José Manuel Otero Lastres el 22 jun, 2020 Finalizado el estado de alarma y con él la reclusión decreciente que hemos padecido, podemos hacer balance del impacto que ha tenido el coronavirus. Como es sabido, la pandemia ha producido efectos muy negativos en tres ámbitos, el sanitario, el social y el económico. De los tres voy a detenerme exclusivamente en el ámbito de nuestra salud. Los medios nos han venido dando casi a diario tres cifras: número de contagiados, número de muertos y número de recuperados. De estos tres indicadores, le hemos prestado atención por lo general a los dos primeros. Tal vez porque eran los que más influían en el devenir de la pandemia. A mayor número de contagiados y de muertos mayor presencia entre nosotros del COVID-19. A día de hoy el número total de infectados ronda los 250.000. Más dudas existen sobre el número de muertos: la cifra oficial son 28.315. Pero estudios matemáticos, datos de las funerarias, de las incineraciones y de la comparación con los muertos durante los mismos meses de años anteriores, sitúan el número de muertos entre 40.000 y 50.000. Finalmente, el número de recuperados, esto es, de los ciudadanos que han superado el contagio, el pasado 17 de mayo, que fue, al parecer, la última vez que se dio esta cifra, es de 149.576. Es difícil hacer una valoración objetiva de estas cifras. Entre los que las valoran de forma absolutamente negativa y los que aplauden sin cesar la excelencia de los datos, la postura más acertada, como casi siempre, es la intermedia. Posición que exige reconocer los errores que cometió el gobierno, que serían básicamente dos: imprevisión hospitalaria y nefasta política de acopio de materiales para hacer frente a la crisis. Pero habría que admitir también las dificultades con las que se encontraron los gestores de la pandemia, que cabría también resumir en la avalancha inesperada del número de contagiados, sobre todo durante el mes de marzo, que cogió al país infradotado para dar una adecuada respuesta a tan grave y urgente problema. Los resultados están ahí y ahora tocará evaluarlos. Afortunadamente, no me corresponde a mí hacerlo, sino que serán la justicia y las elecciones las que emitirán las verdades jurídica y política de cómo se afrontó la pandemia. Desde el gobierno, como era de esperar dada la dedicación primordial al cuidado de la imagen, se ha hecho un balance tan positivo que, lejos de reconocer algún error y achacarlo a la gravedad de lo que se nos vino encima, prefirieron centrarse en que gracias al confinamiento salvó 450.000 vidas. No sé si es exacto el número, pero no se puede discutir que el hecho de recluirnos a todos en nuestros domicilios evitó muchísimos contagios y, consiguientemente, salvo muchísimas vidas. En la línea de preocuparse por la imagen, Pedro Sánchez ha presumido de que gracias al confinamiento salvó 450.000 vidas. Pero aquí la clave no es discutir el número de vidas que se salvaron gracias a la declaración del estado de alerta, sino si se podía haber tomado responsablemente la medida de no recluir a la ciudadanía. ¿Es que puede un general presumir de las numerosas vidas de sus soldados que salvó en la guerra al darles cascos, armas para defenderse y trincheras para guarecerse del fuego enemigo? ¡Solo faltaría que el Gobierno de la Nación dejara voluntariamente expuestos a los españoles al contagio! Y es que como escribió Gracián es “mejor aspirar a ser un héroe que aspirar únicamente a parecerlo”. Por eso, creo que el pueblo español es lo suficientemente maduro como para escuchar de su gobierno una valoración en la que admita algún error. Pero, como deseo ser positivo en este primer día de recuperación de la libertad de circulación y espero que de las demás libertades, voy a celebrar que cerca de 150.000 compatriotas que contrajeron la enfermedad se recuperaron. Sociedad Comentarios José Manuel Otero Lastres el 22 jun, 2020