A los que ya vivimos, profesionalmente hablando, la guerra fraticida Aguirre-Gallardón-Rajoy de 2011 y la de “las niñas” Soraya-Cospedal de 2018, este tercer enfrentamiento interno en el Partido Popular lo vemos desde una cierta distancia y al amparo de la experiencia que nos enseña que, al final, por muchos análisis que hagamos, retorciendo muchas veces la realidad, somos carne de cañón de la contaminación de ambos bandos.
Por eso, lo mejor es distanciarse y escribir poco y solo sobre hechos consumados. A mí, que queréis que os diga, ya solo me interesa saber el día y la hora en la que Casado y Ayuso se cogen el teléfono o se sientan en una mesa a solucionar una guerra suicida que, por el paso que va, va a condenar al Partido Popular a otros cuatro años en la oposición ¡Qué irresponsabilidad!
Este enfrentamiento atroz, aderezado con bloqueos telefónicos, supuestos whatssaps amenazantes, informes jurídicos sin autoría contrastada, solo tiene una explicación: la testosterona masculina. Sostengo que todo este enredo por el poder empezó la noche electoral del 4 de mayo a las puertas del balcón de la calle Génova, cuando, cuenta la leyenda, a lo mejor yo también me he dejado contaminar, que el jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), y el secretario general del PP, Teodoro García Egea, discutían sobre quien tenía que salir junto a Ayuso para celebrar el éxito electoral: que si ella sola con Casado y Almeida, que si Egea, que si algunos más.
La leyenda dice que incluso MAR quiso llevarse a Ayuso a la sede de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol para que ella, en solitario, saliera al balcón a saludar a los votantes. Como yo no estaba allí, me limito a sugerir lo que dicen, pero lo cierto es que el triunfo incontestable, abrumador, de Ayuso tenía que ser compartido con su partido y con el hombre que la señaló con el dedo: Pablo Casado, en contra de la opinión de todos.
De aquella trifulca quedó un daño irreparable, el enfrentamiento entre MAR y Egea, que empieza a afectar a Isabel Díaz Ayuso, la política con mayor proyección en la política española, por méritos propios y porque ha sabido conectar con el electorado como no lo había hecho nadie en los últimos años.
Ella debe de presidir el PP de Madrid si gana las primarias, nadie lo duda, pero no debe desafiar la autoridad de su presidente, Pablo Casado, no se debe dejar contaminar por el enfrentamiento MAR-Egea. La solución solo puede llegar de un acuerdo para la celebración del congreso regional: ni marzo, como dice Ayuso, ni junio, como dice Egea, a lo mejor abril, por decir una fecha, y todo queda en tablas. Y otro acuerdo para repartirse la dirección y la elaboración de las listas entre Almeida y Ayuso, sin que ninguno de los dos tenga más poder que el otro.
Del futuro de la relación entre MAR y Egea ya se hablará en los próximos años, lo inmediato es garantizar la paz interna y reconducir la relación de amistad entre Casado y Ayuso que puede ser muy rentable para las aspiraciones electorales del Partido Popular.
España