Un dÃa después de la batalla encarnizada, de la guerra civil que ayer devastó al PSOE por no se sabe cuantos años, habrÃa que preguntarle al ya exsecretario general, Pedro Sánchez, si mereció la pena tanto destrozo solo por una equivocada ambición personal. SÃ, solo y únicamente por la obsesión contra Mariano Rajoy, por el empecinamiento en mantener una posición polÃtica rechazada en las urnas en más de cuatro elecciones.
Yo no voy a entrar en el fondo de los argumentos utilizados por Sánchez para mantener su posición, ya que estoy de acuerdo, en parte, que es la militancia de un partido la que debe de elegir a sus dirigentes y, llegado el caso, votar si hay que seguir adelante con una determinada estrategia, como es pactar o no la investidura de un presidente de Gobierno. Hasta ahà puedo comprender a Sánchez.
Pero todo esto se derrumba cuando, por mucho que te apoye la militancia, los votantes te dan la espalda. Y eso es lo que Sánchez parece no haber entendido y, lo que es peor, totalmente ciego decidió saltarse incluso a su propio partido para poder cumplir sus objetivos. Y más a más, decidió lanzar un órdago contra las resoluciones de su Comité Ejecutivo e intentar un Gobierno con Podemos y los independentistas, que hubiera llevado a España al desastre.
No merecÃa la pena provocar tanto dolor en el PSOE y reducirlo a cenizas. No merecÃa le pena destrozar a una formación polÃtica fundamental para la estabilidad de España. No merecÃa la pena el espectáculo que se ofreció ayer en la sede de Ferraz: insultos, gritos e incluso enfrentamientos en la calle a puñetazos entre partidarios de uno y otro bando.
Tras esta triste batalla campal, me quedo con el tweet de este socialista histórico, Javier Solana, que resume muy bien lo que será el futuro del PSOE: “Cuando se tome conciencia del destrozo, todos preferirán 85 diputados?”
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