Hay políticos en España muy dados al figureteo, a la exposición pública permanente y, cuando no la tienen, se sacan de la manga unos “papeles secretos” (que ya veremos cómo queda la cosa de desvelar secretos de Estado) y se montan un show de entrega de documentos a una fundación para cobrar protagonismo. Todo el mundo sabe de quienn hablo, un tal Bono, que no puede soportar el anonimato. Y cuyos papeles realmente interesantes no son los que ha sacado a la luz, sino los que explican muchas cosas de su alto nivel de vida. Algún día, alguien cantará.
Y hay otros que prefieren la discreción, la prudencia y sirven al país y a su partido con lealtad, sin dejarse ver. Uno de ellos ha sido Pedro Arriola, asesor del Rajoy y Aznar, que hoy ha fallecido después de padecer un Alhzeimer galopante, esa enfermedad del olvido que ha enterrado para siempre su memoria. Con su marcha también se va una parte importante de la historia de España, sobre todo de los intentos por acabar con ETA, y del Partido Popular.
Por lo que yo sé, nunca conoceremos nada de lo que él vivió porque su mujer Celia Villalobos se encargó, y no hace mucho, de hacer desaparecer el amplio e interesantísimo archivo de “el Arriola”, como ella le llamaba, desde el profundo cariño y respeto que siempre le ha tenido.
Me lo contó en un encuentro que tuvimos, antes de Navidad, con alguna que otra lágrima escondida en su mirada triste porque intuía que ya llegaba el final. Para que nadie traicionara la memoria de Arriola, y cumpliendo “lo que yo sé que él habría querido”, Celia Villalobos se había pasado varias mañanas triturando papeles. Por sus manos pasaron aquellos días muchos documentos que explican tantas cosas, y yo llegué incluso a recriminarle que los hiciera desaparecer por el valor que pueden tener en el futuro, pero su contestación fue que “él nunca habría querido que salieran a la luz”.
Con la marcha de Arriola se va un hombre que guardaba muchos secretos, que siempre hizo de la discreción el centro de su actividad profesional. Su mujer, Celia Villalobos, no ha permitido que nadie la traicione.
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