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Formentera natural

Formentera natural
F. Pastrano el

En un reducido tamaño (poco más de 83 km², 19 de largo, 2 de ancho) Formentera posee un paisaje muy variado. Acantilados, playas, calas, dunas, salinas, lagunas… hacen posible la convivencia en muy poco espacio de una gran variedad de ecosistemas, que a pesar del incremento de la presión turística mantienen las características y apariencias de los espacios libres, salvajes, naturales.

Acantilado desde el Faro de la Mola.

 

Recuperación de la vegetación en la playa de Llevant.

La vegetación, como no podía ser de otra manera, es eminentemente mediterránea. Mas allá de los acantilados casi desnudos, con apenas algunas plantas arbustivas, los pinos son los árboles más grandes de la isla, aunque las sabinas sean los más abundantes.

Sabina retorcida por el viento.

Las sabinas, endémicas, suelen presentar un tronco descortezado y retorcido a causa del viento. Y por aquí los vientos no faltan: tramuntana, gregal, llevant, xaloc, migjorn, ponent, llebeig, mestral… De esta planta, como del cerdo, se aprovechaba todo, y con su dura madera se construyeron casas, varaderos y “llauts”, las barcas de pesca.

Viñedos de Terramoll.

Hay viñedos en auge, como los de Terramoll, pero también campos en los que se han abandonado las actividades agrícolas, aunque aún quedan árboles de cultivo como los olivos, los almendros y los algarrobos.

 

Higuera apuntalada con “estalons”.

 

Y sobre todos ellos, las viejas higueras que se han ido apuntalando con los “estalons”, horquillas de madera, que sujetan las ramas y favorecen su crecimiento en horizontal. A cierta distancia, estas centenarias higueras parecen un bosquecillo con una gran masa de hojas formando una especie de carpa verde, y docenas de falsos troncos, que en realidad son los puntales.

 

Chumberas junto al molino de San Francisco.

Chumberas.

Junto a las casas payesas suelen crecer pitas y chumberas, algunas de proporciones considerables.

Playa de Es Pujols.

 

Un hombre pesca desde un acantilado.

Formentera, no lo olvidemos, es una isla. Más de 80 kilómetros de costa hacen que su paisaje sea eminentemente de litoral, es decir, playas, acantilados, dunas…

Los cuernecillos de mar o trebolinas crecen en las dunas.

 

Playa de Ses Illetes.

 

En cuanto nos alejemos unos metros de la orilla del mar, en estas arenas que podrán parecer secas crecen diversos tipos de hierbas y flores de pequeño tamaño. Algunas de ellas endémicas.

Costa tapizada por posidonias muertas.

El mar arrastra hasta las playas ovillos de posidonias muertas.

Y si hablamos del mar y de plantas en Formentera, hay que hacer mención especial a la posidonia oceánica que forma verdaderos bosques o praderas submarinos, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999.

Ondas producidas por un barco. En el fondo, una pradera de posidonias.

Aparte de su belleza estética, la posidonia actúa como una depuradora natural y contribuye en gran medida a la transparencia y color de las aguas.

 

Aguas turquesas y gaviotas bajo un cielo azul.

Un marco, como vemos, atractivo en el que se desenvuelven con naturalidad muchos animales. Formentera no cuenta con mamíferos carnívoros silvestres, sí conejos, erizos y murciélagos.

Lagartija sargantana.

También lagartijas sargantanas de vivos colores, que ya casi se han convertido en el emblema local.

 

Gaviota de Andouin, reconocible por la mancha roja de su pico.

 

Cormorán nadando en aguas de Formentera.

Entre las aves hay codornices, perdices, tórtolas, jilgueros, gorriones, cernícalos, lechuzas… Y marinas como el cormorán y la gaviota de Audouin, reconocible por su pico de color rojo y bandas oscuras en las terminaciones de las alas.

Paseo peatonal en la Playa de Es Migjorn.

 

Vallas de contención de las dunas de la Playa de Llevant.

La Consejería de Turismo de Formentera ha apostado por una movilidad sostenible, ahora que aún se está a tiempo, tomando algunas decisiones innovadoras, como la prohibición de la entrada a los quads en el Parque Natural de Ses Salines, para evitar las molestias de ruido y polvo en uno de los espacios más sensibles de la isla.

 Atardecer. Más allá del sol, las costas de Denia.

FOTOS: PILAR ARCOS

 

 

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