Por principio, soy partidario de incluir en las listas electorales personas independientes, entendiendo por tales aquellos ciudadanos que no han vivido profesionalmente de la política una parte importante de su vida.
Las razones de mi preferencia son muchas pero me basta con señalar las dos siguientes: suelen aportar “aire fresco” y experiencia social y hacen posible el enriquecimiento de la vida política con currículums brillantes de las más variadas actividades.
Ahora bien, tomada la acertada decisión de incluirlos, la principal cuestión que se plantea es a qué personas se invita. Vaya por delante que, aunque a un gran número de ciudadanos puede parecerle lo contrario, los políticos, comparados con otros profesionales, están mal pagados. Razón por la cual el entusiasmo con que el político mandamás ofrece el puesto al independiente suele ser respondido con evasivas o reticencias por parte del elegido, el cual, tras hacer las cuentas, ve muy repletas las partidas del honor pero muy menguadas las monetarias.
Con todo, y aun admitiendo las dificultades económicas para seducir a los independientes, creo que siempre habrá candidatos de enorme valía que verán con buenos ojos pasar algunos años en la política.
Lo que, sin embargo, no me parece personalmente un acierto es utilizar esta vía para insertar en tus filas a personas conflictivas. Es bueno abrir los partidos a la sociedad, pero mucho más si teniendo un enorme abanico de posibles candidatos escoges a los que pueden aportar más “aire fresco”, experiencia social, y brillantez profesional, como decía anteriormente.
Y es que no conviene olvidar que las conocidas son las siglas del partido. Por eso, por muy famoso que pueda ser el independiente en cuestión o por muy “notorias” que puedan ser las hazañas que justificaron integrarlo en las listas, los militantes siempre pensarán que no es “notoriedad” lo que necesita el partido político para ganar sino las más alta reputación en sus candidatos.
Aunque sea meterme en donde nadie me llama, vista la general inexperiencia de gestión política que poseen los cuatro candidatos que competirán el 20 de diciembre próximo con el actual presidente del gobierno, tendría, por ejemplo, más sentido incorporar como independiente a una persona con reconocida experiencia empresarial que a una ex militar y a una periodista ex diputada. Porque tengo para mí que de ese perfil debe haber en el PSOE un buen banquillo.
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