Los ABC de ayer y anteayer comentaban extensamente la noticia de la fórmula “cumple los requisitos” ideada por el Ministerio de Educación para que los alumnos de la Enseñanza Secundaria Obligatoria puedan obtener el título aun teniendo dos asignaturas suspendidas, siempre que no sean simultáneamente Lengua y Matemáticas. Había que evitar el contrasentido que supondría que los estudiantes de la ESO pudieran obtener su certificado de aprobado, teniendo dos asignaturas “suspendibles” calificadas por debajo del 5.
Pues bien, nuestras autoridades ministeriales, en lugar de que el certificado contuviese la calificación de aprobado cuando existían asignaturas suspensas, resolvieron el problema certificando otra cosa: que el alumno en cuestión cumple los requisitos exigidos para superar la ESO. Al parecer esa misma fórmula se aplicará a todos los alumnos con independencia de si sacan un 10 o tienen dos suspensos, aunque para que la enfermedad del “igualitarismo” no llegue al paroxismo, señala el periódico que las notas también se especificarán numéricamente.
La expresión acuñada es una más de las numerosas faenas que les estamos haciendo a nuestros estudiantes. Me da la impresión de que no hemos entendido bien las previsiones constitucionales sobre la Enseñanza. En efecto, con un indiscutible acierto, el artículo 27 de la Constitución establece, entre otra cosas, que todos tenemos derecho a la educación, que se reconoce la libertad de enseñanza, que la educación tiene por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana, y que la enseñanza básica es obligatoria y gratuita. Lo que no dice la Constitución –aunque a más de uno le gustaría- es que todos los estudiantes tienen derecho al aprobado y que, por tanto, se tiene que rebajar el nivel de exigencia hasta donde haga falta para que obtengan el título incluso los que no alcancen el umbral mínimo de suficiencia de conocimientos.
Y es que, así como a nadie se le ocurre que el derecho constitucional a la protección de la salud obligue al médico a certificar que están sanos incluso los que padecen una enfermedad, ni nadie entendería que tras correr la final de los 100 metros lisos en los Juegos Olímpicos se diese a todos por ganadores, de la misma manera solo deberían obtener el certificado de la ESO los que hubieran superado las pruebas exigidas.
Con la salud no se juega porque no admite componendas interesadas: de nada vale que te den un certificado de que estás sano cuando tu salud padece un grave quebranto. Y lo mismo se puede decir con la indicada prueba de atletismo: si se ve que unos han llegado antes que otros, nadie admitirá que todos alcanzaron la meta al mismo tiempo.
Pues lo mismo debería suceder con la enseñanza. Porque ¿de qué vale decir que se “cumplen los requisitos” cuando es así que el titulado no ha superado los niveles mínimos en todas las asignaturas? Pero en la enseñanza se puede organizar el “engaño” porque parece que no tiene consecuencias inmediatas y visibles. ¿Creen de verdad nuestras autoridades que nuestros estudiantes les perdonarán el gran engaño de darles un certificado de que han superado el nivel de pleno desarrollo de su capacitación mínima obligatoria, cuando en un par de materias no lo han logrado?
La constante rebaja de los niveles de exigencia en el ámbito de la enseñanza no beneficia a los estudiantes, porque la capacitación insuficiente nunca es provechosa para el que la padece. Por eso, pienso que algún día cuando comprendan lo que les hemos hecho en estos desventurados tiempos de “demagogia escolar”, estos estudiantes “superprotegidos” no nos perdonarán que no hayamos sido exigentes en el nivel de conocimientos requeridos para el completo desarrollo de su personalidad. Si, según parece, vamos hacia un mundo en el que va a haber cada vez más competencia por conseguir un puesto de trabajo ¿tiene algún sentido rebajar los niveles de exigencia escolar? Ustedes mismos.
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