A lo largo de mi vida me encontré con personas que pensaban que alabar a otro era, en cierto modo, minusvalorarse. Eran de esos que mostraban su superioridad intelectual desde su atalayad de cicateros, escatimadores y avaros en el halago ajeno: porque nadie, sin su aprobación, podría subir un centímetro en el pedestal de auto complacencia desde el que observaban al resto de la intelectualidad.
Yo pienso, en cambio, que cuando uno observa que otro emite un pensamiento digno de alabanza debe proclamar su autoría en lugar de apropiárselo, y seguidamente celebrarlo. Lo cual, más que un acto de generosidad, es un acto de justicia.
Viene esto a cuento porque en el ABC de ayer leí una entrevista que le hizo Inés Martín Rodrigo al gran escritor leonés, Andrés Trapiello. Van paseando los dos por el Madrid de Trapiello, y él va comentando lo que le suscitan los lugares que visitan.
Y expone dos ideas que deseo comentar: la primera es “cuando uno echa de menos una plaza, un comercio, un café…lo que suele echar de menos es su juventud”. Creo que tiene razón. Cuando uno tiene un ataque de añoranza regresa mentalmente a un tiempo que pasó y la pena no es por la ausencia de lo que no está, sino porque es, como diría Antonio Machado, una huella que hemos andado y ya no volveremos a pisar.
El segundo pensamiento es el comentario sobre la crítica de la izquierda de que la derecha se ha apropiado de la bandera y del Rey. Trapiello dice sobre la apropiación de la bandera “pues haz uso tú también de ella. Ningún país tiene un conflicto con su bandera”. Y sobre la figura del Rey señala: “la cuestión no es por qué al Rey lo defiende la derecha, sino por qué lo ataca la izquierda o no lo defiende”. No puedo estar más de acuerdo! Y es que, como dice en su “Sala de Máquinas” del ABC de hoy Julián Quirós, “la derecha sólo reivindica o protege un patrimonio que la izquierda ignora, detesta, repudia y a veces hasta combate”.
Otros temas