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Blogs Notas del Espía Mayor por Javier Santamarta del Pozo

Una fecha para España (y II)

Una fecha para España (y II)
Carlos I, Felipe V, Fernando VII y Juan Carlos I, siguiendo con el debate sobre la fecha, en visión de Ricardo Sánchez «Risconegro»
Javier Santamarta del Pozo el

Andamos buscando una fecha para España, como intentara en ese primer artículo del Espía Mayor que les enlazo, y el caso es que no terminamos de encontrarla. Que en llegando a 1492 hay quien ya la ve, la ve. Que si el 2 de enero con la toma de Granada, que si el 12 de Octubre con la llegada a lo que hoy conocemos como América, y el inicio de ese imperio sin emperadores que fuimos (y no queda mal, mas que nos pese, el remarcar, fuimos). Hay quien propone el 18 de agosto de ese año, fecha de la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija. Lo que me recuerda a la fiesta nacional de nuestros hermanos del reino peninsular perdido, Portugal, que la celebran el 10 de junio, recordando que en tal fecha de 1580 nacería Luís de Camões, su escritor de bandera (que, por cierto, también escribiría en español). Podríamos coger la figura de Cervantes para hacer algo parecido pero, aunque ya sabemos que según los fumables (al menos toda la producción de Jamaica que sea posible enrollar en papel Alcoy) del Institut de Nova Història, don Miguel era más catalán que el fuet y los panellets, ¿qué pasa con los autores y con las otras lenguas como el valenciano, el vascuence, el catalán o el gallego, tan españolísimas como lo es el castellano aunque a sólo éste se le reconozca por tal denominación genérica?

Volvamos, pues, la mirada a la Historia, a ver si encontramos algo. Pero claro, si hasta mi propio señor natural, el Segundo Felipe, como me gusta recordar, se intitula como rey de las Españas (sic), me da que con los Austrias… no termino de ver la cosa. Tras una de nuestras guerras civiles más populares, la Guerra de Sucesión, en la que se animaron a participar media Europa sin que les invitara nadie (esto del turismo de guerra tenemos que regularlo, no cabe duda), empezó una nueva dinastía, la de los Borbones. Y aunque se han dicho más burradas que nombres en la lista de los Reyes Godos acerca de este conflicto, Felipe V se convierte en continuador de lo que hay (que ya sabemos que no se puede llamar España por el alipori que les da a algunos tal palabro) por la legitimad que le venía por ser nieto de la hermana mayor de Carlos II «el Hechizado» y último de su dinastía, María Teresa de Austria, que en 1660 casose con Luis XIV, el rey Sol.

Guerra de Sucesión. Asalto final a Barcelona. Fons d’art Fundació Antiga Caixa Sabadell, 1859

Como el nuevo monarca cambiaría todo para convertir esas Españas en una, grande y jacobina (pero sin derechos del ciudadano y revolución, no se me líen), al estilo francés, parece que es razón, según algunos, para poner fecha por esos albores del siglo XVIII. Pero ni él tuvo un Richelieu, ni esto es Francia. Mal que le pese al bueno de don Arturo Pérez Reverte. Y aunque ese siglo estuvo lleno de actos que valdría recordar con orgullo, como las expediciones de Balmis – Salvany, o la de Malapsina – Bustamante (pues de decadencia ná de ná), resulta que de tanto que nos damos con el inglés, que ansiaba ser el amo de las Américas y no hacíamos más que darle la del pulpo, ora con don Blas, ora con don Bernardo, desde el Río de la Plata a la Florida, el caso es que acabamos tras la de Trafalgar haciéndonos amigos… ¡por culpa de un francés! Y ahí sí que se empezó a joder el Perú, Zavalita (Vargas Llosa, dixit).

El caso es que entre Carlos IV y Fernando VII acaban entregando la corona al corso de Napoleón, y hay quien por sus cruces jura que no hubo rey de España hasta que José I Bonaparte se titula como tal. Como lo oyen. Que antes de eso, jamás se pudo hablar de rey de España. Hongos alucinógenos aparte, sí que parecería que el 19 de marzo hubiera sido una buena fecha por aquello de la proclamación de la Constitución de 1812, donde se cita ya a la nación española de manera moderna o como la entendemos en nuestros días, en esa reunión de hombres libres de ambos hemisferios, como indica en sus primeros artículos. Además, eso de que la llamáramos «La Pepa» suena a clásica jarana hispana, y qué mejor que un día en que se anduvo gritando «¡Viva la Pepa!» cual kermés heroica en aquella contra el Francés. Aunque si no queríamos sopa, toma cien mil tazas servidas por el felón de Fernando y sus aliados gabachos al mando del duque de Angulema.

La promulgación de la Constitución de 1812, de Salvador Viniegra.

A partir de entonces tuvimos un XIX de lo más entretenido entre liberales y absolutistas, entre carlistadas y guerras civiles, y el desmembramiento de ese imperio hasta la puntilla del 98 en Cuba y Filipinas. El XX lo empezamos con follón en África, huelgas, y un ambiente que nos llevó al segundo intento republicano y a la Cuarta Guerra Carlista con el último espadón del XIX como creo que fue Franco. Con lo que hay quien no considera que España pueda volver a tomarse como tal, tras el comienzo del reinado de Juan Carlos, y sólo en el momento en que se hace constitucional.  Por lo que la fecha del 6 de diciembre, fecha de la del 78, sería la ideal. Pero, siendo festivo como lo es en la actualidad, no es LA Fiesta Nacional. Como tampoco lo es ya la del 25 de julio, Santiago Apóstol, pues no somos un país tan religioso como el Reino Unido en que tiene como fecha la de San Jorge. Pero es que, aunque el rey Felipe VI sea hasta rey de Jerusalén, no es cabeza de la iglesia como lo es su prima Isabel II.

Tras todo esto… ¿sacamos conclusión alguna? Pues miren, no. No les voy a mentir. Me temo que a España le pasa como dijera Winston Churchill de los Balcanes: que es un lugar que produce más Historia de la que puede digerir. Y para serles franco (con perdón), empiezo a darme con un canto en los dientes con que no acabemos como acabaron en dichos Balcanes. Pues, seamos o no milenarios, pongamos el hito donde lo queramos poner, han sido muchos años en un proyecto que debería hacernos reflexionar y concluir con que ha merecido la pena. Con nuestras singularidades y diferencias, que nos hacen más interesantes y tan homogéneos como heterogéneos. Pese a que al mismo tiempo nos peguemos por el origen del pan tumaca, o por la cebolla de la tortilla. Por un quítame un RH negativo, o si yo llegué antes y fui más reino que tú (que aquí hasta los republicanos se apuntan a las glorias y a los fueros para remarcar y afianzar sus singularidades).

Seguramente no podamos ponernos de acuerdo en una fecha. Mientras haya quien dude de la propia existencia de España, mal iremos. Pero soy optimista. Porque, ¿saben qué? Que pese a la caterva de gobernantes que hayamos tenido; pese a que a veces a uno le entren ganas de emigrar junto al estuario del Tajo, a ese reino perdido de oriente… somos un gran país. Con buena y mala gente. Como en todos los sitios. Y que estar orgulloso de ello no te hace mejor o peor persona. Más nacionalista o más patriota. Ni ser español te obliga a elegir entre un lado u otro del Guadarrama o del Ebro. Del Duero o de Despeñaperros. Pues cada uno somos de nuestra casa. ¡Y muy honrada y noble! Pero España es la casa de TODOS. No la deshagamos tan fácilmente, con lo muchísimo que nos ha costado hacerla, ¿no creen?

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