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Blogs Loading... por Marisa Gallero

Una manada de hienas

Una manada de hienas
Marisa Gallero el

 

No son lobos. Son una manada de hienas. Una jauría que buscaba presas fáciles con nocturnidad y alevosía. Unos carroñeros cobardes que actuaban en grupo como denotan sus conversaciones. «¿Llevamos burundanga? Tengo reinoles tiraditas de precio. Para las violaciones». Los detenidos por agresión sexual a una chica de dieciocho años en Pamplona no ocultaban sus intenciones: «Quillo, en verdad follarnos a una buena gorda entre los cinco en San Fermín sería apoteósico».  Y alardeaban de sus hazañas.

—Follándonos a una entre los 5.

—Jajaja.

—Todo lo que cuente es poco.

—Puta pasada de viaje.

—Hay vídeo.

«Cabrones, os envidio. Esos son los viajes guapos», comentaban en el grupo de whatsapp una vez concluida la faena. Tan ajenos a su conducta deleznable que entraron en comisaría cantando. En sus declaraciones ante el juez defendieron que las relaciones sexuales fueron consentidas. Fueron más manada que nunca. «¡Puedo con los dos y con los cinco!», dicen que dijo. «Participativa al cien por cien». «Ella entró por su propio pie y en ningún momento la forzamos». «Ella era el centro». «Ella era la que llevaba la batuta». «Ella se quitó su ropa… y empezó a realizar felaciones». «Ella nunca dijo que no quería ser grabada». «Ella estaba disfrutando, estaba gimiendo y hacía comentarios como: métemela, me encantas tú». «Ella disfrutó más que yo».

Ella. Ella. Ella. Ellos no existen. Se dejaron conducir como si fueran un rebaño de corderos. Nada que ver con el relato de la pareja que la encontró en un banco. Acurrucada en posición fetal. Llorando. Incapaz de articular palabra. Ni de los agentes de la Policía Municipal que atendieron a la chica: «Ni mintió ni fingió». Se encontraba en estado de «shock». Ni con su propio testimonio: «Nunca quise mantener sexo con ellos». Tuvo una actitud pasiva «deseando que todo terminara cuanto antes». Tampoco del informe pericial de los psicólogos que describen cómo se encontraba C. tras la agresión sexual múltiple: «Aseguró sentirse “muy sucia”, con “recuerdos recurrentes del olor de las colonias de los supuestos agresores”, mezclados con sentimientos de “culpabilidad” por no haber seguido las directrices de sus padres». 15 minutos en el interior de un portal tatuados en la mente de por vida.

Si una mujer te besa no ha dado pie a nada. Si una mujer está callada no significa que consienta. Si no opone resistencia y cierra los ojos no tiene por qué ser por placer. Si se comporta con «normalidad» tras una agresión no es por qué no esté traumatizada. Seguimos teniendo que parecer la mujer del César. No sólo la han ultrajado, han penetrado hasta su intimidad cuando un Tribunal admite a trámite un informe de un detective privado. Espiar cómo se comportó C. en sus redes sociales para quitarle credibilidad. Facebook como el gran delator. El verdadero Gran Hermano de Orwell. Tomen nota. Sólo se ha librado de la tortura de ver los vídeos que grabaron.

En unos días le tocará el turno a ellos. Convencidos de que son las verdaderas víctimas, que ella se enfadó por su manera de despedirse. «No la invitamos a salir de fiesta. Nos ha denunciado por orgullo y por habernos ido de mala manera». Es lo que tiene el sexo consentido, que dejas tirada a una chica ebria en el rellano de unas escaleras. Sola. Sin móvil cerca de las cuatro de la mañana. Ella se lo habría buscado.

Tendría que escribir que los whatsapps previos sólo son indicios, que todos tenemos derecho a la presunción de inocencia, que si el Tribunal no admite el informe presentado por la defensa de los acusados podrían alegar vulneración de sus derechos fundamentales, que no es una prueba en este juicio que haya otro vídeo de La Manada de una chica cordobesa de 21 años que pudo ser drogada con burundanga —al despertar, con moratones y el vestido roto, era incapaz de recordar qué había sucedido—. Y que todavía no hay sentencia. Pero hay algo en este caso que remueven las tripas.

Asco y vergüenza.

 

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