José Manuel Otero Lastres el 23 nov, 2020 En los algo más de cuarenta años que llevamos de democracia, nunca hubo un gobierno de coalición. Los dos grandes partidos que vinieron alternándose en el gobierno desde 1978 tuvieron siempre un número de escaños suficiente para formar gobiernos monocolores. Fue la ruptura del bipartidismo a partir de 2015 y la consiguiente diseminación del voto ciudadano en torno a cuatro grandes formaciones de ámbito estatal la que originó una importante reducción del número de escaños asignados a cada una de ellas, dificultando con ello que un solo partido político pudiese congregar el número de escaños suficientes para obtener la confianza del Congreso de los Diputados. Las últimas elecciones generales desembocaron en el primer y actual gobierno de coalición de signo social-comunista, formado por el PSOE y Unidas Podemos. Se trata de un gobierno bicéfalo, pero no por el hecho de ser una coalición de dos partidos, sino -y esto es lo fundamental- porque está regido por dos cabezas, que, en ocasiones, lejos de actuar con unidad de criterio, tira cada uno hacia su propio lado. Nuestro actual gobierno, que comenzó siendo un gobierno de coalición en su origen, y ha devenido, andando el tiempo, en un gobierno de disentimiento: hoy más que un gobierno social-comunista es un gobierno de socialistas y de comunistas, en los que cada bloque va por su lado. Los ejemplos son múltiples y siempre consisten en lo mismo: el líder de Unidas Podemos actúa por su cuenta -eso sí con el consentimiento tácito del presidente del Gobierno-. Y así, por ejemplo, critica la monarquía parlamentaria como forma política del Estado al tiempo que se pronuncia a favor de la república; o acusa al Poder Judicial, de dictar sentencias que le producen “una enorme sensación de injusticia” y de que dejan impunes a corruptos muy poderosos gracias a sus privilegios; o se alía con ERC y EH Bildu para presentar una enmienda a los Presupuestos Generales con el fin de impedir los desahucios durante la pandemia; o, en un momento especialmente delicado en nuestras relaciones con Marruecos se pone del lado del Frente Polisario y habla de la conveniencia de convocar un referéndum en el Sáhara. Por eso, se puede decir que el actual gobierno no solo es un caso de bicefalia, sino de “goberoposición”, en el que una cabeza, el PSOE, gobierna, y la otra, la de Unidas Podemos, gobierna y hace oposición al propio gobierno del que forma parte. Así lo declaraba ayer la ministra de Defensa, Margarita Robles: “En un gobierno de coalición, hay distintas posiciones, pero no es razonable que se actúe como Ejecutivo y como oposición”. Lo negativo de todo lo que está sucediendo es que la cabeza de mayor tamaño (el PSOE por reunir más escaños) está siendo devorada por la de menor tamaño (Unidas Podemos). Hasta tal punto que en el ABC del viernes pasado se habla de que para presionar a Sánchez Pablo Iglesias ha logrado “blindar” a los 53 diputados de Unidas Podemos y el llamado bloque plurinacional. Ante esta cada vez más complicada situación, agravada porque Pablo Iglesias convenció a Pedro Sánchez de contar con el apoyo expreso de EH Bildu, a éste se le ha ocurrido dirigir una carta a los militantes del PSOE en la que, como siempre, culpa a otros de errores. La carta parece obedecer a la intranquilidad que ha provocado entre los socialistas el pacto con EH Bildu, pero no me extrañaría que el malestar se debiese también al hecho de estar permitiendo que crezca la cabeza política de Pablo Iglesias gracias a la sorprendente práctica de la “goberoposición”, que, como poco, contradice la responsabilidad solidaria del gobierno por su gestión que establece el artículo 108 de la CE. Política Comentarios José Manuel Otero Lastres el 23 nov, 2020