Cuando en las dos últimas elecciones generales se pasó del bipartidismo a la presencia de cuatro formaciones políticas, muchos analistas se felicitaron, y no pocos con entusiasmo, por el nuevo panorama político español. Escudándose en la afirmación de que el pueblo nunca se equivoca, los hubo que sostuvieron que, frente a la monotonía de la última mayoría absoluta del PP, el pueblo había decidido que en el futuro los partidos tenían que pactar.
No hace falta recordar que después de estar casi un año sin gobierno hubo unas nuevas elecciones que son las que nos han traído hasta la situación actual. Y de todos es sabido también que el PP, como partido en minoría con mayor número de escaños, tuvo que pactar, primero, la investidura de Mariano Rajoy como presidente del gobierno; y, en el día de ayer, obtener el número de votos que le faltaban para que no fuesen rechazados los presupuestos generales del Estado para 2017.
Se habla de que el PNV ha accedido a votar a favor de los presupuestos tras obtener una contrapartida económica cifrada en unos 500 millones de euros. Lo cual parece haber soliviantado a una buena parte de la clase política que se frotaba las manos ante la que parecía una nueva dificultad, nada más y nada menos que le rechazo a los presupuestos generales, que seguiría deteriorando la posición del PP.
Recuerdo que cuando yo era pequeño el dueño del balón, aunque fuera muy malo, jugaba siempre en uno de los dos equipos contendientes, porque si no lo hacía, no prestaba el balón y sin éste no había partido de fútbol. Lo mejor era, claro está, que hubiera otros balones para que pudieran jugar los mejores. Pero había los que había y todos aceptábamos que participara el mal jugador que era dueño del balón.
Pues bien, algo parecido ha pasado con los presupuestos generales. El que tenía el balón era el PNV y para que siguiese el partido puso sus exigencias. La alternativa era jugarlo o no y el PP decidió, en beneficio de los intereses generales, acceder a lo que exigía el dueño del balón.
Lo que sorprende es que ahora se rasguen las vestiduras los que saludaron con tanto entusiasmo el “multipartidismo”. Si como sostienen la casi generalidad de los analistas políticos el pueblo nunca se equivoca y no salió alguien más a prestar su balón (pienso, por ejemplo, en el PSOE), la única salida que quedaba para no entrar en una situación de inestabilidad con presupuestos prorrogados era dejar jugar al dueño del balón. Y esto fue lo que tuvo que hacer el PP.
Tras el mapa electoral que confeccionó el supuestamente infalible pueblo español que eligió la política de pactos, lo que no vale ahora es que nos llevemos las manos a la cabeza por el coste de los acuerdos presupuestarios.
Otros temas