Mi último post hablaba de la nueva muñeca “Barbie ingeniero de robótica” y la necesidad de que nuestras hijas tengan desde muy pequeñas modelos femeninos diversos, que les permitan elegir su futuro en igualdad de condiciones.
En respuesta, un lector inteligente citó la “paradoja de la igualdad de género” que unos investigadores de la Universidad de Leeds han publicado en Psychological Science. Viene a decir que en los países donde las mujeres tienen más opciones (países ricos), eligen menos carreras STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) que en otros en vías de desarrollo. Sin conocer este estudio, coincido en que muchas mujeres que pueden aspirar a cualquier carrera, haciendo ejercicio de su capacidad de elección plena, eligen profesiones más “sociales”: medicina, enfermería, enseñanza, cuidado de niños o ancianos, veterinaria, psicología…
Pero es aquí donde viene mi duda ¿está “virgen” la capacidad de elección de nuestras jóvenes mujeres, solo condicionada por su ADN? ¿Cuántas están sesgadas por mensajes y modelos que han presenciado desde su edad más temprana? No estoy segura de la respuesta.
Cuando jugaba a la cuerda en el patio del colegio femenino en el que estudié, acompañábamos tan sano y recomendable ejercicio (hoy en desuso) de canciones que lanzaban increíbles mensajes como “quisiera saber mi profesión: soltera, casada, viuda, mooooonja”. En mi casa, de ambos padres universitarios con la misma carrera de ciencias químicas que mi madre no ejerció, solo las chicas ayudábamos en las tareas domésticas de limpieza y cocina, de las que mi hermano quedaba exento por alguna norma no explicada. Más que por una decisión voluntaria, fue por un cúmulo de casualidades que yo estudié ingeniería, pero en un tiempo en que las chicas teníamos vetadas profesiones como piloto, taxista, militar o policía, madres mayoritariamente en la cocina y una publicidad que nos avasallaba con anuncios sexistas, era normal que nuestras aspiraciones fueran enfocadas hacia profesiones de enfermera, secretaria, azafata o simplemente esposa. Y no solo en nuestro país: en 1994 la maravillosa película australiana “la boda de Muriel” retrataba el síndrome universal de idealización del matrimonio que ha venido aquejando a muchas adolescentes, entre las que me incluyo.
Pero de eso hace muchos años… volvamos a hoy, aquí: a cualquiera de nuestras hijas le debe costar un esfuerzo titánico imaginarse que llega a dirigir nuestro país, cuando nunca se ha visto a una mujer presidenta de España, ni de Francia, ni de Portugal, ni de Estados Unidos, ni de la mayoría de países de nuestro entorno. Yo sigo viendo por la calle niñas vestidas de rosa empujando carritos con sus muñecos-bebé. Y en los medios, mujeres guapísimas que “se llevan el premio gordo” de desposar un vejestorio forrado de dinero. Incluso las mujeres del tiempo en la televisión salen vestidas todas apretadas y sexis, mientras que ellos anuncian las tormentas con pantalón y chaqueta. Podría seguir con una larga lista, pero no quiero aburrir.
Sigo creyendo que los modelos femeninos y los mensajes subliminales que reciben nuestras hijas son los responsables máximos de su elección de estudios y por ello, insisto: animemos con fuerza a nuestras hijas a ejercer las profesiones del futuro.
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