¿Qué estarán hoy pensando los sindicalistas, aquellos que han intentado parar hoy la Administración Pública, cuando lleguen a su casa, doblen su bandera, recojan su pancarta y la guarden en el cajón y se den cuenta que ninguno de sus objetivos se han cumplido? ¿Qué reflexión harán mañana después del pinchazo sindical de hoy, al fracasar en su intento de llevar a cabo una huelga general con la que intimidar al Gobierno? ¿Se darán cuenta que ya nadie los cree? Qué después del silencio cómplice que han mantenido estos dos años, callándose la boca mientras las cifras de parados subían y subían y ellos nunca encontraban el momento de protestar contra Zapatero, no hay nadie que piense que su protesta de hoy no es más que un paripé para calmar a la concurrencia ¿Serán tan ingenuos que todavía crean que los trabajadores confían en ellos, cuando la realidad es que se han convertido en marionetas en manos de Zapatero para ocultar su incapacidad para sacarnos de la crisis?
Hoy he visto a Cándido Méndez y a Ignacio Fernández Toxo, secretarios generales de la UGT y CC.OO., dejar la alfombra roja del Palacio de la Moncloa, donde han vivido estos años al calor de las subvenciones millonarias del Gobierno socialista, y bajar a la calle. Supongo que el golpe habrá sido brutal. Tanto tiempo alejados de la realidad ha terminado por apartarlos definitivamente.
La calle Alcalá reunía a pocos miles de trabajadores en lo que querían convertir en una gran manifestación de protesta , que se ha quedado en nada. Querían parar el país y entre el 11 por ciento de incidencia de la huelga que dice el Gobierno y el 70 por ciento que aseguran UGT y CC.OO., me quedo con el término medio, que no es más que el fracaso de unas organizaciones sindicales en las que ya nadie confía, sólo sus liberados.
España
