Una comprende el disparate en que se ha convertido la política española cuando escucha al jefe de gabinete de Pedro Sánchez, el todopoderoso Iván Redondo. A mi me cuesta mucho trabajo pensar que este oportunista, mercenario de la política, se vaya a tirar por el barranco detrás del presidente del Gobierno. Más bien empujará a Sánchez, cuando esté a punto de la derrota final, y saldrá corriendo con el maletín a buscar otro cliente.
El tono chulesco, desafiante del propagandista de Moncloa en su comparecencia ayer en el Congreso de los Diputados da una idea de lo que es y en lo que ha convertido la política española, en el laboratorio de sus ideas, sin pensar en la estabilidad del país y en el futuro de los españoles.
Que diga que “lo primero que tiene que hacer un asesor es tirarse por un barranco, por su presidente. Y yo lo hago aquí, ahora y mañana”, es de un cinismo colosal. “Y lo siento, se lo voy a dejar clarito, ahí voy a estar con él hasta el final, con el presidente Pedro Sánchez. Y le voy a decir algo más, para mi es un orgullo trabajar con el presidente del Gobierno de España. Un orgullo por su determinación” y en otro momento de su intervención habló de “valentía”.
Redondo, que parece estar muy subidito desde que maneja las tripas del poder, lo que está haciendo es tirar al presidente al rincón de la Historia animándole a aprobar los indultos a los condenados por el procés, a lo que se saltaron la legalidad y quisieron arrasar con la Constitución española. Esa línea, si Sánchez la traspasa, le puede costar muy caro, nada más y nada menos, que la Presidencia del Gobierno, ese cargo al que se aferra y al que ha antepuesto a cualquier otra cosa en su vida política, antes que a su propia dignidad.
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