Sin ir más lejos, leo esta semana a la señora Amanda Figueras que “se tiende a decir que (las mujeres musulmanas) estamos recluidas y no es cierto” o “El profeta, quien es nuestro mejor ejemplo, nunca jamás pegó a una mujer y en su discurso de despedida antes de morir instó encarecidamente a los musulmanes a tratar bien a las mujeres”…

Muchos vierten acusaciones de islamofobia, cuando en España sólo veo agresiones a la gente que profesa el catolicismo, como la gala drag queen del pasado carnaval en Las Palmas, la procesión de la hermandad del coño insumiso, el asalto a la capilla de la Complutense por quien luego fue portavoz de Ahora Madrid en el Ayuntamiento, o miles de chistes en los medios. Por no hablar de la persecución real que sufren católicos, ortodoxos o coptos por el mundo, como muestran los recientes ataques a cristianos en Egipto. O la que sufrieron (y aún sufren) muchos judíos.

Durante los años en que mi marido vivió y trabajo en Argelia, viajé a ese magnífico e inexplorado país en varias ocasiones. Quiero subrayar que Argelia goza de un gobierno “laico” (a diferencia de Arabia Saudí, Irán, Yemen u otros países donde impera la Sharia musulmana). Aún en Argel la situación tenía un pase, con mujeres en la universidad, funcionarias, maestras… incluso tengo una amiga argelina, Sana, que ejerce allí la medicina. Pero visité otros núcleos urbanos, en la zona norte del país (digamos la más occidentalizada) donde en las calles no podía contar más de un diez por ciento de mujeres. En los cafés, despachando en las tiendas, en las paradas de autobús, en las mezquitas, en los eventos deportivos, solo hombres. Y con más de 40 grados, ellos paseaban con ligeras túnicas blancas y sandalias, mientras que sus esposas o sus hermanas vestían ropa oscura, sobre la que ponían abrigo negro grueso y chador, por supuesto con zapatos y medias tupidas. En las playas, salvo algunas jóvenes que se atrevían con el burkini, las mujeres se quedaban tapadas de negro de pies a cabeza bajo la sombrilla. Y ellos se bañaban, jugaban a la pelota o paseaban por la orilla con sus bañadores occidentales en vivos colores mostrando su pelo en pecho.

Nos hacen creer que las mujeres en muchos países islamistas visten así porque les gusta incluso en verano, no conducen porque para qué, prefieren quedarse en casa que ir al café con las amigas y si me apuras, mientras que los hombres pueden tener varias esposas, ellas gustan de recibir pedradas con medio cuerpo enterrado por cometer adulterio, o tener que casarse con su violador para evitar la cárcel por conducta impura. Eso es la Sharia, que va ligada al islam de hoy, no al catecismo.

No, Amanda, aunque tú lleves velo y burkini con gusto por un postureo falsamente identitario (cada uno se gana la vida como puede), las mujeres en Arabia no van con el niqab por elección personal: es que la policía las pega con un palo si enseñan un tobillo.

Y no tenemos islamofobia, resulta que nos ha costado siglos de revoluciones llegar hasta aquí, para que ahora los bienpensantes o tontuelos(as) nos hagan ver como normales las aberraciones que se cometen en nombre del islam.

 

Notas: A quien albergue algún tipo de duda sobre el riesgo que supone hoy el avance islamista en muchos países de África y Asia, le invito a ver la maravillosa y tristísima película Timbuktu, de Abderrahmane Sissako, basada en hechos reales que ocurrieron en el norte de Mali en 2012.

Para ilustrar este post, he tomado prestada una foto de Boushra Al Moutawakel que lo dice todo sobre el velo como primera medida para anular a las mujeres.

 

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Maria C. Orellana el

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