No sé si por formación de cristiano viejo, o por tantas películas de romanos, el caso es que aquello del Memento Mori, o la imagen del esclavo sujetando la corona de laurel en la cuadriga, no se me va últimamente de la cabeza. Ya saben, el paseíllo ese en que justo tras el Imperator o quien hubiera sido merecedor del Triunfo, anda diciéndole aquello de Respice post te! Hominem te esse memento! Básicamente: no te vengas muy arriba y tal. Que sí, que muy bien. Que estás en pleno éxito y ovacionado, pero que de la Canina no te salva ni los caballos albos de la cuadriga.
El caso es que el actual presidente en funciones de manera permanentemente provisional, don Pedro Sánchez, pese a haber empezado su andanza como líder de un PSOE con los peores resultados desde Largo Caballero, o con los últimos que son tan parecidos a los que hicieron finalmente dimitir al lloradísimo Pérez Rubalcaba, no se ha visto presidente en ejercicio con mayor sentido de la victoria desde que se ponían escenarios con el vítor en el paseo de la Castellana. Vale. Me he pasado. ¡Pero no me digan que recuerdan algo igual en los Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero o Rajoy!
Que recuerdan a quien es capaz de fotografiarse de manera adolescente en todo aparato volador con unas Ray-Ban con el gesto de “no soy el piloto porque no me pongo a los mandos, que si no…”. Que hace justo lo contrario de lo que en periodismo siempre se enseña: el gacetillero nunca ha de ser la noticia. Se ve que los asesores políticos piensan que los políticos siempre han de serlo. Aunque la noticia sea una catástrofe por incendio, como en Gran Canaria, o por inundaciones como en Alicante. La foto: la del Presidente. Vaya a ser que no quede claro quién o qué es lo importante.
Empecé a barruntarme lo peor tras aquella foto de la persona del señor Sánchez paseando por Times Square, en Nueva York, como si fuera un remedo del cartel de la película del nunca suficientemente ponderado Tarantino, Reservoir Dogs. Pero ya el remate fue la foto en formación en cuña con todos los efectivos posibles, humanos y materiales, con el líder, el imperator, el presidente, como punta de flecha. Faltaban los líctores e ir vestido con la toga púrpura (con perdón) para que aquello fuera ya el obvio triunfo de una megalomanía nada discreta.
De Suárez dijeron que era un tahúr del Misisipi. De Calvo Sotelo, un soso inteligente. González llegó a ser Dios. Aznar, un nuevo Conde Duque de Olivares soberbio. Zapatero, Bambi redivivo. Rajoy, un Tancredo emitido en plasma. Pero quien llega al poder directamente con el mote de Mr. Handsome (Financial Times, dixit), ya por guapo se tendrá. Y como un nuevo Julio César, era de esperar que empezara a hablar de él mismo en tercera persona. O de mi persona. Su persona. ¡Un lío egocéntrico que no lo deslía ni su hagiógrafa Carmen Calvo, ni su portavoza Isabel Celaá!
A mí me gusta recordar, cuando paseo por el Panteón de Infantes en mi Palacio Monasterio, aquello que oí a los geniales Les Luthiers de que es mejor no tomarse la vida muy en serio porque, al fin y al cabo, no saldrás vivo de ella. Valdría la pena que se aplicara la frase la persona del presidente doctor Sánchez, pero sin que ello signifique andar de Falcon en Superpuma, y de postureo en postureo. Me temo que el señor presidente en funciones se toma a su persona demasiado en serio. Y recuerde, señor Sánchez, que su persona es mortal. Aunque entiendo que… ¡cuándo se ha visto usted en otra!
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