Una forma de superar los duelos y quebrantos es integrarlos en la cotidianidad como algo normal o, mejor aún, como algo divertido. Hace casi quinientos años, Medina del Campo sufrió uno de sus peores momentos cuando fue quemada por las tropas del emperador Carlos V. Hoy aquel trágico suceso es un pretexto para la fiesta.
Soldados de Carlos V incendian Medina del Campo.
Fue el 21 de agosto de 1520 (ahora dirían “un” 21 de agosto de 1520, como si aquel año hubiera habido más de un 21 de agosto). Pues eso, en plena canícula y cuando empezaba el levantamiento comunero en Castilla, las tropas leales a Carlos V (o Carlos I, que tanto monta) se presentaron en Medina para incautarse de los cañones de la villa. Y como los medinenses se negaron, barruntando que se utilizarían contra los comuneros de Segovia, los soldados prendieron fuego a la ciudad.
Las llamas, como en los incendios forestales de hoy, surgieron a la vez en varios puntos diferentes, de lo que dedujeron los asediados que se trataba de un fuego intencionado. ¡Y vaya que lo era! En pocos minutos ardía la ciudad casi al completo. “Se quemaron trescientos cincuenta pares de casas de las mejores”, según declaración de un testigo llamado Francisco Vázquez. Los historiadores actuales suben la cifra a unas 900.
Los medinenses se defienden.
Cabreados (no era para menos), los medinenses dirigidos por un tundidor (esquilador) apellidado Bobadilla cogieron por sus partes nobles al regidor Gil Nieto, cómplice de los realistas, y lo mataron a cuchilladas en plena calle. Bobadilla, “hombre baxo, cruel y groffero” (según escribió el hagiográfo del emperador, Fray Prudencio de Sandoval, obispo de Pamplona) conocía bien a Gil Nieto, pues había sido su criado, lo cual, parece que facilitó la operación.
Entrada al Castillo de la Mota.
La quema de Medina fue el detonante que incendió la incipiente revuelta comunera que había estallado en Segovia. De allí saltó a Valladolid y Palencia, e incluso a algunas localidades extremeñas y andaluzas, hasta achicharrar a buena parte del reino.
Así lo describió el poeta berciano Luis López Álvarez en algunos versos de su poema “Los Comuneros”:
“Medina, cara, muy cara,
pagará tanta nobleza:
son peores que el tirano
los que al tirano sustentan….”
“Común es el sol y el viento,
común ha de ser la tierra,
que vuelva común al pueblo,
lo que del pueblo saliera.”
Castillo de la Mota. (Foto: Pilar Arcos)
Pues bien, algo en principio tan sórdido, es hoy motivo de jolgorio y plato principal de las fiestas de la Semana Renacentista, que del 18 al 21 de agosto está previsto que congreguen en la ciudad del Castillo de la Mota a unas 90.000 personas. Visitas teatralizadas, itinerarios guiados por museos o monumentos, desfiles y recreaciones de hitos históricos como la citada Quema son atractivos más que suficientes.
Colegiata de San Antolín y Ayuntamiento de Medina del Campo.
Y entre todos estos actos y las habituales degustaciones gastronómicas no menos atractivas (cochinillo, lechazo, vino de Rueda) destaca este año una curiosa exposición que atrae la atención de pequeños y mayores, es decir, de todos.
Exactamente 1.520 muñequitos de Playmobil vestidos de época recrean en varios dioramas la Quema. Y son ese número y no otro porque la tragedia ocurrió (hay que estar atentos, que ya lo he dicho) en 1520. Multitud de alegres figurillas, siempre de 7,5 cm. de altura, colocadas en el patio principal del Ayuntamiento y pertenecientes a la colección privada del matrimonio compuesto por Daphneé García y Tomás Ruiz. La Plaza Mayor en día de mercado, la Colegiata en construcción y los aposentos de la reina, son algunos de los escenarios que sirven para recordar en tono festivo lo que allí sucedió hace casi quinientos años.
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