Cuando hablo de la versatilidad de Artur Mas no me refiero a que tiene un carácter voluble (acepción 3ª de la palabra versátil), sino a que es capaz de adaptarse con facilidad y rapidez a diversas funciones (2ª acepción). La última de ellas podría ser haberse convertido en urna, entendida esta palabra en el sentido de arca que sirve para depositar las papeletas en las votaciones secretas.
Afirmo lo que antecede porque la vicepresidenta de la Generalitat, Neus Munté, al criticar este lunes la imputación del presidente Artur Mas por la consulta del 9 N, ha aseverado que “las urnas no se imputan”. Dando a entender con ello que quienes han resultado verdaderamente imputadas han sido las urnas.
Pues bien, como por mi formación jurídica soy conocedor de que la condición de imputado solo puede predicarse de las personas, la única posibilidad que existe de que imputando formalmente a Artur Mas se impute simultáneamente a las urnas es que el President en funciones de la Generalidad sea al mismo tiempo urna y persona. De ser esto a lo que se refería la Munté, habría que admitir la gran versatilidad del señor Mas.
Claro que, dados los tiempos que corren, y vista la “gran amistad” que existe entre los políticos, sobre todo si son del mismo partido, no hay que descartar que la significación de urna a la que se refería la señora Munté fuese la “caja de metal, piedra u otra materia, que sirve para varios usos, como guardar dinero, los restos o las cenizas de los cadáveres humanos” (acepción 3ª).
Lo digo porque no serán pocos los que piensen que llamar al President “urna” pudo ser también una especie de calambur de la señora Munté para aludir a su previsible condición de “cadáver político”, parecido al que se atribuye al genial Quevedo. De tan inigualable autor se cuenta que habría ganado una apuesta a su amigos al asegurar que era capaz de llamar coja a la reina Isabel de Borbón -que realmente lo era- esposa de Felipe IV.
Se cuenta, en efecto, que Quevedo compró dos ramos de flores, uno de claveles blancos y otro de rosas rojas, y que mostrándoselos a la reina le dijo: “entre el clavel y la rosa, su majestad escoja”. Por eso, no habría que descartar que la señora Munté, al equiparar al señor Mas con una urna (caja para restos cadavéricos), estuviera haciendo una especie de calambur llamándole “cadáver político”.
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