“¿No dice Esperanza Aguirre que hay que dar todas las batallas? Pues las vamos a dar?”. Este grito de guerra se escucha por la sede del PP en la calle Génova, cuartel general de la dirección general de un partido que atraviesa la mayor crisis interna de los últimos tres años, paradójicamente, en el mejor momento político, con todas las encuestas a favor para llevar a Pablo Casado a La Moncloa.
El desafío lanzado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunciando su candidatura para presidir el partido en la región y reclamar un adelanto del congreso regional previsto para final del primer semestre de 2022, como así lo votó en la Junta Directriva Nacional, ha convulsionado a la dirección.
Las partes están totalmente enfrentadas y el pulso, más allá de la distancia existente entre Ayuso y Casado (se espera la llamada de la presidenta para reconducir la situación), se dirime entre el jefe de gabinete de la presidenta, Miguel Ángel Rodríguez, y el secretario general del PP, Teodoro García-Egea.
El PP no va a admitir la intromisión de Rodríguez en la vida interna del partido y limitan la influencia sobre Ayuso a su papel como presidenta de la Comunidad, el partido, ni tocarlo. Rodríguez quiere extender su poder a todo lo que afecte a Ayuso, a la que es cierto que ha ayudado a convertir en la líder que es hoy. Aunque en Génova dicen que sin la estructura del partido, Ayuso no habría podido realizar la campaña electoral que la llevó al arrollador triunfo del 4 de mayo.
Pero en esta batalla, en la que Ayuso reclama su legimitidad para presidir el PP, lógica por su aportación a situar al partido en el nivel electoral que se encuentra ahora, ha aparecido una figura, la expresidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, como también sucedió en el 2008, en el convulso congreso de Valencia. Entonces Rajoy tuvo que lidiar con las críticas de la entonces autodenominada “lideresa” que amagó con disputarle la presidencia del PP, aunque después no se atrevió.
La irrupción de Aguirre llamando “niñatos” y “chiquilicuatres” a los dirigentes del PP ha supuesto un punto de inflexión. Más todavía cuando este verano fue el propio secretario general del PP, Teodoro García Egea, el que se desplazó al domicilio de Esperanza Aguirre para explicarle la posición del partido sobre el congreso del PP de Madrid. Dos horas de conversación que, a la vista de sus declaraciones, no sirvieron para nada.
Esta semana, Ayuso parece querer apaciguar la tormenta con ese “esto acabará bien” que transmitió a esta periodista durante una conversación informal. No queda otra que el acuerdo, que podría pasar por “tú serás la presidente, no habrá candidato alternativo, pero con el calendario que votamos todos”. En Génova no van a aceptar lo que consideran un desafío a la autoridad de Casado lanzado por Ayuso, y tampoco “la intromisión de Rodríguez en el PP”. Todo se fía a esa llamada de la presidenta a su amigo Pablo Casado, que se fijó en ella cuando nadie la veía como candidata y le dio la oportunidad que ella ha sabido gestionar.
La foto de Valencia, la presencia de Ayuso en la Convención Nacional a la que parece que ahora va a ser lo posible por asistir, puede ser la imagen del reencuentro. Los militantes podrán respirar tranquilos.
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