«He intentado no engañarles», comentaba Joan Tardá al término de una conferencia donde se habÃa explayado contando cuál es el plan que piensa ejecutar el Gobierno de la Generalitat de aquà al 1 de octubre, si antes «no nos meten en la cárcel». Es el mismo mensaje que lanza Carles Puigdemont desde Bloomberg. «Si estoy asumiendo la máxima responsabilidad en un proceso que tiene todas esas dificultades, obviamente tengo que aceptar todas las consecuencias».
Y es lo que buscan con ansÃa para consolidar su salto al vacÃo sin red. Ser los héroes del «procés». VÃctimas del Estado español, de un Tribunal Constitucional que suspende la reforma para la ruptura exprés del Parlament para celebrar sà o sà el referéndum, y al que no dudan de calificar como un «órgano corrompido».
Héroes, al menos por un dÃa, a los que nadie «podrá detener». Deseando con toda su alma, que se les vaya la mano en el pulso. «Abriremos los colegios electorales y si el Gobierno español utiliza la fuerza habrá perdido por goleada». Una declaración de Tardá que es un aviso a navegantes. Un deseo de que todo sea un lÃo, para crear su propio santoral de la república independiente de su casa.
En esa esquizofrenia, todo vale. Como lo demuestra Empar Moliner, salvando las distancias, afirmando la mayor gilipollez al respecto con su «ser catalán en España es como ser gay en Marruecos». El «España nos roba» se les ha quedado pequeño, y tienen que inventarse nuevos maltratos, aunque sean descabellados.
Y todo apostado a un dÃa, a ese 1 de octubre que nos consume, con una diada para calentar motores, como si hubieran pensado en la canción de Bowie, que les queda demasiado grande.
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