A los periodistas que desde hace unos años nos dedicamos a la información política no deja de impresionarnos la simpleza e irresponsabilidad con la que los políticos de nuevo cuño se desenvuelven en las procelosas aguas de la política.
Hay temas para comentar todos los días, y de todas las formaciones políticas. Dejando al margen la metedura de pata de la vicepresidente de Castilla y León, Rosa Valdeón (en el PP más de uno me ha admitido que no ha podido más que mirar hacia otro lado a la espera de que cayera una política a la que critican su falta de tacto con algunos compañeros), una de las cosas que más me ha sorprendido este fin de semana han sido, una vez más, las declaraciones del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
Con todo lo que ha caído, con lo que hemos visto y escuchado desde que el 20 de diciembre de 2015 se celebraron las primeras elecciones generales (ya vamos por las terceras y no descarto unas cuartas), que ahora culpe del bloqueo político a Albert Rivera, es para no parar de reir.Lo peor que le puede pasar a uno en la vida es no asumir, para bien o para mal, las propias decisiones y querer culpar a los demás de tus errores.
Sánchez y su “no es no y qué parte del no no has entendido” al Partido Popular es ya un clásico, como también quedará para los libros de Historia de España, el no pero sí de Rivera a Rajoy. Si hay algo que reconocerle a Ciudadanos es su capacidad de rectificar con el objetivo de sacar a España del bloqueo.
Pero que venga ahora Sánchez a quitarse el marrón de encima me parece de aurora boreal. España está como está porque hay un señor, Pedro Sánchez, que se niega a facilitar la investidura de un Gobierno. Eso es así, y si él cree que debe adoptar esta decisión, me parece muy bien, pero que la asuma y no intente hacernos tragar con ruedas de molino.
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