El pasado 25 de abril un terremoto de 7,8º en la escala de Richter sacudió Nepal. Por si fuera poco, el 12 de mayo se produjo otro de 7,3º, y durante este largo mes se han sucedido numerosas réplicas.
El balance, siempre provisional, apunta a más de 8.600 muertos, unos 70.000 niños en grave peligro de desnutrición, y 800.000 casas derribadas o muy dañadas.
Casi el 70% del patrimonio cultural e histórico ha quedado destruido, y un 20% más ha sufrido daños de diversa consideración.
Los mayores daños humanos y culturales se han registrado en las ciudades, que lógicamente es donde hay un mayor número de edificios, muchos de ellos construidos a partir del siglo XII. Katmandú, la capital, y las vecinas Patán y Bhaktapur, han sido las más afectadas.
De los siete lugares declarados Patrimonio de la Humanidad en el valle de Katmandú, la Plaza Durbar es el más afectado. El 80 por ciento de sus templos se han venido abajo, al igual que parte del Palacio Real. Entre los edificios que formaban el complejo palaciego había una casa del siglo XVI, construida con la madera de un único árbol.
Los edificios más antiguos del monasterio budista de Karma Raja Mahavihar, fueron reducidos a escombros.
La Torre Bhimsen o Daharhar no era de los monumentos más antiguos ni interesantes, pero sí de los más visitados por los turistas. Fue construida en 1832 con fines militares y abierta al público en 2005. Doscientos escalones llevaban a un balcón circular desde el que se divisaba toda la ciudad. Estaba dedicada al dios hindú Shiva.
El templo de Vatsala Durga, en Bhaktapur, una espléndida construcción en forma de pagoda de tres pisos que albergaba una campana sagrada, ha quedado destruido.
El Palacio de Hanuman Dhoka (s. XVI), residencia de la monarquía nepalesa hasta el siglo XIX, ha sido fuertemente dañado. Junto a su puerta (dhoka) había una estatua del Dios Mono Hanuman.
El complejo budista de Swayambhunath, construido a partir del siglo V y conocido como el Templo de los Monos, también ha sido dañado. Milagrosamente su estupa con los ojos de Buda mirando a los cuatro puntos cardinales ha resistido los temblores.
El templo de Kasthamandap, del siglo XVI, dio nombre a Katmandú. Su inconfundible estructura de pagoda de tres pisos, posiblemente la mayor de todo Nepal, ha resultado totalmente destruida.
Jaya Bageshwori, uno de los templos hindúes más importantes de Nepal, también conocido como templo de Saraswati, la diosa de la Enseñanza, poseía un buen número de esculturas y pinturas murales que han sido totalmente destruidas. Solo se ha salvado su tejado de cobre.
En una primera estimación, se calculó que para reconstruir los edificios dañados era necesaria una inversión cercana a los 5.000 millones de dólares, lo que en una de las naciones más pobres del mundo supone el 20% de toda su actividad económica.
Los más optimistas recuerdan que en 1934 Nepal ya sufrió un gran terremoto de 8,1º, es decir más fuerte que los de este año, y que a pesar de que entonces las técnicas de restauración eran mucho más rudimentarias, pudieron reconstruir los daños y dejar un país tan maravilloso como el que algunos privilegiados hemos tenido la suerte de conocer.
Miremos el lado menos negativo. Otros lugares del país como Pokhara, Chitwan, Bandipur y Lumbini, no han sido gravemente afectados por los temblores. Y la ayuda internacional se ha volcado solidariamente con el pueblo nepalés, aunque todavía solo ha llegado poco más del 22% de lo donado.
Nepal, que en buena medida vive del turismo, solo podrá sobrevivir si los turistas volvemos. Hagamos nuestros donativos a través de Unicef, volvamos y entonemos con ellos un solidario y esperanzador “¡Om mani padme hum!”