Cristina Cabrejas, de la agencia EFE, ha remitido una noticia que me parece especialmente interesante. Escribe, desde Roma, que las iglesias sicilianas han abierto sus puertas para dar acogida a los inmigrantes. A los que han recibido una educación católica, es posible que la noticia les evoque el pasaje evangélico en el que Jesús expulsa a los mercaderes del templo, por entender que estaban haciendo un uso impropio de la casa del Señor.
Pero no me equivoco demasiado si digo que la gran mayoría de los católicos –por no decir la generalidad- están conformes con que se utilicen las iglesias como refugios de los subsaharianos llegados en oleadas masivas a las costas de Italia.
Es verdad que corresponde al Estado, básicamente a través de la administración municipal, subvenir las necesidades de alojamiento de los inmigrantes. Y también lo es que, en principio, las iglesias no tienen como función esencial servir de albergues, sino que son lugares de oración y recogimiento. Pero no es la primera vez –ni será la última- en que la Iglesia Católica supla y, por lo mismo, complemente, sobre todo en materia asistencial, la insuficiente actividad de las administraciones públicas.
Hasta ahora, además de las parroquias, eran las instituciones benéficas particulares las que se encargaban de ayudar a los inmigrantes que arribaban al primer mundo sin más equipaje que la esperanza. Pero al verse desbordadas estas instituciones ha habido alguien que ha tenido la felicísima idea de ocupar, como si fueran albergues, las iglesias que están durante muchas horas del día y toda la noche “desocupadas”.
Las Iglesias sicilianas abren sus puertas para dar acogida a los inmigrantes
No puedo asegurarlo, pero no creo equivocarme demasiado si digo que a casi nadie le puede molestar que en casos extremos como éste las iglesias se utilicen, además de para orar, como lugar de refugio para los más necesitados.
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