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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

La doble vida del gran Billy Tipton

La doble vida del gran Billy Tipton
Los diferentes aspectos de Billy Tipton desde que era un adolescente
Israel Viana el

Cuando la ambulancia llegó a casa de Billy Tipton el 21 de enero de 1989, nadie podía imaginar lo que allí estaba a punto de revelarse. El gran pianista y saxofonista de jazz de 74 había sufrido una úlcera días antes y se había negado ir al médico, hasta que esta le produjo una hemorragia. Una vez en su domicilio, los médicos desplegaron la camilla con la intención de trasladarle al hospital de urgencia. Su hijo adoptivo William estaba junto a él cuando el enfermero le abrió la camisa del pijama para poder revisarlo y, atónito, le preguntó: «Hijo, ¿tu padre se hizo un cambio de sexo?».

«Me quedé con la mente en blanco. Pensé que estaba alucinando o algo por el estilo», contó años después el hijo de Tipton. Y no es para menos, porque su padre, que desde la Gran Depresión hasta la década de los 60 había alcanzado cierta fama en el mundo del jazz, había grabado algunos discos, tocado con otros músicos de renombre y girado con su propio trío, había fingido durante más de 50 años que era un hombre, cuando en realidad era una mujer: Dorothy Lucille Tipton.

Ni su mujer ni sus tres hijos adoptivos conocían su secreto, que había conseguido ocultar desde que, con 19 años, decidió volver a su Oklahoma natal, tras haber sido criada por su tía en Kansas City, y comenzar a travestirse para actuar en bares.

Durante más de cinco décadas, y hasta el día de su muerte, nadie había visto su cuerpo desnudo, ni tan siquiera sus cinco mujeres. A todas les había contado la misma historia: que años atrás había tenido un grave accidente de coche en el que, además de haberse roto varias costillas, sus genitales habían quedado deformados. Eso explicaría que no mantuviera relaciones sexuales, que nadie le tocara sin su consentimiento y que siempre fuera vendado para ocultar sus pechos.

Tipton consiguió ocultar la verdad sobre su sexo mientras se hacía un hueco en el mundo del jazz, un mundo principalmente de hombres en aquella época. Tras tocar en varias orquestas menores interpretando estándares, en 1940 se muda a Joplin (Missouri) y deja de tener contacto con su familia y con sus antiguos amigos. Fue entonces cuando asumió su identidad masculina por completo y continuó con su carrera musical.

Dorothy había desaparecido del mapa, mientras Billy compartía escenario con formaciones y músicos tan importantes como Bernie Cummins, George Mayer, Jack Teagarden, Billy Eckstine, The Ink Spots o los Delta Rhythm Boys. Hasta formó su propio grupo con el bajista Ron Kilde y el batería Dick O’Neal, el Billy Tipton Trio, con el que tocó durante 10 años y grabó un par de discos.

A finales de los 60, la carrera de Tipton cayó en picado. El rock estaba sepultando a las orquestas de jazz y el músico no era una figura como Ellington, Coltrane o Parker, capaz de soportar aquella embestida comercial. Entonces se retiró a Spokane, en el estado de Washington, donde trabajó hasta su muerte como representante de artistas a comisión. Un destino que, según la biografía escrita por Diane Wood Middlebrook en 1998 («Suits Me. The Double Life o Billy Tipton») fue asumido sin mucha tristeza por el músico, al que una gran popularidad habría provocado que su secreto viera a la luz. Incluso rechazó la grabación de otros cuatro álbumes.

Solo con su secreto

La artritis le obligo a retirarse definitivamente de los escenarios en 1970. En la década de los 80 se había quedado sin blanca, enfermo y solo. Pasó los últimos años de su vida alejado de sus hijos y viviendo en una casa rodante a las afueras de Spokane, donde murió en 1989.

Sólo la autopsia determinó que el cuerpo de Billy Tipton correspondía al de una mujer biológicamente normal. Una revelación que dio la vuelta al mundo y que incluso fue publicada por ABC tras su fallecimiento.

Alguien del hospital llamó a un periódico local para ofrecer la primicia y, aunque su última mujer, una bailarina llamada Kitty Kelly, quiso impedir el escándalo mandando incinerar el cadáver y visitando al jefe de la redacción, nada pudo hacer. Ella misma terminó contando en la televisión que había vivido en la ignorancia el secreto de su marido, con el que no mantenía relaciones sexuales «dado su pésimo estado de salud». Ver para creer.

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