Mariela Beltrán y Carolina Aguado acaban de publicar el libro más serio sobre Blas de Lezo en décadas, porque ha revisado todos sus episodios en las fuentes originales. Con lo que dicen los archivos, la biografía de Blas de Lezo es más rica en matices y se comprende mejor su importancia histórica, aunque alguna frase y un puñado de mitos hayan sido descartados como falsos. La exagerada vida del gran marino pedía rigor, una vuelta a las fuentes originales, más contraste. Ha traído algo de polémica. A quien no le gustan los matices, lo que no le gusta es la historia
Blas de Lezo, el célebre «Mediohombre», es el síntoma para muchos españoles de la recuperación de una historia medio olvidada y mal valorada. Poco acostumbrados como estamos a encontrar consensos en el pasado, en muy pocos años el marino que defendió Cartagena de Indias en 1741 pasó de ser el héroe desconocido, que ni se estudia en los colegios ni está en la memoria colectiva (en Colombia ya era un héroe acrisolado), a convertirse en epítome del valor y la entrega, del orgullo por la historia, al que ahora se dedican cómics y estatuas en la vía pública.
Pero digo síntoma porque siempre hubo algo patológicamente hiperbólico alrededor de la reivindicación de su figura: que si la mayor armada inglesa jamás derrotada, que si frases de desprecio que pedían mármol… Muchos se entusiasmaron tanto al descubrir tanta grandeza que no les importó que se mezclaran hechos y mitos. La exagerada vida de Blas de Lezo, sentimentalmente aceptada, pedía rigor, una vuelta a las fuentes, más contraste. Aunque traiga un poco de polémica esa revisión. Y eso, el rigor científico, es lo que nos aportan Carolina Aguado y Mariela Beltrán con este libro.
Ellas saben de qué hablamos mejor que nadie. No en vano fueron comisarias de la gran exposición que dio a conocer al marino desde el Museo Naval de Madrid y vieron crecer su figura desde entonces. Escucharlas ahora cuando relatan sus avances en el rastreo de documentos originales por los archivos de España, América, Londres y París, cuando revelan cómo fueron sitiando algunos de esos mitos y haciendo más rico, más complejo y más grande al personaje por su mejor definida humanidad, además de una lección de tesón, de táctica y estrategia, es algo que produce un sincero entusiasmo.
Como don Blas, ellas dos han luchado contra un enemigo innúmero, de apariencia invencible, con los medios modestos pero contundentes, pulidos, de la ciencia. Da igual el número de mitos y patrañas replicadas en mil libros que lleguen a mezclarse con la verdad. Los viejos legajos forman una muralla invencible que decanta la verdad comprobable, la única que importa. La muralla de los hechos.
No empequeñece la historia de Blas de Lezo esta investigación, sino que la hace más grande y apasionante. El contexto sobre la guerra es la fortaleza del libro. ¿Una oreja de un tal Jenkins? ¡La pugna por el monopolio comercial está en el origen del asalto que Blas de Lezo, junto con el virrey Eslava, lograron parar, con sabiduría militar y un valor fuera de toda duda!
Los dos, odiándose cordialmente, hicieron más grande nuestra historia, codo con codo, o codo con muñón.
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