Luego dicen que son calumnias… «¡Malditos perros ingleses hijos de mil piratas!» (que diría un famoso usuario de la Corrala 2.0 antes con un pajarico celeste de logo). Que si no sabían nada… que si esta Venus del Espejo me la dieron así… que si quién iba a querer estas momias… que si los mármoles estos griegos ya se los habían cargado los otomanos y no llega a ser por nosotros… que si Shakespeare lo que pasa es que le gustaba el Quijote y le vino bien para ciertas inspiraciones… que si realmente eso de llamar a una serie «The Ministry of Time» ha debido de ser una tonta casualidad… Porque, parece ser, que hay una serie en España que solamente va a cumplir 9 años desde la emisión de su primer capítulo, y que se llama, (¡oh, Margaret, qué coincidencia!), «El Ministerio del Tiempo», obra de los hermanos Pablo y Javier Olivares, y emitidas sus cuatro temporadas en RTVE.
Pero, ¡claro!, en estos tiempos donde apenas se intuye lo que se emite en lugares tan arcanos y muchas veces, aislados por la niebla del Canal de La Mancha como es el continente europeo, ¡cómo saber qué se debe de estar haciendo en lugares bárbaros como España! Imposible conocerlo. Total, sólo hablamos de una serie que ya ganara un litigio a los norteamericanos primos de los anglos, con una serie llamada «Timeless» de Sony Pictures Television y la cadena NBC (unos principiantes de ná), sobre «un singular trío que viaja por el tiempo para luchar contra criminales desconocidos con el objetivo de proteger la historia tal y como la conocemos». ¡Nada que ver con la línea argumental de la serie española, nada! ¡Qué va! En este caso ya hemos dicho que se ganó, y tiene toda la pinta que va a volver a pasar lo mismo con la BBC y su intento de hacerse los longuis, aduciendo que el libro en que se basan ellos es algo novedosísimo de la muette.
Dirán que es difícil no hallar similitudes a la hora de abordar temas como los viajes en el tiempo, y que lo mismo podría decirse del Ministerio del Tiempo con relación a otros productos genuinamente ingleses como esa serie (que en España nunca terminó de cuajar para el gran público) llamada «Doctor Who», con su Tardis, o que H.G. Wells ya escribiera en su momento su famoso libro «La máquina del tiempo», en 1895. Lo que parecen ignorar, no son ya las evidentes similitudes (¡nombre incluido, que ya hay que tener cuajo!), sino que si nos ponemos puristas, el primer libro sobre una máquina que viaja en el tiempo es de un autor español, Enrique Gaspar, titulada «El Anacronópete», ¡escrita casi diez años antes que la popular obra del afamado escritor londinense! Aparato del tiempo que, por supuesto, no pudo faltar en uno de los episodios de la serie de los hermanos Olivares.
Y aquí está mi más importante lanza que rompo por ellos y su producto. Que, al margen de polémicas, de mejores o peores capítulos, de si sesgo ideológico o pejiguerías habituales en estos lares tan dados a la tendencia cainita, hay que reconocer una cosa: esta serie ha hecho más por dar a conocer ciertos hechos y personajes de la Historia de España, que decenas de sesudos ensayos y pretenciosos documentales al uso. Es un hecho. ¡Y más que saldrán en la que espero su ansiada quinta temporada! Porque es habitual ya escuchar que, gracias a los que se han convertido en ministéricos, como nos llamamos (y yo el primero) los seguidores y fans de esta serie, mucha gente ha conocido, por ejemplo, a Emilio Herrera, inventor del primer traje aeroespacial; ha visto un Lope y un Cervantes vivos; un Cid mucho más humano y divertido; como divertido es un Velázquez vacilón o un Napoleón en apuros por una monja viajera. Donde sale Franco (¡chupito!) y la División Azul, y también Lorca y Picasso. Y reyes y reinas. Como Felipe II haciéndose amo del mundo. Un personaje del que el propio Javier Olivares lleva años queriendo hacer una serie, y que espero que lo logre.
Porque pese a que El Ministerio del Tiempo ha sido de tildado de negrolegendario con la Historia de España, sus protagonistas han sido tan variados como diferente ha sido su audiencia. Desde un veterano soldado de los Tercios, Alonso de Entrerríos, hasta una mujer pionera de finales del XIX, remedo de aquellas primeras médicos de la Historia como Dolors Aleu y Martina Castells. Una protagonista, Amelia Folch, con la que encabecé el episodio sobre estas mujeres increíbles en mi «Siempre estuvieron ELLAS» (me perdonen la autocita) con uno de sus diálogos de la serie. Pues, insisto, la labor por crear y fomentar la curiosidad por la historia española que lograron los hermanos Olivares, debería de ser eternamente agradecida por todos. Porque la Historia de España, recordemos, es de todos. Ni de derechas ni de izquierdas. Que ya está bien de tanta tontería. Y en cuanto al intento de plagio, citando al personaje de Ambrosio de Spínola en uno de sus episodios más celebrados, señores de la BBC, no saben con quiénes se han metido: «¡Yipikayei, hideputas!»
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