Hoy he vuelto a asistir a la conferencia de Albert Rivera en el Foro ABC, como hice el pasado 29 de octubre de 2015, unos meses antes de conocerse cuál sería su verdadera fuerza parlamentaria.
En aquel momento, el líder de Ciudadanos anuncio que iba a proponer a «Mariano Rajoy un pacto por España. España no se rompe». Entonces, Cataluña ocupaba la agenda política, y no necesitaba ir a Venezuela para arrancar su precampaña.
Durante aquella intervención, no quiso responder con quién pactaría, si apoyaría la lista más votada. «No quiero jugar a qué va a pasar», dijo sin querer pronunciarse.
Luego vinieron las elecciones, los cuatro meses de negociaciones, el rimbombante pacto del abrazo con el PSOE y un pedazo de línea roja marcada por Rivera pidiendo constantemente a Rajoy que diera un paso atrás.
Regresamos a la casilla de salida y los actores son los mismos. Ante esa disyuntiva, me parecía que muchos quieren saber si después del 26-J Rajoy seguirá siendo una condición para llegar a esos acuerdos imprescindibles.
De nuevo, Rivera ha jugado a la ambigüedad, hablando de sillones, pero sin señalar cuál es su postura con el presidente en funciones. Incluso Ángel Expósito le ha señalado que no ha contestado a la pregunta.
«España tiene que cambiar de Gobierno, de personas… Yo no voy a ser el problema para formar un Gobierno, pero espero que los demás tampoco pongan como condición su silla», es lo máximo que ha querido aclarar de si Rajoy sí o no, ante una sala atestada de empresarios y medios de comunicación.
Lo malo de volver a empezar, es que quedan las palabras y los hechos que demuestran que todo es una gran impostura.
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