Si se confirma la encuesta del CIS para las elecciones de Galicia y Alberto Núñez Feijóo revalida la mayoría absoluta, a ver quién es el valiente que, sin contrastar una legitimidad en las urnas, se atreve a decir que el gallego no debe ser, con total reconocimiento, el sucesor de Mariano Rajoy.
Si alguno osa hacerlo, hará el más espantoso de los ridículos porque, hasta que no se demuestre lo contrario. el valor más importante que tiene un político es el respaldo de las urnas. Y tres mayorías absolutas, sobre todo la última, en un momento político como éste en el que nadie ha sido capaz de conseguirla, es un mérito incuestionable.
De todos los nombres que siempre han circulado para suceder a Mariano Rajoy, solo dos dirigentes del PP han conseguido mayorías absolutas en sus respectivas comunidades autónomas: Alberto Núñez Feijóo y María Dolores de Cospedal. Ésta última perdió sus opciones cuando, por un puñado de escaños no pudo revalidar en Castilla-La Mancha esta mayoría absoluta. Ganó las elecciones autonómicas, pero perdió la mayoría, y, aunque en las últimas generales el PP recuperó la hegemonía y laminó a Ciudadanos, ha quedado relegada en esta carrera de la sucesión. O al menos eso parece.
Ni Soraya Sáenz de Santamaría, que nunca ha encabezado lista alguna ni ganado por sí misma unas elecciones; ni Alfonso Alonso, ni Cristina Cifuentes, ni Pablo Casado, por recordar los nombres de los que se habla una y otra vez, acumulan una mínima parte de los méritos que puede tener Feijóo.
El único obstáculo que puede frenar la carrera a la Presidencia del Gobierno del político gallego son los tiempos políticos. Cuando debería haber dado el salto, antes de las generales de 2015 facilitando la retirada de Rajoy, eligió Galicia (y a tenor de los datos parece que acertó). Y ahora, cuando todas las miradas se vuelven hacia él, no puede ganar por mayoría absoluta y dar la espantada meses después de conseguirla.
Pero la vida política es muy larga y si Rajoy consigue formar Gobierno después de las gallegas y vascas no será por mucho tiempo, a los sumo dos años. Quizás el tiempo suficiente para consolidar su sucesor en Galicia y él desembarcar en Madrid. Tiempo al tiempo.
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