Me niego a hacer un análisis sesudo de la propuesta de la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, para limitar los precios de algunos alimentos básicos de la cesta de la compra, entre otras razones, porque no es más que un intento de sacar cabeza. Ni ella misma se lo cree porque es consciente de que es un engaño masivo con el único objetivo de decir: “Aquí estoy yo. No se olviden de mí que sigo con mi proceso de escucha”.
Qué casualidad que este anuncio se lanzara el mismo día que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inició el curso político rodeado de la ‘gente’, de su gente, mejor dicho, en un acto en el Palacio de la Moncloa, que resultó ser una estafa. Una reunión amañada hasta tal punto de que, ¡oh casualidad!, alguien le preguntó espontáneamente una cuestión que él llevaba apuntada en un papelito y que respondió con gran alborozo: que las empleadas de hogar recibirán el desempleo cuando se queden sin trabajo. Por cierto, una propuesta muy justa.
La chapuza lanzada por Díaz es tal que varios compañeros de la mesa del Consejo de Ministros salieron en tromba descalificándola, como el sensato titular de Agricultura, Luis Planas, que la calificó de ilegal. El mismo argumento utilizado por la Comisión Nacional de la Competencia que ya ha advertido que “la legislación prohíbe los acuerdos entre operadores siempre que restrinjan la competencia”. Pero hay más, esta medida choca contra la Ley de Defensa de la Competencia y el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.
Mañana lunes, la comedia, a la que se ha sumado el ministro de Consumo, Alberto Garzón, continuará con una reunión en la que estará presente una de las principales operadoras del sector, que no sé yo si le va a resultar rentable, en términos de imagen, sumarse a este spot publicitario de la plataforma ‘Sumar’.
Ojalá fuera posible bajar los precios de los alimentos, sería la mejor noticia, ya que ello supondría la rebaja de la inflación, pero no es tan fácil. El camino elegido ha sido el peor posible, el de engañar a la ciudadanía con una promesa falsa, más propia de países gobernados por una izquierda populista que de naciones libres y democráticas como es España.
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